Divina

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sábado, 2 de enero de 2016

After 4 Capitulo 71


Pedro

Todo mi plan se ha ido al traste. No pienso detenerla por nada del mundo. Debería haber imaginado que me sería imposible llevarlo a cabo. La amo. La he amado desde lo que me parece toda la vida, y echaba de menos estar con ella de este modo.

Echaba de menos los sonidos sexis que escapan de esos labios tan apetecibles. Echaba de menos su manera de menear sus generosas caderas con unos movimientos que me la ponen tan dura que en lo único que puedo pensar es en amarla, en demostrarle lo maravillosamente bien que me hace sentir, tanto emocional como físicamente.

—Te he echado de menos cada segundo de cada puto día —digo contra su boca abierta.

Su lengua lame la mía. La atrapo entre mis labios y la chupo de manera juguetona. Pau se queda sin aliento un instante. Me agarra del dobladillo de la camiseta y me la levanta hasta las axilas. Me incorporo sin apartar su cuerpo medio desnudo del mío para facilitarle la tarea de despojarme de la prenda.

—No tienes ni idea de cuántas veces he pensado en ti, cuántas veces me he tocado recordando la sensación de tus manos sobre mi polla, de tu boca caliente a mi alrededor.

—Dios...

Su gemido me incita a continuar:

—Tú también echabas de menos esto, ¿verdad? El modo en que mis palabras te hacen sentir y lo mojada que estás después de oírlas.

Ella asiente y gime de nuevo cuando mi lengua desciende por su cuello y besa y chupa lentamente su piel salada. Echaba tanto de menos esta sensación, el modo en que me domina por completo y me devuelve a la superficie con su tacto...

Le rodeo la cintura con los brazos y giro nuestros cuerpos para poder colocarla debajo de mí. Le desabrocho los pantalones y se los bajo hasta los tobillos en cuestión de segundos. Pau se impacienta, sacude los pies y deja caer la prenda al suelo.

—Quítate los tuyos —me ordena.

Tiene las mejillas sonrojadas y sus manos tiemblan sobre mis lumbares. La amo, la amo de la hostia, y amo el hecho de que ella todavía me ame también después de todo este tiempo.

Somos algo absolutamente inevitable; ni siquiera el tiempo puede interponerse entre nosotros.

Obedezco, vuelvo a montarme encima de ella y le quito las bragas mientras arquea la espalda.

—Joder... —Contemplo embelesado el modo en que sus caderas se curvan y sus muslos parecen gritarme que los agarre con las manos.

Hago eso mismo, y ella me mira con esos putos ojos azul grisáceo que me han llevado a aguantar horas y horas de rollos con el doctor Tran. Esos ojos, que incluso me han llevado a llamar a Vance unas cuantas veces durante los últimos meses.

—Por favor, Pedro —suplica Pau, elevando el culo del colchón.

—Lo sé, nena.

Meto la mano entre sus muslos y le restriego su propia humedad con el dedo índice. Mi polla da una sacudida, y ella suspira deseando más alivio. Le meto un dedo y uso el pulgar para acariciarle el clítoris. Pau se retuerce debajo de mí y deja escapar el gemido más erótico que he oído en mi vida cuando le introduzco otro dedo más. 

«Joder.
»Joder.»

—Qué gusto —jadea mientras se aferra con fuerza a las espantosas sábanas con estampado floral de su minúscula cama.

—¿Sí? —digo, y acelero los movimientos de mi pulgar sobre ese punto que la vuelve absolutamente loca.

Ella asiente con frenesí, me agarra la polla y empieza a acariciármela con un movimiento lento pero firme.

—Quería lamerte, porque hace mucho tiempo que no te saboreo, pero si no te la meto ahora mismo me correré en tus sábanas.

Abre los ojos como platos y la masturbo unas cuantas veces más con los dedos antes de alinear mi cuerpo con el suyo. Pau sigue agarrándome. Guía mi polla hacia ella y cierra los ojos mientras la penetro.

—Te quiero. Joder, te quiero muchísimo —le digo, y me apoyo sobre los codos mientras entro y salgo de ella una y otra vez.

Me clava las uñas en la espalda con una mano y enrosca los dedos de la otra en mi pelo. Tira de él cuando meneo las caderas y le separo más las piernas.

Tras varios meses de mejorarme a mí mismo, de ver el lado positivo de la vida y tal, estar con ella es una sensación absolutamente fantástica. Toda mi existencia gira en torno a esta chica, y puede que algunas personas digan que es poco sano, u obsesivo, incluso puede que una locura, pero ¿sabéis qué?

Me importa una puta mierda. La amo, y ella lo es todo para mí. Si alguien tiene algo que decir, por mí puede meterse por el culo sus juicios de valor, porque nadie es perfecto, y Pau consigue que yo sea todo lo perfecto que puedo llegar a ser.

—Te quiero, Pedro, siempre te he querido. —Sus palabras me obligan a detenerme, y otra parte de mí vuelve a pegarse en su sitio.

Pau lo es todo para mí, y oírla decir esas cosas y ver la expresión de su rostro cuando la miro lo es todo para mí.

—Debes saber que siempre te amaré —replico—. Tú me has hecho... como soy, Pau, y nunca lo olvidaré.

La penetro de nuevo, esperando no echarme a llorar como un gilipollas mientras la llevo al orgasmo.

—Y tú me has hecho como soy también —coincide, sonriéndome como si estuviésemos en una novela romántica: dos amantes separados durante meses para acabar reuniéndose de un modo maravilloso en la gran ciudad. Sonrisas, risas y mucho sexo. Todos lo hemos leído ya.

—Muy típico de nosotros estar manteniendo esta conversación tan sentimental en un momento como éste —bromeo, y la beso en la frente—. Aunque, bien pensado, ¿qué mejor momento que éste para expresar nuestros sentimientos?

Beso sus labios sonrientes y ella envuelve mi cintura con los muslos.
No tardaré en llegar. Un cosquilleo recorre mi espalda y noto cómo mi orgasmo se acerca al tiempo que sus jadeos se vuelven más graves, más acelerados. Y entonces tensa los muslos.

—Vas a correrte —jadeo en su oreja. Sus dedos tiran de mi pelo y me llevan al límite—. Vas a correrte ahora mismo, conmigo, y voy a inundarte —le prometo, consciente de lo mucho que le gusta mi boca sucia.

Puede que sea menos capullo ahora, pero siempre conservaré mis aires de chico malo.
Pau grita mi nombre y se corre alrededor de mí. Yo hago lo propio, y es la sensación más absolutamente liberadora y mágica de este puto mundo. Nunca había estado tanto tiempo sin follar con nadie, y volvería a estar otro año entero esperándola si hiciera falta.

—¿Sabes qué? —empiezo a decir mientras me tumbo a su lado—. Al hacerme el amor, acabas de acceder a casarte conmigo.

—Shhh. —Arruga la nariz—. Estás arruinando el momento.

Me río.

—Después de este orgasmo tan intenso, dudo que haya nada que pueda arruinar tu momento.

—Nuestro momento —se mofa de mí, sonriendo como una lunática, con los ojos cerrados con fuerza.

—Ahora en serio. Has accedido, así que ¿cuándo vas a comprarte el vestido? —insisto.

Se vuelve y me planta las tetas en toda la cara. Me cuesta un mundo no inclinarme y lamérselas. Y no podría reprochármelo: he estado sexualmente inactivo durante demasiado tiempo.

—Sigues estando tan loco como siempre. No pienso casarme contigo ahora.

—La terapia sólo funciona con mi ira, no con mi obsesión de tenerte para siempre.

Pone los ojos en blanco y levanta un brazo para taparse la cara.

—Es la verdad. —Me río y la arrastro de manera juguetona fuera de la cama.

—¡¿Qué haces?! —chilla cuando me la coloco sobre uno de mis hombros—. ¡Te vas a hacer daño! —Intenta resistirse, pero yo le sujeto las piernas con más fuerza.

No sé si Landon está aquí o no, de modo que grito una advertencia por si acaso. Lo último que necesito es que me vea llevando a Pau desnuda por el pasillo de esta caja de cerillas que tiene por apartamento.

—¡Landon! ¡Si estás aquí, no salgas de tu puta habitación!

—¡Bájame! —exclama ella pataleando de nuevo.

—Necesitas una ducha. —Le doy una palmada en el culo y ella lanza un grito y me golpea el mío en respuesta.

—¡Puedo ir andando!

Ahora está riéndose y chillando como una niña, y me encanta. Me encanta ser capaz de hacerla reír todavía, y el hecho de que ella me regale sonidos tan preciosos.

Por fin la dejo, con mucho cuidado, en el suelo del cuarto de baño y abro el grifo de la ducha.

—Te he echado de menos.

Ella levanta la vista del suelo para mirarme.

Se me encoge el alma. Joder, necesito pasar mi vida con esta mujer. Necesito contarle todo lo que he estado haciendo desde que me dejó, pero ahora no es el momento. Mañana. Se lo contaré mañana.


Esta noche disfrutaré de sus descaradas salidas, saborearé sus risas e intentaré ganarme tantas formas de afecto por su parte como me sea posible.

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