—¿Se va a
morir Ramón?
El tono
lastimero de la pregunta hizo que Paula se arrodillara y abrazara a su hija.
—Está muy
enfermo —dijo con cariño.
—Como
Fred. Fred era un hámster que había desarrollado un tumor y al que había sustituido,
tras una ceremonia de duelo, por un pez de colores.
—Como
Fred —reconoció solemne.
—Me
pondré triste —dijo Olivia, Paula la abrazó más fuerte y para cambiar de tema
le propuso bañarse en la piscina.
Era un
día cálido. Fueron a por las toallas, avisaron a Carlos de dónde iban a estar y
bajaron a la piscina.
Olivia
era como un pez en el agua, buceaba, flotaba y nada increíblemente bien para la
edad que tenía.
—¡Papá!
Paula se
dio la vuelta lentamente en la dirección que indicaba Olivia y vio la alta
figura de Pedro caminando por el césped en dirección a la piscina.
Vestido
con un albornoz negro y con una toalla colgando del hombro, parecía evidente
que su intención era unirse a ellas, y Paula trató de ignorar la convulsión que
experimentó en su interior. No quería sentirse así y odiaba que su cuerpo fuera
tan traidor. Era terrible que le recordara constantemente el calor y la pasión
que corría por sus venas y que cada día que pasaba se volvía más intenso. Por
las noches era peor, sola en la cama, consciente de que estaba en una
habitación al lado de la suya. ¿Dormiría él bien o permanecería despierto
durante horas como ella?
«Basta»,
dijo una voz interior.
Una parte
de ella deseaba que Pedro se fuera todos los días a la ciudad a trabajar en vez
de aprovechar las nuevas tecnologías para poder hacerlo desde casa, pero tenía
que reconocer que era lógico que se organizara del modo que le permitiera pasar
el mayor tiempo posible con su hija.
Y allí
estaba, a punto de quitarse el albornoz y unirse a ellas en el agua.
Agotada, Paula
apreció el respetable bañador negro. Se le aceleró el corazón al ver el
musculoso cuerpo. La miró a los ojos un instante antes de que Paula volviera de
nuevo su atención a Olivia.
—Papá,
mira cómo nado. Así lo hizo mientras se metía en el agua y aplaudía los
esfuerzos de su hija.
Paula era
consciente de lo escaso de su bañador, cortado bastante alto en las caderas y
con un escote en V muy marcado entre los pechos, un poco más llenos desde el
nacimiento de Olivia. ¿Se habría dado cuenta él?
«Oh, por
Dios, para», se reconvino en silencio. ¿En qué estaba pensando?
La
calidez de su contacto cuando la había acunado en la limusina había avivado
algo dentro de ella, le había recordado vívidamente lo que habían compartido… y
nunca volverían a compartir.
—Olivia
es una maravilla —dijo Pedro con tranquilidad—, obediente y educada. Lo has
hecho muy bien con ella.
—¿Un
cumplido, Pedro? —lo miró desconfiada.
—¿Es tan
difícil aceptar que pueda dedicarte uno? Estaba cerca, y Olivia tuvo que
reprimir la casi irresistible necesidad de alejarse de él.
—Dadas
las circunstancias, sí —afirmó con frialdad.
—Quizá
sería lo más sabio ignorar las circunstancias —hizo una pausa cargada de
significado— e intentar seguir adelante.
—Así lo
estaba haciendo —dijo en tono dulce—, hasta que me arrastraste hasta aquí con
amenazas —dio un par de brazadas para alejarse e ignorarlo.
Algo
difícil cuando Olivia no hacía más que atraer su atención con gritos y risas
cada vez que él la salpicaba o dejaba que lo atrapara.
Era bueno
con ella. Amable. Jugaba con ella y se había convertido en su ídolo. «Papá»
aparecía en su conversación con frecuencia.
María
sirvió el té en la sala al mismo tiempo que la cena de Olivia cuya hora de
acostarse se iba retrasando gradualmente para adaptarse a las costumbres
locales. Donde Paula había previsto dificultades, no aparecían: Olivia se había
adaptado felizmente a su nuevo modo de vida y aceptaba los cambios con
sorprendente facilidad.
Era ella
quien estaba teniendo problemas al ser invadida por emociones ambivalentes que
hacían que su torbellino interior creciera cada día que pasaba.
—Esta
noche le toca a mamá —dijo Olivia mientras Paula la llevaba a la cama y después
elegía uno de los cuentos.
Pedro se
sentó cerca.
Era complicado
abstraerse a la presencia de él y concentrarse en leer el cuento. Él estaba
ahí, era una entidad física imposible de ignorar y era completamente consciente
de su mirada, de su presencia dinámica.
Olivia
escuchaba atenta luchando contra el sueño hasta que se le cerraron los párpados
y se le acompasó la respiración. Paula cerró el libro con cuidado, recolocó la
ropa de la cama, comprobó el intercomunicador y la luz de noche y se detuvo un
momento en el umbral antes de cerrar la puerta.
Pedro la
siguió, se dieron la vuelta a la vez y se rozaron. De los labios de ella surgió
una disculpa automática y se desplazó rápidamente para aumentar la distancia
entre ambos mientras atravesaban el corredor que conducía a las escaleras.
—Olivia
tiene mucha suerte de tenerte de madre.
—No puedo
imaginarme mi vida sin ella.
—Hay una
solución —dijo él mirándola mientras bajaban las escaleras.
—¿Cuál…?
—se detuvo al llegar al amplio vestíbulo.
—Quédate.
—¿Contigo?
—cerró los ojos y luego los abrió—. No creo.
—Es una
casa grande. Vivirías de un modo envidiable y nunca tendrías que separarte de Olivia
—añadió.
—Define
envidiable —dijo en tono glacial.
—Una
cuenta sin límite. Joyas. El vehículo que quieras. Un guardaespaldas personal.
Todo lo que merece la esposa de un hombre muy rico.
—¿Crees
que me importan los vestidos de diseño, los Manolos, las joyas? — hizo una
pausa para recuperar el aliento—. ¿Ir a la ópera, el teatro, las recepciones
benéficas, esas fiestas que son lo último? —se sentía llena de rabia, incapaz
de contenerla—. ¿Vivir en esta mansión y tener tiempo para participar en
comités benéficos y convertirme en la esposa ejemplar dentro y fuera del
dormitorio? ¿Crees que algo de eso es importante para mí?
—¿Ni
siquiera lo del dormitorio? —dijo en tono divertido.
—No
—mintió.
—Entonces
—su voz era peligrosamente suave—, quizá no te importaría explicarte con más
detalle.
Paula
alzó la barbilla y le lanzó una mirada abrasadora. Si fuera posible dar marcha
atrás al reloj, recuperar el amor que habían compartido. Pero eso era
imposible.
—Crees
que puedes comprar cualquier cosa que quieras. Todo tiene un precio. Incluso
yo. ¡Te equivocas! —sus ojos tenían un tono desvaído—. Y sobre tu sugerencia…
—casi no podía hablar—. ¡Olvídate! —respiró hondo para recuperar el control—.
Ni siquiera por Olivia me dejaré atrapar en un matrimonio sin amor — añadió con
vehemencia.
Pedro
alzó burlón una ceja en silencio.
—Ya me
has roto el corazón una vez —cualquier esperanza de que cicatrizara se había
evaporado cuando había oído su voz y visto su imagen en el monitor del portal
de su casa unas semanas antes—. De ningún modo te daré la oportunidad de que
vuelvas a hacerlo.
—Ya veo
que no me he explicado bien —dijo morosamente—. No sólo viviríamos bajo el
mismo techo, también compartiríamos dormitorio, cama.
—A ver si
te entiendo: ¿me estás ofreciendo el sexo como un extra?
—Un
matrimonio normal. La posibilidad de que nuestra familia crezca.
—Perdona
—estaba desbocada, no podía parar—, pero ya he experimentado tu versión de la
normalidad y la aborrezco.
—¿Y nada
que diga podrá convencerte de lo contrario? Paula se irguió todo lo que pudo y
lo miró de un modo que hubiera abrasado a cualquiera.
—No
—dicho eso se dio la vuelta y empezó a subir las escaleras. No le apetecía sentarse
a cenar con él. Además, no tenía hambre. Prefería buscar un libro y sentarse a
leer en cualquier sitio. Habría sido un buen plan si hubiera sido capaz de
concentrarse en el texto.
Después
de un momento, dejó el libro a un lado, encendió la televisión y buscó algo que
le interesara. Un programa de cocina le pareció bien, aunque sólo sirvió para
recordarle que no había cenado.
«De
acuerdo», se dijo, «admítelo, estás loca por él».
Pero
pensar en acceder a su proposición le pareció un insulto. No había sido ni su
dinero ni su posición lo que la había atraído. Maldición, ni siquiera sabía
quién era.
Las
siguientes semanas pasarían deprisa y después volvería a casa con Olivia y
recuperaría la normalidad.
Gracias Por Leer y COMENTAR SIEMPRE !!!
Buenísimos los 3 caps. Cada vez más linda esta historia.
ResponderEliminaresto se pone cada vez mejor, son muy bravos los dos
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