Divina

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martes, 9 de junio de 2015

En la cama de un millonario Cap 15


La eterna solución a cualquier situación en Inglaterra, una taza de té, fue sugerida por Carlos, quien se disculpó por no tener champán con que celebrar el feliz acontecimiento.

Pedro observó que Paula se sobresaltaba. Parecía estar a punto de soltar la verdad en cualquier momento, y a la porra las consecuencias...

-Un té será perfecto, señor -aseguró Pedro mientras aceptaba la taza-. De todos modos, Paula no puede tomar champán en su estado -añadió con firmeza-, no hasta que nazca el bebé, dentro de unos siete meses y medio o así -agregó con precisión.

¡A ver cómo salía ella de ésa!

Paula miró incrédula a Pedro mientras observaba el gesto de sorpresa de sus padres ante la noticia, pero sólo encontró desafío en su mirada. Esa mirada dura y distante.

No le dejaba ninguna salida. Su fría mirada miel se lo decía claramente. Ella le pertenecía. 

El bebé le pertenecía.

Bien era cierto que ella había vacilado. Se había preguntado si sus padres entenderían su embarazo y su solicitud de ayuda. Pero la manera relajada y posesiva en que Pedro había dado la noticia no le dejaba ninguna oportunidad.

Y él lo sabía...

«¡Maldito sea!», pensó.

-Mamá, papá -se volvió ansiosa hacia ellos-. No quería decírselos tan bruscamente -lanzó a Pedro una mirada de censura antes de tomar la mano de su madre-, pero Pedro y yo vamos a tener un bebé, a principios del año que viene.

-Eso quiere decir que la boda será muy pronto -dijo Pedro, aunque no lo había llegado a hablar con Paula-. Mis abogados están solucionando el papeleo en estos momentos.

¡Sus abogados!

¿Para qué estarían sus abogados organizando la boda? A no ser que Pedro estuviera pensando en firmar algún tipo de acuerdo prenupcial o algo igual de frío y calculado.

Ella no estaba dispuesta a firmar algo así. Ni ahora, ni nunca.

Pero ése no era el momento de discutirlo con él. Estaba demasiado preocupada calmando a sus padres para pensar en los planes maquiavélicos de Pedro.

-Puede que nos venga bien una copita de jerez -dijo su padre débilmente mientras iba a por tres copas.

Una para él. Otra para su madre. Y otra para Pedro.

Este último no sólo no parecía alterado, sino que disfrutaba cada instante.

-Bueno, ¡supongo que ya era hora de ser abuela! -su madre fue la primera en recuperarse de la impresión y apretó la mano de Paula con aprobación.

-¿No tendrás intención de llevarte a nuestra niña a Estados Unidos, verdad, Pedro? -su padre era más práctico.

-No, señor -aseguró Pedro-. Paula ya ha dejado claro que quiere vivir en Inglaterra y yo estoy de acuerdo. Lo que ella quiera -añadió desafiándola con la mirada.

El padre sonrió, satisfecho con un hombre deseoso de mimar y cuidar a su «niña» como 

Pedro parecía querer.

Pero Paula sabía que no era así.

Lo que Pedro quería era a su bebé. Y si tenía que concederle algunos caprichos a ella para conseguirlo, lo haría.

Paula no podía mostrar su agitación delante de sus padres. Tenía que hacerles creer que estaba feliz y contenta, como Pedro había insinuado.

-Por supuesto, papá y tú tenéis que venir a Londres para la boda -dijo ella afectuosamente a su madre-. De hecho, ¡seguramente seréis nuestros únicos invitados! -dijo sin tener ni idea de los preparativos que había discutido Pedro con sus abogados, pero dudaba mucho que se tratara de una boda a lo grande.

-De eso nada, Paula -dijo Pedro con ternura-. Tu compañera de piso también querrá venir. 

Y todos los amigos que quieras invitar. Además, he decidido cerrar la galería ese día, de modo que los empleados también podrán venir. Mis padres vendrán, por supuesto, junto con mi hermana pequeña y su familia -la miró a los ojos.

Paula no se lo podía creer. Había supuesto que su boda iba a ser prácticamente clandestina, un secreto para la mayoría, salvo algunas excepciones. Y resultaba que Pedro iba a invitar a medio Londres y a todos sus parientes cercanos, además de a sus propios padres.

-Iba a ser una sorpresa, cielo -murmuró él mientras se acercaba para besarla en la boca y rodearla con su brazo por la cintura.

Por sus padres, claro estaba.

Y todos esos preparativos seguramente también eran por ellos.

-Celebraremos un convite en algún gran hotel -dijo él a los padres mientras sujetaba a Paula con firmeza-. Creo que lo mejor sería reservarles una suite para un par de noches. 

Estoy seguro de que Paula querrá que su madre la ayude en ese día, ¿verdad, mi amor? -sus ojos Miel brillaban burlonamente.

Paula se preguntaba qué estaba sucediendo.

Pedro ya había estado casado antes, y tenía cierta experiencia en la organización de una boda, ¡pero aun así!

-Sólo hay una cosa que nos preocupa -Pedro se volvió hacia los padres de ella-. Por supuesto, Paula me ha explicado que es adoptada. Seguro que era un bebé adorable -añadió al ver que el padre fruncía el ceño-. Pero nos preguntábamos si tenían alguna información sobre los verdaderos padres de Pedro -los miró inquisitivo-. Ahora que Paula está embarazada, el historial médico de sus padres sería de gran importancia -añadió cándidamente.

Paula no estaba segura de que sus padres hubieran sucumbido al encanto desplegado por Pedro. Al mirar a su padre, vio que seguía con el ceño fruncido, y su madre lo miraba con ansiedad.

-¿Qué clase de información buscáis? -preguntó el padre con cautela.

-Sólo el historial médico -Pedro se encogió de hombros-, y cosas así.

Pedro sentía la repentina tensión en, el salón, y se preguntaba si Paula también.

La pregunta era de lo más apropiada en esas circunstancias...

-¿Conocen ustedes el nombre de la madre biológica de Paula? -prosiguió Pedro-.
¿0 puede que del padre?

-No -contestó Carlos-. No recuerdo que nos lo mencionaran nunca.

Pedro no sabía si era cosa suya, pero la respuesta del padre le pareció un poco ambigua.

-Ya te dije que mis padres no sabían nada, Pedro -intervino Paula mientras sonreía a sus padres-. Pedro es muy quisquilloso respecto al bebé -intentó zanjar la conversación-. Ya le he dicho que estoy sana y que el bebé estará perfecto también.

Ella no le había dicho nada de eso. Y aunque lo hubiera hecho, él querría una segunda opinión. Una opinión médica. Todavía no le había comunicado, para no provocar otra tensa discusión antes de conocer a sus padres, que le había pedido una cita para el lunes por la tarde...

De momento, no estaba nada satisfecho con las respuestas que había recibido por parte de los padres sobre los verdaderos padres de Paula.

-A veces, cuando se adopta a un bebé, se informa sobre el historial médico, ¿no? -insistió.

-Seguro que a veces se hace -contestó Carlos un poco a la defensiva.

-¿Pero en este caso no?

-No -la respuesta del padre era tajante y desafiante.

La atmósfera había pasado de la calidez a una tensa sospecha.

¿Por qué?

¿Qué tenían que ocultar?

Porque, Pedro estaba seguro, les ocultaban algo.

-De acuerdo, sólo pensé que merecía la pena preguntarlo. Seguro que el médico le hará un buen chequeo -concluyó Pedro con una tranquilidad que estaba lejos de sentir.

-Os tengo que hablar sobre un curioso cuadro con el que Pedro se topó hace una semana o así -Paula cambió de conversación-. Se trata de un retrato de Miguel Chevis. ¿Habéis oído hablar de él?

Pedro estaba tenso. No tenía ni idea de adónde quería llegar Paula. ¿Quería que sus padres vieran el retrato de su hija? No era exactamente la clase de cuadro que alguien llevaría a casa para enseñar a la familia. ¡La sensualidad que mostraba era demasiado obvia!

-Claro que hemos oído hablar de él, querida -contestó Carlos-. Un cuadro suyo vale una pequeña fortuna, ¿verdad? -preguntó a Pedro.

-Es que Pedro posee una gran fortuna, ¿verdad, cariño? -dijo Paula.


Pedro había utilizado a sus padres para manipularla, y ella intentaba hacer lo mismo con él.

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