Divina

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martes, 25 de agosto de 2015

En La Cama De Su Marido Capítulo 26



Paula se despertó temprano y se encontró con un fuerte y completamente excitado cuerpo a su lado.

—Umm —murmuró mientras unos labios le rozaban una sensible zona del cuello—. Es un modo muy agradable de despertarse.

Se dio la vuelta y le agarró el sexo con la mano oyendo cómo se quedaba sin aliento. Sonrió.

—Sólo una cosa —empezó a decir cuando Pedro le acarició los pechos.

—¿Qué? «Oh, no… ahora no, por favor».

—Náuseas matutinas —dijo saliendo corriendo al baño y cerrando tras de sí. Apenas oyó que intentaban abrir la puerta, luego llamaron, pero lo ignoró. —Estoy bien. No funcionó, volvió a llamar.

—Abre la puerta.

—Salgo en un minuto. No era exactamente la mejor forma de empezar el día y, desde luego, no el preludio de juegos amorosos. Sonrió mientras se lavaba la cara.

Salió del cuarto de baño y una poderosa mano le agarró del hombro mientras otra le alzaba la barbilla.

—¿Estás bien?

Lo siguiente que haría sería llamar a un médico. Puso los ojos en blanco y no dijo nada.

—¿Qué?

—Las arcadas por la mañana son algo frecuente durante las primeras semanas —dijo con una sonrisa—. Y no sólo por la mañana —se encogió de hombros—. Tienden a desaparecer en el segundo trimestre.

—¿No se puede hacer nada?

—Un té y una galleta nada más levantarme solían evitarlas.

—Lo pediré al servicio de habitaciones.

—Pide el desayuno —dijo Paula—, yo haré el té. Estaba desconcertado y a ella le costó disimular una sonrisa.

 Pedro Alfonso, presidente de una corporación, multimillonario… y estaba desconcertado por el embarazo de su esposa.

—Tengo la sensación de que tengo mucho que aprender.

—Lo harás bien —dijo ella entre risas.

—Desde ahora. Siéntate y yo haré el té. 

Se ducharon, desayunaron, salieron del hotel y se reunieron con Carlos quien los llevó al apartamento de Paula, donde Olivia recibió efusiva a su padre.

—¡Papá! ¿Has venido de visita?

—Una visita muy larga —dijo alzándola en brazos.

—Te quiero, papá.

—Como yo a ti, pequeña. ¿Qué te parecería que me quedara a vivir con mamá y contigo?

—¿Aquí, en Perth? ¿Todo el tiempo?

—Todo el tiempo —repitió suavemente—. Tendré que ir de vez en cuando a Madrid, pero no estaré lejos mucho tiempo y, algunas veces, mamá y tú podréis venir.

—Me encantaría —le dio un beso en la mejilla—. Te he echado de menos.

—Yo también te he echado de menos.

Olivia fue a la escuela infantil mientras sus padres iban a ver las casas. Paula votó por la de Peppermint Grove. Era perfecta en todos los sentidos: un gran terreno, habitaciones espaciosas y una gloriosa escalera en curva que iba del vestíbulo al piso superior.
Sólo tuvo que decir «me encanta» y Pedro cerró el trato.

Después tuvieron que confirmar ante el juzgado la cancelación de los trámites de divorcio.

Las siguientes semanas fueron frenéticas: elegir los muebles y demás decoración y organizar la mudanza de casa.

Paula no quiso dejar a John sin farmacéutica y trabajó unas pocas tardes hasta que encontró una suplente.

Olivia estaba feliz con su habitación nueva y con la casa de muñecas que Pedro había instalado en el jardín.

Pero de lejos lo que más feliz la hizo fue la noticia de que iba a tener un hermanito o hermanita.

Pedro se ocupaba en poner en marcha la oficina en Perth y Paula decidió alquilar su apartamento a la hija de Ana, que había vuelto de Tasmania.

Todo parecía ir sobre ruedas, sobre todo debido a la influencia de Pedro. 


Incluyendo una renovación de los votos matrimoniales en una ceremonia en el jardín.

Federico y Luisa asistirían a la ceremonia mientras que Penélope había declinado la invitación amparándose en el luto por Ramón.

El día amaneció con un pálido sol y cúmulos aislados. Desde por la mañana empezaron a preparar la fiesta que tendría lugar al final de la tarde. Sólo habían decidido convocar a unos pocos invitados.

Era la antítesis del circo mediático en que se había convertido su primera boda. Paula llevaría un sencillo vestido de seda color marfil, una chaqueta entallada a juego, unos tacones del mismo color y un velo de chiffon sobre el cabello. Olivia llevaba un vestido como el suyo en miniatura.

Las únicas joyas, una gargantilla de diamantes y unos pendientes a juego.
John y Anna hicieron de testigos en la ceremonia. Hubo pocos invitados, con lo que fue una celebración íntima con buen champán, excelente comida y muchas risas.

Olivia estaba en su elemento, disfrutando de cada minuto y no protestó cuando Carlos se la llevó con Anna a dormir al apartamento de esta última.
La empresa contratada recogió todo, los invitados se marcharon y Federico y Luisa se fueron a un hotel a la ciudad.

Pedro cerró la puerta con llave, después tomó a Paula en brazo y la besó suavemente.

—¿Te he dicho que estás preciosa?

—¿Debería comentar lo guapo que estás? —preguntó con una sonrisa.

—Descarada. Ven a bailar conmigo.

—Eso puede traernos problemas.

—De la clase más deliciosa —reconoció él—. Pero ¿qué es una boda sin un vals? Activó un mando a distancia y empezó a sonar una suave música. Juntos, apenas se movieron, sólo se abrazaron y balancearon ligeramente.

—Te amo —dijo ella con un suave murmullo—. Tanto —le pasó los dedos por el pelo—. Siempre ha sido así y siempre lo será.

—Gracias —le dio un beso en la palma de la mano.

—Vamos arriba.

—¿Es una invitación? —preguntó Pedro.

—¿La necesitas? Le pasó un brazo por detrás de las rodillas y la levantó del suelo, luego empezó a subir por la escalera.

Llegaron al dormitorio y él la dejó en el suelo suavemente, entonces empezaron a quitarse la ropa el uno al otro… despacio, con infinito cuidado.
Su amor sería eterno, infinito y muy especial.

No había ninguna necesidad de correr. Tenían toda la noche además del resto de sus vidas.

Ramón Pedro Alfonso nació cinco meses y dos semanas después en presencia de su padre, quien cortó el cordón umbilical y le dio la criatura a su madre.

Con pelo negro y mirada inteligente, era la viva imagen de su padre, aunque parecía poseer el carácter de su madre.

Su hermana, Olivia, lo adoró desde el primer instante y se prometió cuidarlo siempre y enseñarle todo lo que ella sabía.



Fin






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llego el Final 

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