Divina

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domingo, 3 de enero de 2016

After 4 Capitulo 76


Pau

Dos años después

—Estás absolutamente fantástica. Eres una novia preciosa —dice Karen con entusiasmo.

Coincido con ella y asiento. Me ajusto los tirantes de mi propio traje y vuelvo a mirarme en el espejo.

—Se va a quedar pasmado. Aún no puedo creer lo rápido que ha llegado este día. —Sonrío y le coloco una última horquilla en la densa mata de pelo recogido en tirabuzones que reluce bajo las intensas luces del cuarto trasero de la iglesia.

Puede que me haya pasado un poco a la hora de echarle purpurina con el espray.

—¿Y si me caigo? ¿Y si no se presenta en el altar? —La preciosa novia de Landon habla con voz suave; está tan nerviosa que podría quebrársele en cualquier momento.

—Lo hará. Ken lo ha traído en coche hasta la iglesia esta mañana. —Karen se ríe, infundiéndonos confianza a ambas—. Si algo fuera mal, mi marido ya nos habría avisado a estas alturas.

—Landon no faltaría por nada del mundo —le prometo.

Sé que no lo haría, porque le vi la cara y le sequé las lágrimas cuando me enseñó el anillo que había elegido para ella.

—Eso espero. Me cabrearía mucho. —Deja escapar una risotada nerviosa.

Su sonrisa es encantadora, incluso a pesar de la ansiedad que se oculta bajo la superficie de su belleza; está manteniendo la compostura bastante bien.

Peino con cuidado sus rizos oscuros con los dedos y le coloco el fino velo sobre la cabeza. Observo su bonito rostro en el espejo y levanto la mano para tocar su hombro desnudo. Sus ojos marrones se inundan de lágrimas y se muerde nerviosa el labio inferior.

—Todo irá bien, ya lo verás —le aseguro.

Mi vestido plateado reluce bajo la luz, y admiro la belleza de todos los detalles que hay detrás de esta boda.

—¿Es demasiado pronto? Sólo hace unos meses que volvimos a estar juntos. ¿A ti te parece demasiado pronto, Pau? —me pregunta.

Nos hemos hecho íntimas durante los últimos dos años, y he notado su preocupación cuando sus dedos han empezado a temblar mientras me ayudaba a subirme la cremallera de mi traje de dama de honor.

Sonrío.

—No es demasiado pronto. Habéis vivido muchas cosas durante los últimos años. Le estás dando demasiadas vueltas a la cabeza sobre esto, y te lo dice alguien que sabe de lo que habla.

—¿Estás nerviosa por volver a verlo? —pregunta mirándome a la cara.

«Sí. Estoy aterrada. Creo que incluso siento pánico.»

—No —digo en cambio—, sólo han pasado unos meses.

—Demasiado tiempo —replica la madre de Landon para sus adentros.

Siento un inmenso pesar, y decido desechar el distante dolor que acompaña a cada pensamiento relacionado con él. Me trago las palabras que podría y que quizá debería decir.

—¿Te puedes creer que tu hijo vaya a casarse hoy? —me apresuro a decir para cambiar de tema.

Mi táctica de distracción funciona, y Karen sonríe, deja escapar un gritito y empieza a llorar al mismo tiempo.

—Ay, se me va a arruinar el maquillaje.

Se da unos toquecitos con las puntas de los dedos debajo de los ojos y su pelo castaño claro se mueve cuando sacude la cabeza.
Unos golpes en la puerta nos hacen callar entonces a las tres.

—¿Cielo? —dice Ken con voz suave y cautelosa.

Acercarse a la habitación donde está vistiéndose la novia, llena de mujeres especialmente emocionadas, asustaría a cualquier hombre.

—Abby acaba de despertarse de la siesta —informa Ken a su mujer mientras abre la puerta con su hija en brazos.

Su pelo oscuro y sus brillantes ojos marrones resultan impresionantes e iluminan cualquier habitación en la que entre la pequeña.

—No encuentro la bolsa de los pañales.

—Está ahí, al lado de esa silla —dice Karen señalando con el dedo—. ¿Puedes darle de comer tú? Me da miedo que me manche el vestido. —Karen se echa a reír y extiende los brazos hacia Abby—. Los terribles dos años han llegado un poco antes de la cuenta.

La niña sonríe y muestra una hilera completa de minúsculos dientes.

—Mamá —dice la pequeña regordeta mientras alarga sus diminutas manos para agarrar el tirante del vestido de Karen.

Se me cae la baba cada vez que oigo hablar a Abby.

—Hola, señorita Abby. —Hundo el dedo en su mejilla y la hago reír. Es un sonido encantador.

Decido pasar por alto el hecho de que Karen y la que en breve se convertirá en la esposa de Landon me están mirando con compasión.

—Hola —me responde Abby enterrando el rostro en el hombro de su mamá.

—¿Os queda mucho? Sólo faltan unos diez minutos para que empiece a sonar la música, y Landon está más nervioso a cada segundo que pasa —nos avisa Ken.

—Está bien, ¿verdad? ¿Todavía quiere casarse conmigo? —pregunta la preocupada novia a su futuro suegro.

Ken sonríe y en las comisuras de sus ojos se forman unas pequeñas arrugas.

—Sí, querida, por supuesto que sí. Nunca había visto a Landon tan nervioso, pero Pedro está ayudando a que lo esté.

Todas nosotras, incluida yo, nos reímos al pensarlo.
La novia pone los ojos en blanco, divertida, y luego sacude la cabeza.

—Si Pedro está «ayudando», más me vale ir cancelando la luna de miel.

—Bueno, nosotros nos vamos. Le daré a Abby algo rápido de comer para que aguante hasta el banquete.

Ken besa a su mujer en los labios, coge a su hijita de nuevo en brazos y sale de la habitación.

—Sí. Por favor, no os preocupéis por mí. Estoy bien —prometo a las dos mujeres.

Estoy bien. He estado bien con esta especie de relación a distancia con Pedro. Lo echo de menos constantemente, sí, pero el espacio nos ha venido bien.

Lo peor de estar bien es que estar bien dista mucho de estar feliz. Estar bien es el espacio gris intermedio en el que puedes levantarte a diario y seguir con tu vida, e incluso reír y sonreír a menudo, sin embargo estar bien no significa estar dichosa. Estar bien tampoco es estar deseando que llegue cada segundo del día, y estar bien tampoco es sacarle el máximo partido a la vida. Estar bien es con lo que la mayoría de la gente se conforma, yo incluida, y todos nosotros fingimos que estar bien está bien, cuando en realidad lo odiamos y nos pasamos la mayor parte del tiempo deseando dejar de estar sólo bien.

Él me enseñó lo maravillosa que puede ser la vida más allá del estar bien, y llevo añorándolo desde entonces.

Llevo mucho tiempo bien, y ya no sé cómo salir de ese estado, pero espero que llegue el día en el que pueda decir que estoy genial en lugar de decir que estoy bien.

—¿Lista, señora Gibson? —digo sonriéndole a la afortunada mujer que tengo delante.


—No —responde—, pero estoy segura de que lo estaré en cuanto lo vea.

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