Divina

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domingo, 14 de junio de 2015

En la cama de un millonario Cap 21


A PEDRO, con sus grandes zancadas, no le costó mucho alcanzar a Paula y ya estaba a su lado cuando llegaron a la entrada de la galería donde les esperaban Carol y Carlos.

Pedro se alegró de haber ido al ver la cara de angustia de los padres de Paula. En esos momentos estuvo seguro de que tenía razón respecto a ellos.

-Espero que no te importe, Pedro -dijo Carol con ansiedad mientras apretaba las manos de su hija-. Necesitamos hablar con Paula. Con los dos -añadió.

-¿Podríamos ir a algún sitio más tranquilo? -pidió Carlos.

-Mamá, papá -Paula estaba inquieta- ¿Qué sucede? ¿Ha ocurrido algo malo?

-Necesitamos hablar contigo, querida -dijo la madre mientras apretaba las manos de su hija-. Tenemos que... explicar algunas cosas -su mirada reflejaba dolor.

-Subiremos a mi apartamento -decidió Pedro-. ¿Paula? -insistió al ver que ella no se movía y que tenía el rostro pálido mientras escudriñaba a su madre.

Era evidente que Carol estaba sometida a una gran presión. Sus ojos estaban rojos y llorosos, y su rostro tan pálido como el de Paula.

Pedro estaba decidido a permanecer junto a Paula, pasara lo que pasara allí.

La tensión de Paula aumentaba a medida que el ascensor subía, y se preguntaba si el motivo de la visita de sus padres tenía que ver con Mario Tayson.

Ella suponía que Miguel Chevis ya habría recibido su carta con la foto, pero, aunque le había facilitado su dirección y número de teléfono, él no se había puesto en contacto con ella.

Se sentía muy desilusionada. Pero si sus padres podían darle alguna información sobre Mario Tayson, por lo menos sería algo.

-Por aquí -Pedro les indicó el camino hacia su apartamento.

«Nuestro apartamento», pensó Paula mientras se preguntaba si sus padres habrían ido a su anterior piso antes de ir allí.

-Creo que os vendría bien una copa, ¿Carol? –Pedro frunció el ceño-. ¿Carlos?

-Puede que una copita de coñac -aceptó el padre secamente.

Que Paula supiera, su padre sólo bebía coñac cuando estaba enfermo o preocupado por algo. Esa vez era evidente que se trataba de lo segundo.

-¿Qué sucede? -insistió ella, cuando se hubieron servido las bebidas y estuvieron todos sentados.

-Tendríamos que habértelo dicho el fin de semana -dijo la madre con un suspiro-.
Tu padre quiso decírtelo, pero yo insistí en no hacerlo -le dedicó una sonrisa-. Ahora comprendo que siempre tuvo razón... teníamos que habértelo dicho hace años -sacudió la cabeza con tristeza.

-¿Decirme el qué? -Paula estaba ansiosa y la tensión aumentaba por momentos.

Pedro se colocó detrás de ella como muestra de apoyo.

Seguramente ella no querría su apoyo, admitió Pedro, pero iba a tenerlo de todos modos.

-Es sobre tu madre -dijo Carlos, tomando la palabra.

-¿Mi... madre? -repitió lentamente Paula.

«¿La madre de Paula?», repitió también Pedro para sus adentros. Estaba seguro, tras la reacción de Carol el fin de semana anterior, de que esa conversación iba a tratar acerca de Miguel.

¿Qué tenía que ver la madre de Paula con Mario Tayson?

Además, Carol y Carlos habían asegurado que no sabían nada de la madre de Paula.
No. De repente cayó en la cuenta. Lo que Carlos dijo fue que el nombre del padre de Paula nunca se mencionó...

A Pedro le había parecido una respuesta ambigua, ¡y ahora entendía por qué!

-¿Qué sabéis sobre la madre de Paula? -insistió él bruscamente.

-Por favor, Pedro -Paula se volvió suplicante hacia él-, déjalos... deja que se expliquen ellos.

Paula sospechaba en parte lo que iban a decir sus padres, ya que estaba segura de que conocían la relación entre su madre y Mario Tayson, puede que incluso la de Miguel Chevis. Seguramente también sabían cómo se llamaba su madre.

Paula no entendía por qué le habían ocultado esa información. Debían de tener una muy buena razón para hacerlo. Y, tras ver el retrato, ella empezaba a adivinar cuál era esa razón.

-El sábado preguntaste sobre el historial médico de los verdaderos padres de Paula, Pedro -le recordó su padre-. Y yo te dije que lo desconocíamos. No era del todo cierto. Realmente no sabemos nada sobre el padre de Paula -su voz se ahogó ligeramente-. Pero ahora que Paula está embarazada, nosotros...

-Tu madre murió en el parto, Paula -dijo la madre emocionada-. Era tan pequeña y tan frágil, y tardaron demasiado en intervenir. El parto fue muy malo, y... ella murió, aunque el bebé sobrevivió. Tú sobreviviste -las lágrimas inundaron sus ojos marrones llenos de dolor.

Para Paula fue demasiado. Su madre estaba muerta.

Era una posibilidad que ella nunca había barajado.

Al descubrir que era adoptada, se había imaginado muchas razones por las que su madre la habría abandonado. Quizá era muy joven, una madre soltera, o incluso una mujer casada que no podía mantener a otro hijo más. Pero la muerte nunca había sido una opción...

La mujer del retrato, tan joven y llena de vida, había muerto al nacer ella...

Parecía imposible. Una crueldad inadmisible.

Igual que la muerte del hijo de Pedro, Luke...

-No puedo... no me lo puedo creer -se volvió hacia Pedro, que apoyaba su mano con firmeza en el hombro de ella-, ¿y tú, Pedro?

Desde luego que él sí se lo podía creer. ¡Ése no era el problema!

-¿Estáis diciendo -Pedro miró fijamente a los padres de Paula-, que Paula podría tener el mismo problema cuando vaya a dar a luz a nuestro hijo?

-Es una posibilidad -Carlos fue quien contestó-. Ya ves que teníamos que decírlo.

-Lo que veo es que nos lo teníais que haber dicho el sábado pasado, no esperar hasta hoy.

-¡Pedro! -lo reprendió Paula.

-Lo siento, Paula -Pedro sacudió la cabeza-, pero tus padres siempre supieron que tu madre murió en el parto, y conocían el riesgo de que te sucediera lo mismo a ti, y hasta ahora... -se interrumpió bruscamente y se giró hacia la anciana pareja.

Había algo más...

-¿Cómo sabías, Carol, y te cito, que la madre de Paula era tan pequeña y frágil? -preguntó astutamente Pedro.

-Eres muy inteligente, Pedro -admitió Carol-. Lo sabemos porque Alejandra, la madre de Paula, era nuestra hija.

Ahora era Pedro el que se había quedado sin habla.

Sin embargo, Paula no parecía conmocionada. Al contrario, había un brillo de excitación en sus ojos cuando se giró hacia él con urgencia.

-¿Podrías traer el retrato, Pedro? -su voz era decididamente animada.

-¿El retrato? -él frunció el ceño confuso.

-El retrato, Pedro -dijo ella con firmeza.

¿Para qué demonios quería ella el retrato ahora? ¿Por qué quería enseñárselo a sus padres adoptivos... a sus abuelos? Estaban hablando de su madre, ¡no de ella!

-¿Paula...? -Pedro se quedó helado.

-Por favor -ella asintió.

Pedro se dirigió a su dormitorio. Una verdad, increíble, empezaba a hacérsele evidente...

Una verdad que él había despreciado.

Una verdad que no había creído en boca de Paula. ¡La mujer del retrato era su madre!

-¿Estás bien, querida? -preguntó la madre con ansiedad al quedarse solos-. Te hemos fallado, justo ahora.

-Estoy bien -aseguró Paula cariñosamente-. Aunque no estoy tan segura sobre Pedro -añadió al recordar el gesto de asombro en su atractivo rostro mientras se dirigía al dormitorio.

-¿No estás alterada o enfadada, ni te sientes traicionada, porque todos estos años te hemos ocultado que somos tus abuelos y no tus padres adoptivos? -insistió su madre con emoción.


Paula tuvo que admitir que la sensación era un poco rara, pero al mismo tiempo hacía que todo encajara a la perfección. Su madre, Alejandra, la había dado a luz, y sus padres habían acogido a Paula como si fuera hija suya.

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