Divina

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domingo, 14 de junio de 2015

En la cama de un millonario Cap 22


Paula se levantó y abrazó a las personas que habían sido los únicos padres que había conocido. Unas personas cariñosas, generosas, que la habían amado y cuidado toda su vida. ¿Cómo podría enfadarse con ellos? Lo que hicieron, lo hicieron por amor.

-¿Cómo puedo enfadarme con ustedes? -Paula sonreía con los ojos llenos de lágrimas-. Estoy segura de que hicisteis lo que creísteis mejor.

-Aun así tendríamos que habértelo dicho -admitió el padre con pesar-. Pero habíamos perdido a Alejandra y tú... te parecías tanto a ella de bebé -su voz se entrecortaba por la emoción-. Una cosita diminuta con una mata de pelo rubio. Y, al parecer, habíamos cometido tantos errores con Alejandra... Quisimos tener una segunda oportunidad contigo.

-¿Una segunda oportunidad?

Paula no pudo continuar, pues Pedro volvió con el retrato.

-Déjalo sobre el sofá, por favor, Pedro -Paula se puso a su lado, comprobando, por el gesto de Pedro, que éste aún no estaba satisfecho con la explicación recibida.

En cuanto los padres de ella vieran el retrato de Alejandra, ¡Pedro recibiría una explicación que le dejaría satisfecho!

Pedro oyó a Carol sofocar un grito al descubrir el retrato y vio a Carlos acercarse al cuadro para mirarlo de cerca con el rostro marcado por la tensión.

Carlos alargó una mano, como había hecho Paula la primera vez, sin tocar el lienzo, pero pasando la mano por el precioso rostro.

-Papá -Paula habló con voz dulce-. ¿Alejandra tenía alguna marca de nacimiento?

-Sí -contestó Carol mientras se unía a su marido y a su nieta-. Una diminuta rosa, justo ...¡ahí! -su respiración se cortó al ver el cuadro de cerca-. Pero ¿cómo...?

-Es el retrato del que os hablé el sábado pasado, el que Pedro encontró oculto en la casa de un anciano tras su muerte -explicó Paula con alegría.

-La casa de Mario Tayson -dijo Pedro bruscamente, deseoso de poder sentir la misma felicidad que Paula.

Era obvio que el retrato era de Alejandra. Las reacciones de Carlos y de Carol al verlo habían sido demasiado sinceras para ser mentira. Y si era cierto, ninguna de las acusaciones que él había vertido sobre Paula tenía sentido. La había llamado mentirosa. 

¡Mentirosa y cazafortunas!

-¿Éste es el retrato de Miguel Chevis del que nos hablaste? -preguntó Carlos.

-Sí -contestó secamente Pedro.

-Hace veintisiete años, Alejandra estuvo prometida a un hombre llamado Mario Tayson -suspiró Carol-. Era mucho mayor que ella, unos treinta años, y era muy rico.

-Y entonces conoció a Miguel Chevis y se enamoró de él -intervino Pedro.

Justo aquello de lo que él había acusado, y por lo que había castigado, a Paula.

Sus celos le habían hecho querer hacerla suya una y otra vez, para borrar a esos dos hombres de su mente y su corazón.

¡Cómo debía de odiarle ella!

Pedro ni siquiera era capaz de mirarla a la cara. Necesitaba tiempo para revaluar la situación.

-De eso no estamos seguros -dijo Paula con tranquilidad-. Aunque desde luego el cuadro parece haber sido pintado por un hombre que... conocía a su modelo más íntimamente de lo normal.

Paula no podía mirar a sus padres. Alejandra era su madre biológica, pero Paula nunca llegó a conocerla. Mientras que para Carlos y Carol, había sido su hija, alguien a quien Carol había dado a luz, a quien habían criado y amado.

-Realmente, no sabemos qué clase de relación mantenían -añadió ella con firmeza.

-No me puedo creer que sea nuestra Alejandra -su madre no quitaba la mirada del cuadro, con ojos llorosos-. Era tan preciosa, ¿verdad? De niña era adorable. Pero al cumplir los dieciséis... bueno... -no supo cómo continuar y buscó ayuda en su marido.

-Se volvió un poco alocada -dijo el padre de Paula con tristeza-. Empezó a salir mucho, a veces pasaba toda la noche fuera. Y cuando intentábamos hablar con ella, se limitaba a encogerse de hombros y seguía comportándose igual. Y por último... se escapó de casa a los diecisiete años.

-Amaba mucho la vida -añadió Carol entre sollozos-. Pero no sabíamos qué hacer con ella, no éramos capaces de llegar hasta ella. Se escapó y no dio señales de vida durante meses, y por fin llegó una carta. Ni siquiera sabíamos que estaba embarazada hasta que recibimos una llamada urgente del hospital. Llegamos tarde. Alejandra ya había fallecido -Carol lloraba-. Pero ahí estaba Paula -dijo, sonriendo entre lágrimas-, y pensamos que se nos ofrecía una segunda oportunidad, que no volveríamos a cometer los mismos errores -las lágrimas inundaron nuevamente sus ojos.

-No cometisteis ningún error -se apresuró Paula a asegurarle, mientras sujetaba con firmeza la mano de su madre-. Ni con Alejandra ni conmigo. Sois los mejores padres que alguien podría tener -dijo con convicción-. Y, si hubiera tenido tiempo, Alejandra habría sentado la cabeza, puede que incluso se hubiera casado y os hubiera dado muchos nietos.

-El hecho es que cuando se marchó nos rompió el corazón -continuó Carlos-. No sabíamos dónde estaba ni lo que hacía. Entonces, como ya ha dicho Carol, después de seis meses de silencio, nos escribió, sin darnos su dirección, para decirnos que trabajaba como cantante en un hotel en algún sitio al norte de Inglaterra...

-En Leeds -dijo Pedro enseguida.

-Sí, eso es -asintió el padre de Paula-. Allí conoció una noche a Mario Tayson, que había ido a cenar con unos amigos. Al parecer, se enamoró de ella a primera vista. Ella estaba muy emocionada con su compromiso. Nos escribió que le traería a casa para que le conociéramos antes de la boda -suspiró pesaroso-. Todo parecía tan increíble, tan... -sacudió la cabeza-. Sólo tenía dieciocho años.

Paula contempló el retrato de su madre con dieciocho años, con toda la vida por delante. 

Un año después, estaba muerta.

Pedro también contempló el retrato, se fijó en las diferencias que Paula había insistido en que existían. Sin contar la marca de nacimiento, la mujer del retrato seguía pareciéndole la versión ligeramente rejuvenecida de Paula, una versión más salvaje.

Pero no era Paula.

Pedro comprendió por qué se había enfadado tanto Paula por no creerla, ni siquiera cuando ella había negado haber estado prometida a Mario Tayson o haber mantenido una relación con Miguel Chevis.

Y en esos momentos, su inocencia anulaba por completo su otra acusación: la de ser una cazafortunas...

Se obligó a mirar a Paula, a esos preciosos ojos que lo hechizaban, a la sensual fluidez de su cuerpo que lo cautivaba, a su inteligencia que lo embelesaba.

Supo que ella no quería su dinero, que había sido él quien lo había dado por hecho. Se dio cuenta de que ella sólo había aceptado casarse con él porque la había amenazado con quitarle el bebé si no lo hacía.

Al pensar en Luke, en el dolor que sintió tras su muerte, en cómo a Sally se le partió el corazón, supo que Paula debía de odiarle por hacerle lo mismo si no se casaba con él.

¿De verdad había pensado que ese matrimonio podía basarse en sus amenazas hacia Paula y en el temor de ella a perder a su bebé si no se quedaba junto a él?

Si él no hubiera estado ciego, habría visto las señales: su negativa a aceptar el enorme anillo de compromiso, su fastidio ante el coche tan caro, su negativa a dejar el trabajo y ser una mantenida. Pero él había decidido que ella fingía no estar interesada en todas esas cosas y que sus exigencias comenzarían después de la boda.

¿Qué clase de cínico insensible era?

Más aún, ¿cómo iba Paula a enamorarse de él después de la manera en que la había tratado?

-¿No crees que Mario Tayson fuera tu padre? -preguntó Carol con dulzura.

-Mira el retrato, mamá -Paula sonrió pesarosa-. ¿Qué crees tú?

-Mmm -su madre hizo una mueca-. Creo que Miguel Chevis estaba enamorado de Alejandra.

-Pero ¿estaba enamorada Alejandra de él? Ésa es la pregunta -dijo Paula.

-Yo creo que sí -contestó el padre-. Fíjate en el rostro de Alejandra, esa luz. Es la luz de una mujer que acaba de ser amada -reconoció con un sobresalto-. ¿Tú qué piensas, Pedro?

-Creo que no es la clase de cuadro que colgaría encima de la chimenea del salón -admitió.

-Pero sí en.el dormitorio, ¿verdad? -Paula se burló, pero paró al descubrir una expresión sombría en el rostro de Pedro, sentía su inquietud y la ira que surgía en él.

¿Qué le sucedía?

Ella ya había intentado explicárselo, que no era ella sino su madre, ¿entonces...?

¡Eso era! Ella tenía razón. Y él estaba equivocado. Sobre ella, principalmente.

Paula lo miró inquisitiva y Pedro, consciente de esa mirada, se volvió hacia ella con los ojos azules tan brillantes y enfadados que ella casi retrocedió un paso.

¡Era obvio que a Pedro no le gustaba equivocarse!

-También creo que -continuó Pedro con dificultad-, con Alejandra y Mario Tayson muertos, sólo hay una persona que pueda contarnos la verdad. Tenemos que hablar con Miguel Chevis.

-Ya he intentado contactar con él, pero sin suerte -reveló Paula con gesto derrotado.

-¿De verdad? -Pedro frunció el ceño.

-Sí -confirmó ella a la defensiva-. Le di a su agente una carta y una foto mía el viernes pasado.

-¿Una foto? -preguntó Pedro con sospecha.

-Una foto mía -le dijo Paula secamente-. Tú mismo lo dijiste, Pedro, mi parecido con Alejandra es demasiado grande para que sea casualidad. Esperaba que Miguel Chevis pensara lo mismo y que se diera cuenta de que tenía que ser la hija de Alejandra, y seguramente también la suya. Pero no ha contestado, por lo que supongo que mi teoría no era cierta.
Paula había puesto muchas esperanzas en el pintor para poder restregarle la verdad a Pedro por la cara y demostrarle que todas las cosas que pensaba de ella eran falsas.
Menos mal que Carol y Carlos lo habían hecho por ella al explicar quién era Alejandra, pero aun así se sentía desilusionada porque Miguel Chevis ni siquiera se había molestado en responder.
-Todavía hay tiempo -murmuró amargamente Pedro-. Estamos a lunes, Paula. No sabemos cuándo envió la carta su agente. Puede que Miguel Chevis no la haya recibido aún.
Paula tuvo que admitir que era una posibilidad...
-¿Entonces crees que todavía puedo recibir noticias suyas? -preguntó ella lentamente.
-Sí, creo que hay posibilidades -admitió Pedro-. Y si no recibes noticias, iré yo mismo a ver a ese agente. Tienes que llegar al fondo de este asunto.
¿Ella tenía que llegar al fondo?
¿0 era Pedro?
-Mientras tanto -continuó Pedro apresuradamente-, Paula tiene una cita con el especialista esta tarde. Le hablaremos del historial médico de Alejandra, y le pediremos que compruebe si Paula podría tener algún problema parecido.
¿De verdad pensaba Pedro que ella podía morir en el parto, igual que su madre?
De ser así, eso resolvería todos sus problemas. Tendría a su hijo y se desharía de su esposa cazafortunas a la vez.

Sin embargo, Pedro parecía estar hundido en la miseria.

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