Todo empezó a desmoronarse y el pequeño castillo de naipes que se había construido se tornaba más y más frágil cada día que pasaba. Le entraba el pánico a la más mínima mención de sus mentiras y le estaba costando fraguar un plan. Estaba convencido de que, cuando era niño, le habían lanzado una maldición... No había otra explicación para el sufrimiento que había tenido que soportar.
Empezaba a preguntarse si Pau era su salvación o la peor maldición posible. La había hecho suya, a toda ella, pero se le escurría de entre los dedos como los granos de un reloj de arena.
Pau está en su trabajo de becaria cuando me paso unos días después por su habitación. Molly me ha estado contando que a Steph se le está yendo la pinza. Deja caer que es posible que esté perdiendo la puta cabeza, y necesito hablar con ella antes de que ella hable.
Cuando llego a la habitación, Steph está tirada en la cama, con el pelo rojo hecho un desastre. Lleva mechones recogidos con horquillas por toda la cabeza. Su maquillaje es oscuro, la sombra de ojos de color humo le cubre los párpados y parece la versión fantasmagórica de una niña pija. Tiene la piel blanca y los labios rojo oscuro.
—No está —anuncia, y cierra el portátil de Pau. ¿Qué hace aquí su portátil?—. Estoy viendo una película. Relájate, psicópata.
Cojo el ordenador de su cama y me lo pongo debajo del brazo.
—Ya sé que no está. Quería hablar contigo —le digo.
Se incorpora sobre un codo y las tetas amenazan con romper el vestido ajustado que lleva
puesto y quedar más a la vista de lo que ya están.
—¿Hablar conmigo de qué?
Me mira con frialdad mientras espera mi respuesta. Siempre he sabido que algo no iba del todo bien en su cabeza, pero no soy capaz de calcular cuán peligroso es. Todos tenemos sueltos uno o dos tornillos, pero en el caso de Steph a veces juraría que tiene unos cuantos más. Solía pensar que era una chica maja, pero ha acabado resultando la versión pelirroja de la loca de Amy Dunne, la protagonista de Perdida.
—Ya lo sabes —digo.
Me siento en la cama de Pau y me vuelvo hacia Steph.
—Molly te ha llamado —replica, sumando dos y dos—. Está de un pesado que no veas.
—Echa la cabeza atrás y se sienta—. No voy a contarle nada a Pau. Sé que la única razón por la que estás aquí es para rogarme que no abra el pico. No voy a hacerlo.
—Y ¿tengo que creérmelo? —le pregunto, y ella se pasa la lengua por los dientes.
—Si quieres... y, si no, pues no. Yo ya me he divertido bastante. Ahora todo el asunto me aburre y empiezo a sentirme un poco mal por ella.
Para ser sincero, esto sí que no me lo esperaba.
—¿De verdad? —Me siento justo en el borde de la cama de Pau, con los codos apoyados en las rodillas.
Steph se echa a reír, con una risa aguda y animal. Suspiro. Qué tonto soy.
—No, claro que no. Pero sí que me aburre todo esto.
Le da un tirón al vestido para enseñar aún más canalillo. Desvío la mirada.
Estoy aquí por Pau. No he venido a montar un numerito.
—A estas alturas, seguro que ya casi has terminado con ella.
«¿Que casi he terminado con ella?» ¿Está loca?
—¿No? Ahora que te la has follado, te habrás hartado de ella. Es lo que suele pasar contigo. Lo más raro de Steph es que no me lo está echando en cara, sino que lo afirma sin más. Dado mi historial, su evaluación debería ser correcta, pero he pasado mucho más tiempo currándome a Pau que a cualquiera de las otras.
Pau me hizo luchar por ella porque lo valía. Qué pena que yo lo haya estropeado todo.
—No... —Me aclaro la garganta—. No he acabado con ella.
Steph pone los ojos en blanco y se relame.
—Ya lo sabía yo. ¿Cuántas veces te la has tirado ya? ¿Sigue estrechita? Porque tú siempre lo estropeas todo...
Creo que mis ojos deben de estar a punto de salírseme de las órbitas, porque me mira y se aleja de mí.
—¿Y bien? —insiste—. Seguro que es maja y ya has hecho con ella lo que querías. Ahora ya puedes seguir con tu vida y que ella se largue. Ya la veo más que de sobra.
—No te cae nada bien. —Me froto la nuca.
Pau piensa que Steph es su amiga y no quiero entrometerme a menos que sea necesario. Aunque si Steph intenta jugársela, tendré que tomar medidas.
—No, no me cae bien. Pasemos a otra cosa. A ver si la dejas ya y vuelves a que Molly te la chupe día sí, día no.
—Voy a seguir con Pau. —No sé cómo decírselo. No quiero darle más poder sobre mí del que ya tiene, pero tampoco quiero darle la impresión de que Pau es un rollete pasajero.
No es un rollete, y sigo rezando para encontrar el modo de que lo nuestro funcione.
Pero eso no es asunto de Steph. Joder, qué desastre. Es un puto desastre.
—¿Para qué has venido, Pedro? Sé que no era sólo para comprobar que no soy una bocazas. — Se relame los labios otra vez y se aprieta las tetas con los codos con la menor sutileza posible.
Mi mal genio amenaza con jugármela, y me levanto.
—¡Tía, estás mal de la cabeza si piensas que voy a tocarte!
—Pau no es nada del otro mundo. No sé por qué Zed y tú estáis tan obsesionados con ella.
—Zed no pinta nada en esto. —Me tiemblan las manos y veo que Steph está encantada de haberse conocido y con cómo he reaccionado al oír el nombre de Zed.
«No dejes que se salga con la suya, Pedro.»
Me está cabreando a propósito y yo se lo estoy consintiendo. ¿Qué solía decir mi abuela? Mierda, no me acuerdo.
—Zed es muy importante...
—Basta. —Me llevo las manos a la cara. Me pellizco el puente de la nariz, inspiro y exhalo. He venido a decirle que tiene a Molly muy preocupada y a asegurarme de que Pau no saldrá malparada a causa de alguna de sus locuras o maldades. Pero ahora que estoy aquí y que ella se está comportando como una desgraciada, me apetece ser un cabrón, la verdad. Que Steph actúe como la reina de los gilipollas me hace sentir que no soy distinto de como era antes de conocer a Pau. Pensaba que, en cierto sentido, era mejor que Steph y compañía, pero aquí estoy. Compartiremos mesa en el infierno.
No puedo evitar empujarla. Me encanta hacer que se sienta tan mal como yo. La miro y sonrío de oreja a oreja.
—Mejor preocúpate de tu novio y de cómo mira a Molly. Los he visto a solas un par de veces...
Suelto un par de perlas más sobre ellos, no sé ni lo que digo, pero para cuando he terminado, Steph tiene los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas para celebrar mi triunfo.
—Eso es mentira —replica intentando contener el llanto.
«Te pillé.»
—No. Lo siento por ti —le digo.
Meto el portátil de Pau en el primer cajón de su cómoda. Necesito salir de esta residencia cuanto antes.
Sin darle a Steph tiempo para responder, salgo de la habitación. Cuando subo al coche recobro el sentido común y me doy cuenta de que he dado otro paso en falso. Steph no es como la mayoría de las chicas. No se va a quedar de brazos cruzados, esperando el momento oportuno para vengarse. Es irracional y ya la estoy viendo contándole todos los detalles de la Apuesta, corregidos y aumentados, a Pau. Debería enterarse por mí. Debería ser yo quien le contara la cochina verdad antes de que lo descubra. Esto acabará conmigo.
Salgo del coche y camino de vuelta a la habitación de la residencia para probar un enfoque distinto con Steph.
Pero oigo la voz de Pau en cuanto llego a la puerta. «Joder.» Me apoyo en el umbral y escucho la conversación de las chicas.
—No creo que Tristan pique, he visto cómo te mira. Le importas de verdad. Creo que deberías llamarlo y hablar del tema —le dice Pau.
Pego la oreja a la puerta y rezo para que nadie me vea.
—¿Y si está con ella? —pregunta Steph.
«¿Se lo ha tragado?»
—No está con ella —consuela Pau a su compañera de habitación.
—¿Cómo lo sabes? A veces uno cree que conoce a las personas, pero no es así —empieza a decir Steph. Mierda. Se lo va a contar. Va a soltárselo todo ahora mismo—. Ped...
Abro la puerta.
—Hola —digo entrando en la habitación. Parece que se están haciendo muy amigas. A otro igual lo engañan—. Uy..., ¿mejor vuelvo dentro de un rato?
—No, voy a ver si encuentro a Tristan y hacemos las paces —dice Steph levantándose—. Muchas gracias, Pau.
La abraza y me mira, dejándome claro de ese modo que esto no ha terminado.
Necesito distraerme.
—¿Tienes hambre? —le pregunto a Pau mientras Steph se prepara para salir.
—Sí, la verdad es que sí —dice llevándose la mano al estómago.
Está distraída y no parece notar la mirada de odio que me lanza Steph.
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