—Sí, lo sé, tu mamá está en casa y también tu nuevo hermanito. Cálmate, vas a dejarme sordo.
Tras él, Paula iba riendo. Se reía mucho últimamente. Y a Pedro se le hinchaba el corazón cada vez que miraba a su mujer y a su hijo. Su hijo. Sonriendo, tomó a Paula en brazos, con canastilla y todo.
—No hice esto la primera vez que entramos aquí.
—Espera... pesamos mucho.
—No pesáis nada.
—¡Dios mío! ¿Qué has hecho, comprar una floristería entera? Debe de haber más de cien rosas rojas...
—Feliz Día de los Enamorados. Hay seis docenas de rosas... una docena por cada Día de los Enamorados que hemos pasado separados.
—Tienes que dejar de hacerme regalos. No me debes nada, Pedro.
Él inclinó la cabeza para besarla y luego besó el gorrito azul del niño, MC.
—Mimarte es mi obligación.
Moro salió ladrando a la puerta para saludar a Carter. Y siguió ladrando cuando aparecieron Rick y Maggie.
—¿Has conseguido soportar el parto sin desmayarte? —sonrió su vecino.
Pedro hizo una mueca.
—Estuve a punto.
—Lo hiciste de maravilla —sonrió Pedro—. Gracias por llevarnos al hospital, Rick. Pedro estaba un poco nervioso hasta que el médico lo convenció de que todo iba bien.
—¿Un poco nervioso? Pero si iba a darle un ataque...
—Bueno, vamos a ver al pequeñajo —sonrió Carter.
Paula apartó la mantita y Pedro le quitó el gorrito azul, revelando una mata de pelo negro. Rick y Carter se quedaron un momento callados.
—Se parece a ti —dijo su amigo.
Descubrir que él era el padre del niño había sido una sorpresa maravillosa. Por supuesto, nunca le habían contado a nadie su encuentro en el vestíbulo. Paula tenía miedo de que sus amigos la mirasen mal por haberse acostado con él después del funeral de Brett.
Y si eso era lo que ella quería, sus labios estaban sellados, a pesar de su deseo de contárselo a todo el mundo.
—Sí, se parece —dijo Paula—. Se parece mucho a su papá. Tiene los mismos ojos miel, el mismo pelo negro y la misma barbilla.
Carter fue el primero en recuperarse de la sorpresa, pero no hizo ninguna pregunta.
—¿Y qué significa MC?
Pedro dejo a su hijo en la canastilla.
—Miguel Carter. Miguel por mi padre y Carter por su padrino.
Él trago saliva.
—¿Eso me convierte en su tío honorífico o algo así?
Pedro le dio un golpe en la espalda.
—Por supuesto. Rick y tú sois sus tíos. Hemos pensado que os vendría bien cambiar pañales... para que sepáis hacerlo con vuestros hijos cuando nazcan.
Rick lo miró, atónito.
—¿Yo? Pero si yo no pienso casarme nunca.
Paula soltó una risita.
—Eso ya lo veremos. Seguro que algún día quieres compartir esa casa tan grande con alguien.
—Tengo a Maggie. Es la única hembra que va a entrar en mi casa.
Pedro abrazó a su mujer, mirándola a los ojos.
—Una vez que encuentres el amor, cambiarás de opinión, te lo aseguro. Y no lo lamentarás nunca.
Rick hizo una mueca.
—Ya empiezan. Carter, vamos a ver qué se puede cenar en esta casa. Conociendo a Pedro, seguro que iba a ofrecernos cereales.
Carter y Rick se fueron discretamente a la cocina y, naturalmente, Pedro no perdió el tiempo. Mientras besaba a su mujer, de repente, las seis semanas que tendrían que esperar antes de hacer el amor le parecieron seis años.
—Gracias.
—¿Por qué? —sonrió Paula.
—Por ser lo mejor que me ha pasado en la vida.
—Gracias a ti por enseñarme lo que es el amor.
—De nada —sonriendo, Pedro sacó del bolsillo el colgante en forma de corazón de su madre. Dentro había dos fotografías.
Ella sonrió, con lágrimas en los ojos.
—Mis dos hombres, MC y tú. Te quiero, Pedro, más de lo que hubiera podido imaginar nunca.
—Y yo a ti —murmuró él, señalando el colgante—. Tendremos que buscar la niña pero, por ahora, ¿por qué no te pones esto?
—Es perfecto porque te llevo en el corazón.
—Y yo a ti en el mío, Paula Alfonso .
Fin
Qué bella historia Yani!!!!!!!!!!! Me encantó!!!!!!!!!!!
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