Conforme más se acercaba a ella, más necesitaba explorar su persona. Cuando se sorprendió preguntándose en qué pensaría al despertarse por la mañana, o cuánto tardaría en arreglarse, supo que se estaba convirtiendo en algo más que en otra persona que pasaba por su vida. De repente había dejado de ser sólo el juego al que estaba jugando con ella. A su retorcida manera, se alegraba de poder utilizar el juego como excusa para pasar más tiempo a su lado. Tenía ventaja y un motivo para averiguarlo todo sobre ella sin que sus amigos sospecharan nada. Tenía un pretexto para pasar con ella todas las horas que podía. Si quería ganar, tenía que hacerlo, ¿no?
—¿Por qué tiene que venir otra vez? —pregunta Molly al grupito antes de darle una calada a un cigarrillo.
—Porque es la compañera de Steph y, por alguna razón inexplicable, a ella le cae bien, así que va a traerla —explica Nate.
—Pero es un coñazo de tía. Es insufrible —protesto frotándome la cabeza.
Me irrita incluso cuando no está presente. A Molly debe de haberle gustado mi reacción, porque se dispone a inclinarse sobre mí. Me aparto antes de que me toque y finjo que no me había percatado de sus intenciones.
Me he pasado la tarde follándomela, hundiendo la polla en ella y pensando en otra persona. Sentía las suaves curvas de su cadera, sus pechos generosos. Oía cómo su voz pronunciaba mi nombre. Agarré su pelo rosa, me imaginé que era rubio y me corrí con ganas en el condón. Molly se sintió muy orgullosa de sí misma por conseguir por fin que me corriera sin que usara la boca. Si ella supiera...
—Pero está buena —añade Nate.
¿Es que ahora todo el mundo se ha dado cuenta de lo buena que está Pau?
—¿Buena? No, para nada —miento a regañadientes.
Zed se pasa su mano bronceada por el pelo perfectamente engominado.
—Tío, es innegable que está buena —dice con una seguridad pasmosa—. Yo me la tiraría sin pensarlo.
—Qué más quisieras. Salta a la vista que es una mojigata. Venga, ¿quién llega virgen a la universidad? —dice Molly mofándose de Pau.
Nate se ríe.
—Ya, ¿desde cuándo sois amiguitas para que te haga esas confesiones?
Molly lo fulmina con la mirada.
—¿Yo? Yo jamás hablaría con ésa, pero Steph tiene que hacerlo, y al parecer oyó algo al respecto cuando la «princesa» estaba hablando con su novio.
—Igual por eso es tan estirada, porque nadie se la ha follado como es debido —digo, y me aparto unos centímetros de Molly con la esperanza de que no vuelva a acercarse.
—Entonces tendré que solucionar eso —dice Zed esperando que todo el mundo se eche a reír.
No lo consigue.
—Ya, claro. No podrías ni aunque lo intentaras —lo provoco.
—Y ¿tú sí? ¡Yo tengo más posibilidades que tú! —contraataca.
No puede estar hablando en serio. ¿Acaso no se acuerda de su querida Samantha?
—¿Qué me he perdido? —Jace se sienta en el suelo de hormigón y se saca un porro del bolsillo.
—Steph tiene una compañera de cuarto que es una auténtica esnob, y Zed y Pedro están discutiendo sobre quién podría tirársela primero —lo informa Molly refunfuñando.
¿En serio Zed cree que se acostaría con él? Miro al grupo, y me cabrea que todos piensen así de ella. Si su cuerpo es tan puro como dicen, me imagino lo que sentiría con el más mínimo contacto. La tendría retorciéndose debajo de mí, suplicándome más. Zed jamás podría hacer que se corriera del modo en que podría hacerlo yo. Pero ¿y si dejara que lo intentase? Si ambos estuviéramos en las mismas condiciones, ¿lo elegiría Pau antes que a mí?
—¿Sabes qué? Podríamos hacer esto mucho más interesante. ¿Te apuntas? —Me vuelvo hacia Zed, que sonríe.
—Depende.
—Hum... Bien, veamos quién consigue tirársela primero.
«¿Qué sentido tiene todo esto?», me pregunto en el instante en que pronuncio esas palabras. Y otra parte de mí responde: «Podría ser divertido. Al menos me dará algo que hacer y un motivo para seguir chinchándola».
—No sé... —dice Zed con vacilación.
Había dado por hecho que estaría dispuesto a ganarme en lo que fuera, dado nuestro pasado y el rencor tácito que me guarda.
—Venga, no seas pringado. No será tan difícil. Steph se encargará de convencerla para que venga a la próxima fiesta y haremos que se haga amiga nuestra —les explico—. Es joven e ingenua, será muy fácil.
He hecho estas cosas antes, con retos diferentes y presas diferentes, pero sigue siendo un juego.
—Esto es absurdo. ¿A quién coño le importa con quién pierda la virginidad una tía cualquiera? — resopla Molly, protestando como siempre.
—Si estás tan seguro de que puedes hacerlo, te daré una semana.
Jace se atraganta con el humo en sus pulmones y le pasa el canuto a Molly.
—¿Una semana? Tío, tiene una mala leche que flipas, y no nos llevamos nada bien. Creo que voy a necesitar más tiempo. —No tienen ni idea de lo testaruda que es esa tía. Es insolente y prepotente de la hostia.
—¿Cuánto? ¿Dos semanas? Mira, si lo consigues en el plazo de un mes, te daré quinientos —dice Zed, y vuelve a apoyarse contra la pared de cemento.
—¿Quinientos dólares? —Molly se queda boquiabierta.
Su furia me divierte. A la muy zorra le encanta ser el centro de atención, y detesta profundamente que Pau le esté robando protagonismo.
—Yo añado trescientos. Ochocientos. ¿Crees que lo conseguirás? —pregunta Jace con los ojos rojos.
—Sí, claro que sí. Lo único que espero es que no se obsesione conmigo —digo, y me debato entre si debo presumir sobre todas las veces que he ganado este tipo de apuestas o no. Decido no hacerlo. Me fascina la facilidad con la que aparece mi sonrisa característica, esa que Mark, mi viejo amigo de Hampstead, solía llamar «el sello». Es la expresión que pongo cuando sé que voy a ganar algo, o a alguien. Y aquí estoy, sonriéndole a Zed y trazando un plan mental mientras el grupo espera que alguien me baje un poco los humos.
—Lo dudo mucho. —Nate se ríe y se enciende otro cigarrillo.
—No va a caer en tus redes. No es tan idiota —dice Zed fulminándome con la mirada.
Jace se echa a reír, mirándome directamente.
—Sí, así que, si lo consigues, necesitaremos pruebas.
¿Pruebas? No puede ser muy difícil. Soy bastante creativo.
—¿Qué os parece un vídeo? No me vendrá mal algo de material nuevo. —Jace se inclina hacia atrás, mirándome todavía.
—No, no. Eso es demasiado arriesgado —respondo.
Ya he pasado por eso antes, y no quiero volver a vivirlo por nada del mundo.
—Créeme, tendréis pruebas sin nada de eso. —Miro directamente a Zed y vuelvo a esbozar esa sonrisa de superioridad—. Nunca me he tirado a una virgen. Esto va a ser divertido.
Sonrío con falsedad y me llevo los dedos al aro del labio como si estuviera intentando ocultarlo.
Molly interviene.
—Un momento, ¿cómo cojones pensáis llevar esto a cabo? No tiene sentido. ¿De repente los dos vais a intentar tirárosla? —Se atusa el pelo cabreada—. Al menos hacedlo con algo de sutileza —nos increpa, y alarga la mano para tomar prestado el mechero de Nate.
—Tienes razón —dice Jace—. ¿Y si lo hacemos con un juego?
—¿Un juego? —Zed parece intrigado.
—Como Verdad o desafío. Podríamos hacerle preguntas sobre sexo y confirmar que es virgen para que no perdáis el tiempo para empezar —dice Jace meneando la mano entre Zed y yo.
—¿Verdad o desafío? Dime que estás de coña —protesto.
Nadie juega a esa mierda ya.
—Es una idea absurda. —Nate sacude la cabeza con fingida decepción.
Nadie mayor de doce años jugaría a Verdad o desafío.
—En realidad es muy buena idea. Menos evidente —añade Steph—. Como no se entera de nada, pensará que es algo a lo que juega la gente en la facultad para divertirse. Es lo bastante atrevido como para que lo considere peligroso, y lo bastante infantil como para que lo entienda.
Observo al resto del grupo y todos están asintiendo y riéndose. Menudos idiotas.
Me encojo de hombros y cedo ante su idea, pero sólo porque no se me ocurre nada mejor.
—Bien, que sea Verdad o desafío entonces —concluye Jace.
La fiesta está a petar. Hay incluso más gente que en la de la semana pasada, y yo estoy sobrio, como siempre. Me quedo en mi cuarto mientras la música va subiendo de volumen, y después decido bajar. Deambulo por el salón buscando a Nate, y me detengo al ver a Pau sentada en el sofá. Bueno, creo que es ella. Va vestida de manera diferente.
Muy diferente. Sus fascinantes ojos azul grisáceo resaltan más con el maquillaje, y la ropa que lleva se ciñe a sus curvas.
Joder, está muy buena. No se lo diría por nada del mundo pero, madre mía, cómo está.
—Estás... diferente. —No puedo dejar de mirarla mientras se pone de pie.
Sus caderas... Joder, esas putas caderas deberían tener mis dedos marcados en la piel.
—Esta noche llevas ropa de tu talla. —Mi comentario parece una burla, pero no pretendía que lo fuera.
Pone los ojos en blanco y se ajusta la blusa para cubrir su magnífico escote.
—Me sorprende verte aquí —le digo, sin dejar de admirarla.
Suspira.
—Y a mí me sorprende haber acabado aquí de nuevo también. —Se aleja de mí sin previo aviso, y yo dudo por un momento si seguirla o no.
Conozco el plan, y ahora que la veo vestida de esta manera, estoy aún más dispuesto a esta mierda. Decido no seguirla, todavía no. Dejo que se pierda entre la gente durante un rato.
Unos minutos después, estoy apoyado contra la encimera de la cocina cuando Molly se me acerca.
—¿Estás listo para esa mierda o qué? —pregunta.
Está cabreada y celosa del nuevo reclamo. Y lo entiendo. Está acostumbrada a llamar la atención del sexo opuesto; la hace sentirse necesitada.
Entiendo cómo se siente mejor que nadie.
—¿Y tú? —le contesto enarcando una ceja.
Pone sus ojos cargados de maquillaje en blanco.
—Voy a decirle a Steph que la busque y que la lleve al salón, visto que tú no piensas ayudar en nada.
Justo cuando me siento, vaso de agua en mano, Pau se une al grupo. Al empezar el juego, noto que estoy incómodo y emocionado al mismo tiempo sin saber muy bien por qué.
Intento no pensar en Natalie, ni en Melissa, ni en ninguna de las demás. No es culpa suya que hayamos nacido en esta sociedad con toda la escoria que eso conlleva, incluido yo mismo.
—¡Juguemos a Verdad o desafío! —dice Zed, y todo nuestro pequeño grupo de amigos tatuados se reúne alrededor del sofá.
Molly pasa una botella de vodka, y yo paso de ella y bebo un trago de agua como si me quemara la garganta de ese modo tan familiar.
Steph, Nate, su compañero de cuarto, Tristan, Zed y Molly beben por turnos de la botella. Pau los observa pero no bebe nada. No creo que sea adicta como yo. A lo mejor simplemente no le gusta beber. Ni siquiera en una fiesta universitaria.
—Tú también deberías jugar, Pau. —Molly le sonríe.
Conozco esa sonrisa malévola. Todavía no puedo creer que vayamos a jugar a esta mierda infantil.
—Preferiría no hacerlo —contesta, y empieza a hurgarse las uñas.
Miro a Zed. Parece un poco preocupado. Quizá lo intimide el hecho de que no pare de mirarme a mí en lugar de a él.
—Para jugar tendría que dejar de ser una mojigata durante cinco minutos —la provoco.
El grupo se ríe; todos excepto Steph, que está haciendo un papel magnífico. A mí no me engaña: la conozco perfectamente.
Veo cómo Pau se debate ante la presión de la peña y está a punto de ceder. Me inclino hacia Zed:
—Esto es pan comido. Puedes pagarme ya, si quieres —le digo.
Puede que lo del juego no haya sido tan mala idea después de todo.
Durante los primeros turnos, Zed se bebe una cerveza de un trago y Molly nos enseña los piercings que tiene en los pezones. Disfruto de lo lindo al ver cómo a Pau casi se le salen los ojos de las órbitas y se pone roja como un tomate al ver cómo Molly nos lo enseña todo como si tal cosa. No puedo evitar imaginarme las generosas tetas de Pau, firmes y suaves, decoradas con unos pequeños barbells.
—¿Verdad o desafío, Paula? —pregunta Nate, iniciando así el espectáculo. Por fin.
—¿Verdad? —Parece vacilar.
No me pasa desapercibido el hecho de que no corrige a Nate cuando la llama Paula, mientras que cada vez que lo hago yo actúa como si quisiera arrancarme las pelotas y alimentar con ellas a ese perrito faldero que tiene por novio.
—Cómo no —me mofo.
Me fulmina con la mirada mientras Nate se frota las manos y finge pensar la pregunta que todos sabemos ya que le va a formular.
—Vale. ¿Eres... virgen? —dice por fin.
Pau abre los ojos como platos, más aún que de costumbre, y oigo ligeramente cómo se atraganta. Está estupefacta, horrorizada y ofendida de que un extraño se atreva a preguntarle algo tan personal. El rubor comienza a descender por su cuello hasta su pecho.
Empieza a juguetear con las manos y tengo la sensación de que está intentando decidir entre insultar a este capullo o salir corriendo del salón.
—¿Y bien? —pregunto sin dejar de imaginarme su cuerpo desnudo debajo del mío.
Su dulce voz emitiría sonidos que nadie ha oído nunca antes. Este pensamiento me atrae de la hostia, pero es una mierda al mismo tiempo, porque no puedo hablar con esta tía sin que me asalte con su carácter esnob.
Por fin, la muy inocente asiente rápidamente sin articular palabra.
Todos los presentes estamos pensando en nuestro juego y en cómo esta chica dulce, inocente e ingenua a más no poder acaba de caer en nuestra trampa.
Pau es virgen; acaba de admitirlo delante de todos nosotros. Sabía que lo era antes de que lo admitiera. Lo imaginaba por su manera de estremecerse cuando hablamos a solas. La idea de ser el primero en tomarla, en enseñarle lo que se ha estado perdiendo, hace que se me ponga dura. Me imagino lo que se esconde debajo de ese modelito. Su piel suave, sus tetas generosas, sus pezones endureciéndose bajo mis caricias. Ha empezado la caza, y estoy más que preparado. Estoy ansioso por estar dentro de ella.
Juguetea con su pelo desde el otro lado del círculo, y yo me imagino ese pelo rubio alrededor de mi puño mientras la acerco hacia mí y me la follo por detrás. Le daría una palmada bien fuerte en ese culo redondo que tiene con la esperanza de dejarle una marca. Ella suspiraría mi nombre a través de sus labios rosados e hinchados. Mi nombre sonará de maravilla saliendo de su boca. Me ajusto los pantalones y observo a Pau de nuevo.
Ella se lame los labios, y yo gruño para mis adentros.
Me pregunto cuántas pollas habrá tenido en la garganta. Me pregunto si habrá probado alguna vez el semen de un hombre y, conforme la conversación continúa, descubro que no tiene prácticamente ninguna experiencia en lo que respecta al sexo, de modo que pienso enseñarle hasta el más mínimo detalle de todo lo que se ha estado perdiendo.
------------------------------------------------------------------------------------------------
solo 23 capitulos contados por Pedro .....
esta buenísimo, me encanta recordar todo desde las perspectiva de Pedro
ResponderEliminar