Divina

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sábado, 22 de agosto de 2015

En La Cama De Su Marido Capítulo 20



No fue capaz de dormirse. Dio vueltas y vueltas hasta que se levantó a tomarse algo para el dolor de cabeza. Finalmente, debió de quedarse dormida por que se despertó fuera de su cama, entre los brazos de Pedro que la llevaba por un pasillo en penumbra.

—¡Suéltame! —su voz era poco más que un siseo mientras luchaba contra él sin éxito.

En unos segundos, estaban en la habitación de él. Cerró la puerta y la dejó de pie en el suelo. Paula lo miró desafiante.

—Esto es ridículo. Eres imposible —dijo ella con un gruñido de frustración.

—¿Eso es lo mejor que se te ocurre? Ignoró su comentario y se lanzó a una diatriba en la que recurrió a todos los adjetivos que pudo recordar. Pedro la miró, alzó una ceja y dijo tranquilamente: —¿Has terminado?

—Sí, ¡maldita sea!

—Bien. La agarró de los hombros, se acercó y le cubrió la boca con la suya. 

Lo golpeó con los puños hasta que desistió y dejó caer los brazos a los lados del cuerpo.

Pedro quería una respuesta espontánea y la buscó deliberadamente, flotando la protesta ahogada en la garganta de ella mientras intentaba no capitular. Pronto, la lengua de ella buscó la suya y se le aceleró la respiración cuando él inclinó la cabeza y profundizó el beso.

Llevó una mano a la nuca mientras con la otra bajaba por la espalda y se colaba debajo de la camiseta holgada para acariciarle las nalgas.

Pedro notó como su cuerpo se tensaba y la levantó, le separó los muslos y la colocó de modo que pudiera recibirlo en toda su longitud. Mientras se deslizaba en su cálida suavidad oyó sus gemidos… y entró por completo.
Entonces fue su turno para gemir cuando los músculos de la vagina rodearon su sexo y él empezó a moverse con un ritmo creciente que los llevó hasta el límite desde donde ambos se lanzaron a un clímax sobrecogedor.

En algún momento del proceso, Pedro le había quitado la camiseta, aunque ella no era consciente de cuándo, sólo de que estaba desnuda entre sus brazos y que sus labios la estaban torturando, a lo que ella respondió con tal erotismo que pensó que iba a volver a poseerla, pero lo que Pedro hizo fue acercarse a la cama y tumbarse de espaldas con ella a horcajadas.

La boca de Paula estaba ligeramente hinchada y la mirada de Pedro se oscureció cuando se apartó el pelo de la cara y se lo colocó detrás de las orejas.

Ese movimiento levantó sus pechos. El los recorrió con la yema del dedo demorándose en los pezones… y vio como los ojos de ella se ponían vidriosos.

Estaban ambos a merced del otro, y ella se movió deliberadamente y notó como se incrementaba la oscuridad de la mirada de él, entonces dejó escapar un grito cuando él tiró de ella hacia a abajo y se metió uno de los pezones en la boca.

Una espiral de intenso placer recorrió su cuerpo mientras él chupaba y apretaba el pezón con los dientes llevándola hasta un punto en que placer y dolor se rozaban.

Pedro rodó en la cama hasta que ella quedó debajo. Se detuvo a contemplarla un instante, el pelo revuelto, el sensual brillo de su piel y la mágica pasión que compartían.

Paula se humedeció los labios y él se deslizó dentro de ella una y otra vez, incrementando el ritmo hasta que ella se unió a él en un clímax más intenso incluso que el anterior.

Después, la abrazó y le dio un beso en la sien con la pereza propia de después de la pasión.

Paula estaba a punto de dormirse cuando él la puso bocabajo y empezó a darle un masaje en el cuello y en los hombros que después fue llevando hasta los pies. Recorrió con besos las piernas, le mordió suavemente las nalgas y después subió hasta la nuca. Ella se dio la vuelta y lo besó en la base del cuello, murmuró algo incomprensible y después se quedó dormida.

                                                 ***

La gala, que se celebraba en uno de los espléndidos teatros de a ciudad, parecía haber sido un completo éxito. Una competición de vestidos de diseño y joyería.

La crime de la crime de la sociedad madrileña, mecenas del arte que pagaban una exorbitante cantidad de dinero por asistir al montaje clásico de esa noche.

En parejas o grupos reducidos cruzaban el amplio vestíbulo. Paula, de pie al lado de Pedro, dibujó una sonrisa en sus labios mientras se mezclaban con el resto de los asistentes.

Alto, moreno e impecable con su esmoquin, Pedro era el paradigma del varón poderoso y sofisticado. Destacaba de entre el resto. No tanto por sus atractivas facciones o su ropa, sino por el aura que irradiaba debajo del musculoso aspecto… una perturbadora y amenazadora sensualidad que lo prometía todo. Atraía a las mujeres como la miel a las abejas.

Al principio de su matrimonio había abrigado en su corazón la certeza de que él era suyo y que nadie podría amenazar lo que compartían. ¡Qué ingenua había sido!

—Ah, aquí estás.

Paula se dio la vuelta y se encontró con Penélope, que se acercaba a ella para darle los dos besos en el aire obligatorios.

—¿Cómo está Ramón?

—Se apaga. Los médicos esperan que entre en coma en pocos días. Federico y Luisa se han quedado con él.

—Lo siento tanto… —la compasión de Paula era sincera.

—El de esta noche puede que sea el último acto público al que asista la familia. Respetaremos el luto acostumbrado.

—Por supuesto.

—Voy a saludar a Pablo y Angélica Santana —anunció Penélope y desapareció entre la multitud.

Las enormes puertas se abrieron y los asistentes fueron entrando lentamente al auditorio para ocupar sus localidades.

La obra clásica era soberbia. Conmovedora, apasionada y con un toque de patetismo. Tras el primer acto hubo un intermedio.

—¿Te traigo algo de beber? —preguntó Pedro a Paula en el vestíbulo.

—Algo frío y sin alcohol —respondió ella con una sonrisa mientras él señalaba al camarero.

Fue sólo un minuto después cuando se dio la vuelta y se encontró a Estrella. 

¡Qué alegría!

Parecía una perfecta muñeca latina, vestida con un vestido de chiffon de inspiración española, con unos sorprendentes volantes blancos y rojos del mismo tejido que se movían con una exquisita fluidez a cada paso.

Atractiva, reconoció Paula en silencio. Muy atractiva, desde el pelo primorosamente peinado hasta las uñas de los pies pintadas de rojo.

—Paula —el saludo fue amable, breve, después dedicó su completa atención a Pedro—. Querido.

—Estrella.

¿Había habido un sutil tono de advertencia en el saludo de PEDRO?, pensó Paula mientras ofrecía una sonrisa amable que Estrella ignoró por completo.

—Estábamos pensando en ir a una discoteca después, a lo mejor os apetece venir…

—No, gracias —respondió Pedro educado a lo que Estrella respondió con un mohín.

—Tu esposa… —dio un énfasis especial a la palabra mientras golpeaba con el dedo la solapa del esmoquin— te acompaña y no eres tan divertido.

—Quizá… —dijo Pedro arrastrando las vocales mientras le apartaba el dedo— ella me proporcione toda la diversión que necesito.

—¿Sí? —dijo mirando a Paula con tono burlón.

En algunos momentos, el silencio era de oro, pensó Paula. Ese no era uno de ellos.

—Pedro es un profesor soberbio, ¿no te parece?

La mirada de Estrella se dirigió a Pedro mientras se pasaba la punta de la lengua por los labios y sonreía.

—El mejor, cariño.

Era todo una actuación, se dijo Paula. Un intento deliberado de socavar su confianza. Cuatro años antes hubiera picado, en ese momento, sencillamente dijo con calma:

—Pero eligió no casarse contigo, ¿por qué sería?

El gesto de incredulidad que apareció en el rostro de Estrella y tardó unos instantes en desaparecer debería haber sido una fuente de satisfacción para Paula, pero su instinto le decía que esperaría su momento para vengarse.

—Puede que yo decidiera que no era el mejor hombre para casarse —esperó unos segundos y luego afinó—. ¿No lo dejaste tú por eso?

—No —dijo Paula tras pensar unos instantes, después olvidó la amabilidad—. Vete a buscar a tu marido, Estrella —la inferencia «deja al mío tranquilo» era evidente.

Con una sonrisa burlona, se dio la vuelta con un movimiento deliberadamente sensual y se mezcló ondulante entre los mecenas.

—Tu apoyo ha sido gratificante —apuntó Paula tranquilamente sin estar segura de si eso le agradaba o no.

—Lo estabas haciendo muy bien tú sola.

—Es una…

—Mujer fatal —cortó Pedro— a la que le gusta jugar con la gente vulnerable.

—El término «vulnerable» ya no se me puede aplicar a mí —dijo ella alzando la arbilla y mirándolo a los ojos.

Pedro le dedicó una sonrisa mientras le agarraba la mano y le acariciaba con el pulgar la muñeca, donde el pulso desmentía su aire de tranquilidad.

Los años transcurridos le habían dado una madurez y una independencia que él no podía hacer otra cosa que admirar. Cada día que pasaba sus ansias de venganza se reducían y eso le fastidiaba, porque quería hacerle pagar haberle negado la experiencia de su embarazo, del parto, de los primeros meses de su hija.

Había un elevado nivel de rabia bajo esa superficie de control mezclado con una incontenible necesidad física que luchaba por controlar.

Como ella.

Dos fuerzas opuestas atrapadas por sucesos del pasado y luchando por hacer compatible su futuro. Un futuro que él estaba decidido a asegurar.
Paula se sintió aliviada cuando llegó el momento de volver a su asiento. Pedro le agarró la mano y se la llevó a los labios, después la dejó en su regazo mientras el corazón de ella galopaba durante lo que le pareció una eternidad.
Su erección bajo la ropa era una poderosa fuerza oculta y le supuso un considerable esfuerzo concentrarse en el escenario hasta el final de la obra.
Paula no se movía, apenas podía respirar y nunca se había alegrado tanto de que los teatros estuvieran a oscuras. ¿Se daría cuenta la tía? Tenía la sincera esperanza de que no, pero no miró en dirección a Penélope.

Fue un tremendo alivio cuando cayó el telón, se pusieron de pie para aplaudir y se encendieron las luces.

Salir del auditorio fue un proceso lento, ruidoso por la charla del público mezclado con la música de fondo; además estaban las paradas obligatorias en el vestíbulo mientras se dirigían a la entrada principal. Penélope se despidió de ellos cuando su coche llegó a recogerla. Unos minutos más tarde, apareció Carlos con el suyo.

Estaban ya sentados cuando Pedro le agarró la mano y enlazó los dedos con los suyos. Paula intentó sin éxito soltarse y lo miró en una pregunta silenciosa. ¿Qué estaba haciendo? No había público, no impresionaban a nadie con su fingida reconciliación.

Cuando llegaron a la mansión, la llevó adentro, después se la echó al hombro y le subió las escaleras.

—¿Qué demonios haces?

—Llevarte a la cama.

—Puedo andar —dijo casi a gritos mientras él se reía.

—Ya lo sé.

—¿Eres consciente de que podría darte una patada donde más duele?

—Ni lo intentes, cariño. Estropearías la diversión y te prometo que no te gustarían mis represalias.

—¿Diversión? ¿Crees que es divertido que te lleven como a un saco de patatas? 

Atravesaron el pasillo y llegaron al dormitorio, donde la dejó en el suelo. Sin decir ni una palabra, la abrazó y la besó suavemente al principio, saboreando la textura de sus labios, su boca, después con una intensidad que le llegó hasta el alma.

Estaba perdida, confusa y apenas era consciente de que le estaba desabrochando la cremallera del vestido… hasta que cayó al suelo formando un montón de seda. El sujetador fue lo siguiente, seguido de las bragas de satén. Gimió cuando le agarró un pecho y, agachando la cabeza, le lamió el pezón.

Una mano se deslizó por su vientre abajo y llegó hasta el húmedo calor de la unión de sus muslos. Se quedó sin respiración.

—Desnúdame.

La ayudó con la ropa, los zapatos, mientras ella se quitaba los tacones. Después la levantó en brazos y la llevó a la cama y se tumbó a su lado.


Los labios siguieron el mismo camino que antes habían recorrido sus dedos y la llevó al clímax una y otra vez hasta que gritó pidiendo una liberación que sólo él podía darle. En ese momento acercó a su húmedo calor su erecto pene y la penetró de una sola embestida. Esperó a que ella recuperara el aliento e inició el ritmo que siempre llevaba a los dos a increíbles alturas y lo mantuvo hasta que alcanzaron un espectacular clímax tras el que ambos entraron en caída libre.


Gracias Por Leer y Comentar SIEMPRE !!!!



2 comentarios:

  1. Buenísimos los 2 caps. Me tiene intrigada si van a enamorarse otra vez o va a haber una guerra entre ellos jaja.

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  2. buenísimos. Pau que mande de una patada a Estrella al espacio

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