Divina

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sábado, 2 de enero de 2016

After 4 Capitulo 74


Pedro

—Tenemos que hablar —repito.

La miro y me obligo a mantener las manos en mi propio regazo.

—Eso parece. —Fuerza una sonrisa.

Tiene las rodillas sucias y marcadas con arañazos rojos.

—¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien? —Mi plan de guardarme las manos para mí se va a la mierda cuando le toco las piernas para examinarle las heridas.

Pau se aparta, con las mejillas y los ojos rojos.

—No es nada. Sólo he tropezado.

—Se suponía que no tenía que pasar nada de esto.

—Has escrito un libro sobre nosotros y se lo has ofrecido a las editoriales. ¿Cómo puedes decirme que no ha sido intencionado?

—No, me refería a todo esto. A ti y a mí, a todo. —Hay humedad, y me está costando más de lo que esperaba expresarme—. Este año se me ha hecho eterno. He aprendido mucho sobre mí mismo y sobre la vida, y sobre cómo debería ser. Tenía una visión muy equivocada de todo. Me odiaba a mí mismo y odiaba a todos los que me rodeaban.

Ella permanece en silencio, pero sé, por cómo le tiembla el labio inferior, que se está esforzando por mantener la compostura.

—Sé que no lo entiendes, poca gente lo hace, pero odiarse a uno mismo es la peor sensación del mundo, y a eso es a lo que yo tenía que enfrentarme a diario. Sin embargo, eso no excusa todas mis cagadas. Jamás debería haberte tratado como lo hice, y tenías todo el derecho a dejarme. Sólo espero que leas el libro entero antes de tomar una decisión. No puedes juzgarlo sin haberlo leído de cabo a rabo.

—Estoy intentando no juzgar, Pedro, de verdad que no lo hago, pero esto es demasiado. Había salido de este patrón, y no me esperaba esto, y aún sigo sin poder entenderlo. —Sacude la cabeza como si estuviera intentando aclarar los rápidos pensamientos que veo que se forman tras esos bonitos ojos.

—Lo sé, nena. Lo sé. —Cuando cubro su mano con la mía, se encoge. Giro con suavidad su mano para examinar los arañazos que cubren la piel de su palma—. ¿Estás bien?
Ella asiente y permite que recorra la herida con la yema de mi dedo.

—¿Quién iba a querer leerlo? —dice entonces—. No puedo creer que lo quieran tantas editoriales. —Aparta la mirada de mí y se centra en la ciudad, que parece moverse a nuestro alrededor, tan bulliciosa como siempre.

—Mucha gente —contesto, y me encojo de hombros porque es la verdad.

—¿Por qué? Es tan..., no es la típica historia de amor. Sólo he leído un poco, y ya me he 
dado cuenta de lo oscura que es.

—Incluso los condenados necesitan contar sus historias, Pau.

—Tú no estás condenado, Pedro —dice, a pesar de lo traicionada que debe de estar sintiéndose.

Suspiro y coincido ligeramente con ella.

—Con esperanzas de redención, quizá. Puede que no. Puede que algunas personas sólo quieran leer sobre felicidad y sobre historias de amor típicas, pero hay millones de personas, personas que no son perfectas y que han pasado por situaciones complicadas en su vida, y tal vez ellos quieran conectar con ella. Tal vez se vean reflejados en mí y, joder —me rasco el cuello con una mano temblorosa—, puede que alguien pueda aprender algo de mis errores, y de los tuyos.

Me observa mientras vomito las palabras sobre la escalera de hormigón. Sus ojos reflejan una clara vacilación, lo que provoca que siga hablando.

—Puede que a veces las cosas no sean blancas o negras, y puede que no todo el mundo sea perfecto. He hecho muchas cosas malas en mi vida, y a ti y a otras personas; cosas de las que me arrepiento y que jamás volvería a repetir o a justificar. Esto no trata de eso. Escribir este libro era mi manera de desahogarme. Era una especie de terapia para mí. Me daba un lugar en el que podía escribir lo que me diera la puta gana y lo que sintiera. Este libro somos yo y mi vida, y yo no soy la única persona ahí fuera que ha cometido errores, un libro entero de errores; si la gente me juzga por el oscuro contenido de mi historia, allá ellos. No se puede contentar a todo el mundo, y sé que habrá más gente, gente como nosotros, Pau, que se sienta identificada con este libro y que quiera ver que alguien admite sus problemas y se enfrenta a ellos de una manera real.

Las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba, y suspira y sacude la cabeza ligeramente.

—¿Y si a la gente no le gusta? ¿Y si ni siquiera se toman la molestia de leerlo pero nos odian por su contenido? No estoy preparada para ese tipo de atención. No quiero que los demás hablen de mi vida y me juzgue.

—Que nos odien cuanto quieran. ¿A quién le importa una mierda lo que piensen? Esa gente no va a leerlo de todos modos.

—Esto es... No sé cómo me siento al respecto. ¿Qué clase de historia de amor es ésta? —dice con voz temblorosa e insegura.

—Es la clase de historia de amor que se enfrenta a problemas reales. Es una historia sobre el perdón y el amor incondicional, y demuestra que una persona puede cambiar, cambiar de verdad, si se esfuerza lo suficiente. Es la clase de historia que demuestra que todo es posible en lo que respecta a la autorrecuperación. Demuestra que, si tienes a alguien que te apoye, a alguien que te quiere y que no te da por perdido, puedes encontrar tu manera de salir de la oscuridad. Demuestra que no importa qué clase de padres tuvieras, o a qué adicciones te has enfrentado. Puedes superar cualquier cosa que se interponga en tu camino y convertirte en una persona mejor. Ésa es la clase de historia que es After.

—¿After? —Levanta la barbilla y se protege los ojos del sol con la mano.

—Así es como se llama. —Aparto la mirada, cohibido de repente por el nombre—. Es sobre mi viaje, después de conocerte.

—¿Qué porcentaje del contenido es malo? Joder, Pedro..., ¿por qué no me lo contaste?

—No lo sé —respondo con sinceridad—. No hay tantas cosas malas como puedas pensar. Has leído lo peor. Las páginas que no has visto, las que conforman la auténtica esencia de la historia, tratan sobre lo mucho que te quiero, sobre el hecho de que me diste un propósito en la vida, y cuentan que conocerte fue lo mejor que me ha pasado jamás. Las páginas que no has leído narran nuestros momentos de risas, junto con mi lucha, nuestra lucha.

Se tapa la cara con las manos, frustrada.

—Deberías haberme dicho que estabas escribiendo esto. Había tantas pistas..., ¿cómo no me di cuenta?
Me recuesto contra los escalones.

—Sé que debería haberlo hecho —admito—, pero para cuando entré en razón y empecé a cambiar lo que estaba haciendo mal, quería que fuera perfecto antes de mostrártelo. Lo siento mucho, Pau. Te quiero, y me parece mal que te hayas enterado de esta forma. No pretendía mentirte ni engañarte, y lamento muchísimo que hayas pensado que sí. Ya no soy la persona que era cuando me dejaste, y lo sabes.

Su voz es apenas un suspiro cuando responde:

—No sé qué decir.

—Tú léelo. Por favor, lee todo el libro antes de tomar una decisión. Es lo único que te pido: por favor, léelo.

Cierra los ojos y cambia de posición, rozándome el hombro con la rodilla.

—Está bien, lo leeré.

Una fracción de aire vuelve a llenar mis pulmones, parte del peso se eleva de mi pecho, y no podría describir el alivio que siento ni aunque lo intentara.
Se levanta y se sacude las rodillas arañadas.

—Iré a por algo para curarte eso —digo.

—Estoy bien.

—¿Cuándo dejarás de llevarme la contraria? —replico en un intento de relajar el ambiente. Funciona, y Pau se esfuerza por reprimir una sonrisa.

—Nunca.

Empieza a subir los escalones, y me levanto para seguirla. Quiero volver al apartamento y sentarme a su lado mientras lee la novela entera, pero sé que no debería hacerlo. Uso el poco juicio que tengo y decido irme a dar una vuelta por esta puta ciudad.

—¡Espera! —grito tras ella cuando llega a lo alto de la escalera.

Me meto la mano en el bolsillo y saco una hoja de papel arrugada.

—Lee ésta, por favor. Es la última página.

Abre la mano y la extiende delante de ella.
Subo rápidamente los escalones, de dos en dos, y dejo el papel en su palma.

—Por favor, no la leas antes de tiempo —le ruego.

—No lo haré. —Pau da media vuelta y se aleja de mí, y observo cómo vuelve la cabeza para sonreírme de nuevo.

Uno de mis mayores deseos en esta vida sería que ella fuera consciente, consciente de verdad, de lo excepcional que es. Es una de las pocas personas en este mundo que saben perdonar y, aunque muchos la tacharían de débil, es justo todo lo contrario. Es fuerte, muy fuerte para estar con una persona que se odiaba a sí mismo. Muy fuerte para demostrarme que no estoy condenado, que yo también merezco ser amado, a pesar de haber crecido creyendo que no. Fue lo bastante fuerte como para alejarse de mí cuando lo hizo, y es lo bastante fuerte como para amar de manera incondicional. Pau es más fuerte que la mayoría, y espero que sea consciente de ello.

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