Divina

Divina

sábado, 9 de enero de 2016

After 0 Capitulo 7


Uno puede cometer un determinado número de errores en la vida, y él los había cometido todos. Hasta el último ápice de respeto que sentía por ella parecía desaparecer bajo su estado de confusión mental. La amaba y la valoraba más que a su propia vida, pero fracasaba una y otra, y otra vez a la hora de demostrarlo, a la hora de recordarlo en los momentos que cuentan. Jugaba con ella; jugaba a juegos inmaduros y no le mostraba su verdad. Esa verdad que escondía. Esa verdad que había encerrado con llave y que ocultaba por su crianza, por el hecho de ser incapaz de recordar cuántas veces había recibido abrazos y cariño cuando era un niño.

No estaba intentando poner excusas, sólo estaba acostumbrado a hacerlo. Siempre culpaba a los demás, nunca se hacía responsable de sus acciones ni de sus palabras. Todo resultaba más sencillo de esa manera. Pero al final aprendió la lección.

—Desafío. —Todo el mundo sabe que nunca elegiría la otra opción.

Pongo los ojos en blanco. No me puedo creer que esté jugando a esta tontería.
Miro a la Madre Paula y veo cómo rumia un buen desafío.

—Hum... ¿A que no te atreves a...? —Se detiene.

Todos estamos esperando, anticipándonos a su pregunta mientras juega acorde a nuestro plan. 

—¿A qué? —presiono para que se dé prisa con esta mierda.

Esta chica, que no tiene ni idea de en el lío que se está metiendo con esta manada de hienas..., continúa en silencio, mirando a su alrededor, presa del pánico. Sólo es un juego, pero sé que le gusta estar por encima en lo que a ingenio se refiere, incluso si se trata de algo tan estúpido como esto. Me divierte ver cómo se preocupa por algo tan nimio. Tiene la manía de morderse el labio inferior, del mismo modo en que yo juego con mi aro. Por un instante, me la imagino con un piercing en el labio.
Sería la hostia verla así.

—¡A quitarte la camiseta y no volver a ponértela durante el resto del juego! —exclama Molly por Pau.

Y Pau se pone colorada. Se está convirtiendo en un patrón.

—Qué infantil. —Me quito la camiseta negra por la cabeza y Pau posa la mirada sobre mi cuerpo, y lo hace con tanta intensidad que ni siquiera se da cuenta de que la estoy observando.

Steph le da un codazo, y ella aparta los ojos y los fija en el suelo.

Oficialmente voy a ganar esta apuesta. Zed no tiene nada que hacer.

El juego continúa, y yo permanezco aquí sentado, medio desnudo, observando cómo Pau intenta no mirarme. No sé interpretar sus miradas. No sé si le disgustan mis tatuajes o si le intrigan. No para de temblarle la mandíbula; seguro que se está esforzando al máximo por permanecer quieta.

Qué interesante.

—Pau, ¿verdad o desafío? —pregunta Tristan.

Me inclino hacia atrás y me apoyo sobre las palmas de las manos.

—¿Para qué preguntas? Todos sabemos que va a decir verdad...

—Desafío —dice la muy testaruda, sorprendiéndome con un tono retador. Es un sonido provocador que hace unos instantes jamás habría creído posible que saliera de su boca.

—Hum... Pau... ¿a que no te atreves... a beber un trago de vodka? —Tristan sonríe.

—No bebo alcohol —dice, y levanta la barbilla a modo de orgullosa negativa.

Me lo había imaginado, pero me complace esa revelación. Todos los presentes están deseando ponerse como las cabras, y resulta agradable tener a alguien que no necesita eso.

—Por eso es un reto —responde Tristan.

—Oye, si no quieres hacerlo... —empieza a decirle Nate.

—Es una pringada —me susurra Molly al oído.

¿Pringada? ¿Porque no quiere beber?

—Vale, sólo un trago —dice.

Y así, sin más, doña «Yo no hago esto y lo otro», cede ante la presión.

Lo cierto es que me siento algo decepcionado. No sé muy bien por qué, pero creía que era diferente. Pensaba que no era como el resto de nosotros, desesperada por llamar la atención de nuestros colegas.
Está claro que me equivocaba.

—Lo mismo de antes —le dice Zed, y le da un gran trago a la botella de vodka antes de pasársela. Me cabrea que beban de la misma botella; es asqueroso.

Y el juego continúa, bebida tras bebida. Ella hace gestos de desagrado y se limpia el ardiente líquido de los labios. Ahora tiene los ojos rojos y las mejillas a juego. Da la impresión de estar perdida y de que pierde el equilibrio, incluso a pesar de estar sentada. 

Se lleva la botella a la boca de nuevo y, de repente, me sorprendo agarrándola y apartándola de ella. No intenta detenerme. ¿Es consciente de que ya ha bebido suficiente?
¿Considera esto su primer sorbo de libertad? Una chica tan protegida, expuesta ahora a este mundo cruel de personas que beben para dejar de sentir aquellos problemas que sus padres de mierda les hayan legado. Quizá el suyo, como el mío, fuera el abandono. ¿Sufrió esta chica de abandono?

Fijo la mirada en el cuello perfectamente cerrado de su blusa. No, estoy seguro de que no la abandonaron. Tal vez su baja autoestima sea sólo una fase. Quiere liberarse de sus controladores padres y demostrarse a sí misma que ella también puede ser una chica rebelde. Es perfectamente capaz de salir con los chicos malos y de beber hasta vomitar.
La otra posibilidad es que, sencillamente, a mi grupo y a mí se nos dé demasiado bien arrastrar a la gente.

—Creo que ya has bebido suficiente —digo, y me dispongo a pasarle la botella a Nate.

Pero Pau se apresura a agarrarla en el último instante y bebe otro sorbo. En sus carnosos labios se dibuja una leve sonrisa maliciosa mientras se lame para limpiarlos. Observo su garganta mientras traga con aire desafiante y me dan ganas de separarle los labios y beberme el licor directamente de su boca.

Aparto esa idea de mi mente. Molly me mira y traza círculos con el dedo en el aire junto a su cabeza como diciéndome que estoy loco. Puede que lo esté.

—No me puedo creer que no te hayas emborrachado nunca, Pau. Es divertido, ¿verdad? —le pregunta Zed.

Ella se ríe como una tonta y pongo los ojos en blanco.

—Pedro, ¿verdad o desafío? —me pregunta Molly.

—Desafío. —¿Para qué pregunta?

Quizá debería haber hecho lo mismo que Pau, sólo por demostrar algo.

—¿A que no te atreves... a besar a Pau? —Los labios pintados de Molly se curvan en una sonrisa, y oigo cómo Pau sofoca un grito.

Interviene antes de que pueda decir nada:

—No, tengo novio.

—¿Qué más da? Es sólo un juego. Tú hazlo —dice Molly mientras se hurga las uñas.

—No. —Pau eleva la voz—. No voy a besar a nadie.

Se levanta y se dirige al otro extremo del salón. Bebo un trago de agua y veo cómo desaparece por la puerta principal. Se ha pasado la noche mirándome, observando mi torso descamisado. ¿Cómo puede darle tanto asco la idea de besarme como para salir corriendo de aquí?

¿O es posible que ese beso significara para ella más que una simple prueba de desafío?

—¡Y ahí va, señoras y señores! —Nate se ríe y se inclina hacia mí.

Derrama la cerveza del vaso sobre la alfombra que tiene delante y no se molesta en limpiarla.

Este suelo ha visto cosas peores.

—Más os vale salir corriendo detrás de ella o perderéis la apuesta —dice Steph en tono burlón mientras me pongo de nuevo la camiseta.

Joder, últimamente está muy alborotadora. ¿Qué coño le pasa?

—¿Y bien, capullos?, ¿quién de los dos va a ir tras ella? —pregunta Nate.

Echo un vistazo al atestado salón. No la veo. Zed me observa, evaluando mi reacción ante la pataleta de Pau. Mantengo una expresión neutra, sin mostrar el más mínimo interés, mientras escaneo la habitación de nuevo. No pienso dejar que sea él quien llegue hasta ella primero por nada del mundo. Se ha cabreado porque la han desafiado a besarme. Este juego de mierda ni siquiera ha sido idea mía, y ahora nos ha salido el tiro por la culata. Les advertí que no era buena idea. Cuando Logan distrae a Zed, me asomo para mirar en la cocina. Veo a Pau y me dispongo a levantarme del suelo.

—¿Adónde vas? —Molly me agarra del brazo mientras me levanto.

—Eh..., a por más agua. —Miro mi vaso, que está casi medio lleno, pero me importa una mierda que descubra mi estratagema.

Echo un vistazo por la estancia mientras paso entre la gente buscando el pelo rubio de Pau.

Cuando entro en la cocina, la veo junto a la encimera con una botella de Jack Daniel’s en las manos.

Levanta la botella y siento esa familiar punzada de necesidad en el fondo de la garganta. Me horroriza que esta chica caiga en un hábito tan peligroso tan rápido. El modo en que cierra con fuerza los ojos mientras bebe y los sonidos de atragantarse que hace cuando termina... Arde y casi la hace vomitar, pero aun así bebe otro trago. ¿Será adicta?
¿La ayudará a olvidar cosas y a bloquear recuerdos en su mente, como solía ayudarme a mí? ¿Tendrá recuerdos de los que necesite huir? Aparentemente, sí. Sigo observándola cuando abre el grifo y busca un vaso. Abre el armario y mira hacia la puerta.

Me aparto para que no me vea.

¿Qué hago aquí siguiéndola y observando su repentina pasión por la amnesia que provoca el alcohol?

Doy media vuelta y vuelvo con mi grupo. Molly está burlándose de Logan con respecto a la chica con la que estaba anoche, y Nate se está encendiendo un cigarrillo cuando vuelvo a sentarme en el suelo sucio.

—Larguémonos de aquí. Me aburro, y salta a la vista que tú también. —Siento el aliento caliente de Molly en el cuello cuando rodea mis hombros con los brazos.

Me la sacudo de encima y niego con la cabeza, pero vuelve al ataque.

—Me voy arriba —le digo.

Me estrecha con brazos de acero, reteniéndome en el suelo.

—Buena idea. —Presiona los labios contra mi cuello.

Con la combinación de su estado de embriaguez y mi rápido movimiento, se cae de espaldas sobre la alfombra en el momento en que intenta envolverme de nuevo con sus brazos, y me levanto. 

—Qué asco. No necesitaba ver eso —bromea Logan para provocarla.
Ella le saca el dedo y se vuelve hacia mí.

—Joder, Pedro—me suelta.

—Joder, Molly. —Le doy la espalda y me dirijo hacia la escalera.

Cuando llego arriba, el teléfono empieza a sonar en mi bolsillo delantero. Veo el nombre de Ken en la pantalla y le doy a ignorar la llamada. No estoy de humor para tratar con él. No suelo estarlo. Sólo quiero estar solo, lejos de toda esta música y de todas estas voces. 

Quiero que mi patético padre deje de intentar «conectar» conmigo. Quiero perderme en el mundo de una novela en la que los personajes tengan problemas mucho peores que los míos y que me haga sentir algo más normal de lo que soy.

Pero en cuanto me aproximo a mi cuarto, veo que la puerta está abierta, justo lo suficiente como para saber que algo no está bien. Siempre cierro esa puta puerta; ¿se me habrá olvidado esta vez? Dentro, encuentro a Pau sentada en mi cama con uno de mis libros en la mano. El móvil suena otra vez. Pago mi cabreo con Ken con ella. ¿Cree que puede hacer todo lo que le venga en gana?

¿Que puede entrar en mi habitación, más de una vez, sin mi permiso?
¿Qué hace aquí? Ya le advertí que no entrara. ¿Qué coño le pasa?
Camino hacia ella.

—¿Qué parte de que «Nadie entra en mi habitación» no has entendido?

Tensa los hombros, sorprendida.

—P... perdona, es que... —balbucea, y abre mucho los ojos, pero no con miedo..., sino con furia.

Está intentándolo de nuevo, lo de mostrarse paciente conmigo.
Le señalo la puerta.

—Largo.

—¡No tienes por qué ser tan capullo! —me chilla.

—Estás en mi cuarto, otra vez, después de que te dijera que no entraras. ¡Lárgate! —le recuerdo igualando el volumen de su voz. 

—¿Por qué no te gusto? —dice.


Sé que está intentando mostrarse dura, pero ha bajado el tono, y sus enormes ojos han hecho que se me acelere el pulso.

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