PEDRO admitió con fastidio que se había olvidado por completo de la otra razón por la que las mujeres, a veces, se desmayaban.
Cuando Sally se quedó embarazada de Luke, se desmayó varias veces durante los primeros meses. También se levantó mareada cada mañana durante los tres primeros meses, recuperándose milagrosamente tras vomitar.
Pedro estaba casi seguro de que Paula estaba embarazada de su bebé.
-Suponía que tomabas la píldora ¡por el amor de Dios! -murmuró impaciente. Pero una suposición no lo convertía en realidad.
-¿Cómo? -contestó Paula, completamente aturdida y con el rostro nuevamente muy pálido.
-Por lo menos, salgamos del cuarto de baño -sugirió él con impaciencia.
Al ver que ella no tenía ninguna intención de moverse, la condujo hasta el dormitorio y la hizo sentarse en una silla.
-Te he preguntado si tomabas la píldora -dijo secamente.
-¿Y por qué debería hacerlo? -contestó ella con cara de asombro.
-Céntrate un poco, Paula -le espetó Pedro, consciente de que su insistencia no estaba ayudando.
Claro que, si estaba embarazada, no habría ayuda posible para ninguno de los dos.
-Es muy fácil, Paula,. ¿utilizabas algún método anticonceptivo cuando nos acostamos juntos hace seis semanas? -dijo, intentando ser lo más claro posible.
Hacía seis semanas había necesitado a alguien: había necesitado perderse en ella, borrar los dolorosos recuerdos y seguir su camino. Pero si Paula se había quedado embarazada esa noche, seguir su camino no era una opción.
Para ninguno de los dos...
Paula respiró hondo y consiguió al fin controlar el terror provocado por la noticia. No podía estar embarazada. Por mucho que dijeran los padres precavidos sobre el riesgo de embarazo tras una sola vez, no podía estar embarazada por esa única noche pasada con Pedro.
«Pero no fue una sola vez», dijo una vocecita en su cabeza. Pedro y ella habían hecho el amor tres veces aquella noche. No una.
¡No estaba embarazada!
La idea era ridícula.
-No, no utilizaba ninguno -se irguió en la silla, decidida a tomar el control de la situación-. Pero eso no significa que...
-¿Por qué no? -la interrumpió Pedro impaciente-. ¿Qué edad tienes?
¿Veinticinco, veintiséis?
-Veintiséis -confirmó con creciente impaciencia-. Pero no tengo pareja. ¡Y desde luego no voy a tomar la píldora sólo por si acaso encuentro a alguien con quien me apetezca acostarme!
-¡Y sin embargo eso es justo lo que hiciste! -le espetó Pedro furioso.
-Pero no fue planeado -Paula palideció un poco más.
-¿Seguro que no? -la desafió-. Creo recordar que chocaste contra mí esa noche...
-¿Y qué quieres decir con eso? -Paula estaba inmóvil y respiraba agitadamente.
-No serías la primera que tiende una trampa de esa clase a un hombre. ¿Qué pretendías, Paula? Que te pagara...
-¿Cómo te atreves? -rugió ella.
Él no podía pensar... creer... Pero sí que lo hacía, reconoció Paula al ver la ira en sus ojos.
-Déjalo, Paula -dijo secamente-. ¡El numerito de la virgen ultrajada no te va!
Ella no era virgen cuando se acostaron juntos. Había mantenido relaciones una vez anteriormente. Pero eso fue hace cinco años, con un compañero de la facultad, y no había repetido la experiencia hasta aquella apasionada noche con
Pedro, ni tampoco después.
Ella se había sentido completamente embriagada por él y su evidente deseo de pasar la noche con ella había sido demasiado tentador para resistirse.
-¿Y por qué me señalas a mí como culpable? -preguntó fríamente-. ¡No me pareció que tú usaras alguna clase de protección esa noche!
-¡Porque nadie me dijo que debía hacerlo! -Pedro sabía que ella tenía razón, pero no estaba de humor para admitirlo.
-¡Porque ni siquiera pensé en poder quedarme embarazada! -le espetó mientras se ponía en pie-. ¡Y no lo estoy! Esta conversación no tiene sentido. No estoy embarazada. Debo de haber comido algo que me ha sentado mal...
-Desde ayer no has comido nada -le recordó Pedro.
Eso era cierto. Pero eso no significaba que... ¡No podía estar embarazada!
-Hay una manera rápida y sencilla de zanjar esta cuestión -decidió bruscamente Pedro mientras salía de la habitación.
Paula salió tras él y le alcanzó en la cocina, poniéndose la chaqueta y dispuesto a marcharse.
-¿Adónde vas? -ella frunció el ceño. ¡Se suponía que era ella quien se iba, no él!
-Voy a la farmacia -le lanzó una mirada cáustica-, a comprar un test de embarazo. Esta conversación no tiene sentido hasta que sepamos con seguridad si estás embarazada o no.
-No estaré aquí cuando vuelvas -Paula sacudió la cabeza con decisión.
-¡Más te vale que sí! -la amenazó furioso tras pararse en seco.
-¿No temes que vaya a fisgonear mientras estés fuera? -Paula alzó la barbilla desafiante.
-Si tocas algo, te prometo que te arrepentirás -la advirtió él con una mueca.
Ella no tenía más remedio que creerle.
También creía en su amenaza si se le ocurría marcharse, pero eso no evitó que saliera del apartamento en cuanto estuvo segura de que él se había ido. Bajó las escaleras, recogió su bolso y su chaqueta de la sala para empleados y salió de la galería.
¡Que la despidiera si quería!
Puede que estuviera acostumbrado a dar órdenes y a que le obedecieran, pero después de sus insultos, no tenía intención de obedecerle.
Y ni siquiera iba a considerar su idea de que estaba embarazada. Claro que no lo estaba. Era una idea ridícula.
Además, necesitaba hacer unas cuantas llamadas antes del cierre de las oficinas. Llamadas que no podía hacer desde el apartamento de Pedro.
Tenía muchos amigos de la facultad que trabajaban en el mundo del arte y que, al igual que ella, habían decidido trabajar en una galería o una agencia en lugar de pintar cuadros. Uno de ellos, estaba segura, le daría alguna pista sobre el agente de Miguel Chevis.
Estaba decidida a encontrar al artista, por mucho que Pedro dijera que era imposible. Nada era imposible con motivación. ¡Y ella tenía de sobra!
¿Dónde estaba su madre? ¿Vivía en Inglaterra? ¿Tenía familia?
Paula no tenía intención alguna de alterar su vida, pero, tras ver su retrato, tenía que saberlo.
¿Era Miguel Chevis su padre?
Si era cierto que amaba a su madre, ¿por qué no se había casado con ella? Sobre todo si sabía que estaba embarazada de su hija. ¡Suponiendo que Paula fuera su hija!
¿Por qué la habían entregado en adopción?
Hizo falta media docena de llamadas para encontrar al agente de Miguel Chevis, pero, tras llamar a la agencia, sólo consiguió que la recepcionista le dijera que tendría que pedir cita para hablar con el señor Gillespie, y que le pasaría cualquier recado que quisiera darle. Pero Paula dudaba de que quisiera ayudarla a reunirse con Miguel Chevis.
Paula concertó una cita para el día siguiente. Al menos podría entregarle una carta, con una foto suya, para que se la remitiera al artista. Si su madre habíasignificado algo para Miguel Chevis, y ese retrato parecía indicar que sí, la foto de Paula bastaría para despertar su curiosidad.
Al menos eso esperaba...
Pedro golpeó la puerta del apartamento de Paula, todavía furioso al descubrir que ella se había marchado antes de que él volviera.
¿A qué estaba jugando?
Le había dicho que no se moviera de allí.
No le había hecho caso.
Le había dicho que hablarían cuando él volviera.
No se había quedado.
Estaba furioso. Con ella. Consigo mismo. Con el hecho de que cada vez estaba más convencido de que ella estaba embarazada.
Si Paula decía la verdad y no había mantenido ninguna otra relación, entonces iba a ser padre...
Una niña que sería idéntica a Paula. 0 un niño idéntico a él. Y a Luke...
Golpeó la puerta con el puño, y estaba a punto de hacerlo una tercera vez cuando se abrió de repente. Paula lo miraba fríamente.
-No hay necesidad de derribar la puerta, Pedro -le espetó-. Estaba comiendo un sándwich cuando te oí llamar a la puerta.
-¿Qué clase de sándwich? -dijo él con impaciencia-. ¿Eres consciente de que hay ciertas cosas que no debes comer estando embarazada? -añadió mientras entraba en el apartamento.
El apartamento estaba en la segunda planta de un edificio de la época victoriana, con un enorme ventanal sobre una calle bordeada de árboles.
El salón era muy luminoso, con las paredes de color amarillo. El suelo de madera estaba salpicado de alfombras multicolores. El sofá marrón y las sillas estaban adornados con cojines en tonos otoñales.
Pedro se giró hacia Paula. Tenía mucho mejor aspecto que antes. El color había vuelto a sus mejillas y el brillo, de ira, a sus ojos dorados. Parecía muy delgada, vestida con unos vaqueros desteñidos y una camiseta negra ajustada.
¡Esa delgadez pronto desaparecería si él tenía razón!
De todos modos, presentía que Paula era de esas mujeres que apenas ganaban peso en los embarazos, y seguro que conservaba ese aire delicado que tanto le atraía.
-Para ti -dijo secamente mientras le tendía una bolsa de papel.
-No recuerdo haberte invitado a pasar -Paula no hizo la menor intención de aceptar la bolsa. Sabía lo que había dentro, y no pensaba satisfacer la curiosidad de Pedro.
-No lo has hecho -confirmó él, acercándose al plato que contenía un sándwich a medio comer-. Queso -aprobó al mirar el relleno-. Te hace falta por el calcio.
-Pedro...
-¿Paula? -contestó desafiante.
-¿No crees que ya has ido bastante lejos? -ella suspiró cansada y se sentó en una silla-. ¿No me has insultado ya bastante? Ya te dije que me sentía débil y mareada por el hambre. No hay ninguna otra razón -añadió con firmeza.
-En unos minutos lo sabremos, ¿verdad? -dijo él amargamente-. Puedes hacerte la prueba a cualquier hora del día y tener un resultado definitivo -aseguró.
-Un resultado negativo, querrás decir.
-Paula –Pedro se agachó al lado de ella-. No tomabas la píldora. Yo no utilicé ninguna protección. ¿Fuiste al médico a por la píldora del día después?
-¡Pues claro que no! -exclamó ella horrorizada ante la idea.
-Eso pensaba yo -dijo él-. ¿Has tenido la regla después de aquella noche?
-Pues, verás... -el rubor asomó a sus mejillas.
-¿Sí o no? -insistió.
¿La había tenido? Sus períodos nunca habían sido demasiado regulares, más bien esporádicos, por lo que no estaba muy pendiente de ellos. Pero no, creía que no...
Se encaminó con decisión al cuarto de baño con el test de embarazo en la mano. Demostraría a Pedro que no estaba embarazada, y con suerte él se marcharía y la dejaría en paz.
Azul.
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