Ahora que había conocido a la chica, empezaron a aumentar sus temores. Nunca había tenido demasiada competencia en lo que al afecto de las mujeres se refería.
Ningún otro hombre se había interpuesto jamás en sus breves encuentros con ellas.
Hasta que apareció aquel chico perfecto de cabello dorado, con un libro que contenía todos sus secretos. Sabía que aquel chico la había visto crecer; había estado a su lado durante la mayor parte de su vida, y probablemente la conocía mejor que nadie. Era fácilmente detestable, pero al final se dio cuenta de que él no era la competencia en absoluto.
Mientras recorro el vestíbulo de la residencia de Pau, intento quitarme esos pensamientos de la cabeza. No hago más que imaginármela desnuda debajo del cuerpo de ese niño bonito. Lleva el cárdigan atado alrededor de los hombros mientras se la folla.
Si no fuera porque me da náuseas, la imagen me resultaría chistosa.
Llamo a la puerta de Pau una vez antes de girar el pomo y entrar. No está cerrada con llave, lo que significa que su novio y ella no tienen planeado nada demasiado salvaje.
Noah y ella están sentados en la cama a oscuras, y Pau da un respingo al verme y se aparta un poco de él.
—¿Qué haces tú aquí? —ladra, y eleva la voz al darse cuenta de quién acaba de llegar—. ¡No puedes irrumpir en mi cuarto de esta manera!
Sonrío a la adorable pareja.
—He quedado con Steph. —Me siento en el borde de la cama de Steph, sabiendo que es una mentira descarada.
Me vuelvo hacia Noah para evaluar su nivel de cabreo. ¿Será un tío majo o un estirado como Pau? Seguro que se cabrea como una mona en cuanto pronuncie su nombre.
—Hola, Noah, me alegro de volver a verte. —Me planteo estrecharle la mano.
Seguro que está acostumbrado a hacerlo en el club de campo al que pertenece.
—Está con Tristan, probablemente en tu casa —dice Pau escupiendo las palabras como si intentara insinuarme que me largue.
«Todavía no, rubita.»
—¿Ah, sí? —digo para sacarla de quicio—. ¿Vais a venir a la fiesta?
Eso sería mucho más divertido. El tipo encajaría en la casa de la fraternidad, el resto de los pijos rubios lo obligarían a beber cerveza del barril haciendo el pino en cuanto entrara por la puerta. Su alma pura se vería mancillada, y Paula tendría que buscarse otro guaperas rubio. Pobrecita.
—No..., no vamos a ir. Estamos intentando ver una película —me contesta.
Noah mueve la mano en la oscuridad y me horrorizo al ver que la coloca sobre la de ella. Percibo lo incómoda que está incluso a través de la penumbra.
—Qué pena. Será mejor que me marche... —Al volverme, parte de la presión que siento en el pecho desaparece—. Ah, Noah... —Hago una pausa entre mis palabras y espero para ver cómo Pau se echa a temblar—. Llevas una chaqueta preciosa.
Parece aliviada al comprobar que no voy a montar una escena.
—Gracias, es de GAP —me responde él.
El pobre no tiene ni idea de que me estoy burlando.
—Me lo imaginaba. Que os divirtáis —digo, y salgo de la habitación. Me arde el pecho mientras cierro la puerta. Menudo pelele.
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