Divina

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jueves, 31 de diciembre de 2015

After 4 Capitulo 65


Pedro

Gruño al ver la espantosa toga negra en el espejo. Nunca entenderé por qué me obligan a ponerme esta mierda. ¿Por qué no puedo llevar ropa normal a la ceremonia? Mi ropa de calle es negra, tendría que servir.

—Es oficial: esto es lo más estúpido que he hecho en la vida.

Karen pone los ojos en blanco.

—Calla de una vez y póntela.

—El embarazo está haciendo que te vuelvas muy antipática —bromeo, y me aparto antes de que me suelte un cachete.

—Ken lleva en el Coliseo desde las nueve de la mañana. Se sentirá muy orgulloso al verte subir al estrado vestido con la toga. —Sonríe y le brillan los ojos.

Si llora, necesitaré pensar en una escapatoria. Saldré lentamente de la habitación y cruzaré los dedos para que las lágrimas le impidan seguirme.

—Hablas como si fuera el baile de fin de curso —refunfuño, y me ajusto el mar de tela que engulle todo mi cuerpo.

Tengo los hombros tensos, me duele la cabeza y se me va a salir el corazón del pecho. No por la ceremonia ni por el título, esas cosas me importan una mierda. Me muero de ansiedad porque es posible que ella esté allí. Estoy haciendo todo este paripé por ella. Fue ella quien me convenció —bueno, de hecho, me engañó— para que asistiera. Y si la conozco tan bien como creo, estará allí para celebrar su triunfo.

Aunque cada vez llama menos y casi nunca me escribe, hoy vendrá.
Una hora después estamos entrando en el aparcamiento del Coliseo, donde se celebra la ceremonia de graduación. He accedido a venir con Karen porque se ha ofrecido a traerme veinte veces. Habría preferido venir en mi coche, pero últimamente está muy pesada. Sé que está intentando compensar la ausencia de Pau, pero nada podrá llenar ese vacío.

Nada ni nadie podrá darme lo que me ha dado Pau, y siempre la necesitaré. Todo lo que hago, todos los días desde que me dejó, es para ser mejor cuando ella vuelva. He hecho nuevos amigos..., bueno, de hecho, sólo dos. Luke y su novia, Kaci, son lo más parecido que tengo, y no son mala compañía. No beben mucho, no van a fiestas de mierda ni les van las apuestas. Luke es un par de años mayor y lo arrastran a la fuerza a terapia de pareja. Lo conocí durante mi sesión semanal con el doctor Tran, un portento de la salud mental.

Bueno, en realidad, no. Es un timador de primera. Le pago cien pavos la hora para que escuche cómo hablo de Pau dos días a la semana... Pero me viene bien hablar con alguien de toda la mierda que me ronda por la cabeza, y a él no se le da mal escucharme.

—Landon me ha dicho que te recuerde que siente mucho no poder estar aquí. Nueva York lo mantiene muy ocupado —me dice Karen cuando apaga el motor—. Le he prometido que te haría muchas fotos.

—Guay. —Le sonrío y salgo del coche.

El edificio está hasta los topes, las gradas llenas de padres orgullosos, familiares y amigos. Asiento en dirección a Karen cuando me saluda con la mano desde su puesto en primera fila. Supongo que ser la esposa del rector tiene sus ventajas, entre ellas, asientos de primera el día de la graduación, que es una cosa divertidísima.

No puedo evitar buscar a Pau entre la multitud. Es imposible ver la mitad de las caras porque las luces son demasiado brillantes y cegadoras. No quiero saber lo que esta extravagancia le cuesta a la universidad. Encuentro mi nombre en un gráfico que explica dónde tenemos que sentarnos y le sonrío a la encargada de buscarnos sitio. Está cabreada, imagino que es porque no vine al ensayo. En serio, no puede ser tan difícil. Te sientas. Te llaman. Te levantas y echas a andar. Recoges un papel que no vale para nada. Echas a andar y vuelves a sentarte.

Cómo no, cuando me siento en mi sitio, la silla de plástico es incómoda y el pavo que hay a mi lado está sudando más que un cubito de hielo en el Sahara. Se retuerce la ropa, tararea algo para sí y le tiembla la rodilla. Me dan ganas de decirle algo hasta que me doy cuenta de que yo estoy haciendo exactamente lo mismo, aunque no sudo como un cerdo.

No sé cuántas horas han transcurrido —a mí me parecen por lo menos cuatro— cuando por fin oigo mi nombre. El modo en que me mira todo el mundo es muy raro, y siento náuseas y me apresuro a desaparecer del estrado en cuanto veo que a Ken se le llenan los ojos de lágrimas.

Tengo que esperar a que acaben con todo el alfabeto para ir a buscarla. Para cuando llegan a la «V», me planteo levantarme e interrumpir la ceremonia. ¿Cuánta gente hay cuyo apellido empiece por «V»?

Pues parece ser que un montón.

Por fin, después de haber superado varios grados de aburrimiento, cesan los aplausos y se nos permite levantarnos de nuestros asientos. Yo salto del mío, pero Karen viene corriendo a darme un abrazo. Cuando me parece que ya la he tolerado bastante, me disculpo a mitad de su discurso lloroso de felicitación y corro a buscarla.
Sé que está aquí. Puedo sentirlo.

Llevo dos meses sin verla, dos putos meses, y estoy que me va a dar algo del subidón de adrenalina cuando al fin la veo cerca de la salida. Sabía que haría algo así, que vendría e intentaría escabullirse antes de que la encontrara, pero no se lo permitiré. La seguiré hasta el coche si hace falta.

—¡Pau! —me abro paso entre las familias abrazadas para llegar hasta ella.

Se vuelve justo cuando estoy apartando a un chico de un empujón.
Hace mucho que no la veo y es un alivio tremendo. Tremendo. Está tan guapa como siempre. Su piel tiene un tono bronceado que antes no tenía, le brillan los ojos y parece más feliz. Se había convertido en una sombra y ahora está llena de vida. Se le nota sólo con mirarla.

—Hola. —Sonríe y hace esa cosa que hace cuando está nerviosa: se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Hola. —Repito su saludo y me tomo un momento para observarla bien. Es aún más angelical de lo que recordaba.

Parece que ella está haciendo lo mismo, mirarme de arriba abajo. Ojalá no llevara esta ridícula toga, así podría ver que he estado haciendo ejercicio.
Es la primera en hablar:

—Qué largo llevas el pelo.

Me echo a reír suavemente y me paso las manos por la maraña. Seguro que el birrete me lo ha aplastado. Luego caigo en que no sé dónde lo he dejado, pero ¿a quién le importa?

—Sí. Tú también —digo sin pensar. Se echa a reír y se lleva los dedos a la boca—. Quiero decir que tú también llevas el pelo largo. Aunque siempre lo has llevado largo, claro. —Intento arreglarlo pero sólo consigo hacerla reír otra vez.
«Bravo, Alfonso. Tú sí que sabes.»

—Y la ceremonia, ¿ha sido tan horrible como esperabas? —pregunta.

La tengo a menos de medio metro y desearía que estuviéramos sentados o algo así. Creo que necesito sentarme. «¿Por qué coño estoy tan nervioso?»

—Peor. ¿No se te ha hecho eterna? Al tipo que leía los nombres le han salido canas. —Espero que eso la haga reír otra vez. Cuando sonríe, le devuelvo la sonrisa y me aparto el pelo de la cara. Necesito cortármelo urgentemente, pero creo que, por ahora, lo dejaré estar.

—Estoy muy orgullosa de que hayas venido —dice—. Seguro que has hecho feliz a Ken.

—Y ¿tú eres feliz?

Frunce el ceño.

—¿Por ti? Sí, por supuesto. Me alegro mucho por ti. No te parece mal que haya venido, ¿verdad? — Se mira los pies un instante antes de buscar mis ojos.

Hay algo distinto en ella, se la ve más segura, más..., no sé... ¿Fuerte? Está erguida, con la mirada clara y centrada, y aunque noto que está nerviosa, no se la ve tan amedrentada como antes.

—Pues claro. Me habría cabreado mucho hacer toda esta chorrada para nada. —Le sonrío y luego me río al pensar que parece que lo único que hacemos es sonreír y retorcernos las manos nerviosos—. ¿Cómo estás? Perdona que no te haya llamado mucho. He estado muy liado...

Quita importancia a mis palabras con un gesto de la mano.

—Descuida, sé que has estado muy ocupado con la graduación y haciendo planes para tu futuro y todo eso. —Me dedica una sonrisa casi imperceptible—. He estado bien. He solicitado plaza en todas las universidades a cien kilómetros de Nueva York.

—¿Todavía quieres ir allí? Landon me dijo ayer que no estabas muy segura.

—Y no lo estoy. Estoy esperando noticias de al menos una facultad antes de trasladarme. Solicitar el traslado desde el campus de Seattle me fastidió el expediente académico. En la secretaría de la NYU me dijeron que me hacía parecer indecisa y poco preparada, por lo que espero que al menos una de las universidades no lo vea así. De lo contrario, haré algún curso de formación profesional hasta que pueda volver a incorporarme a la universidad. —Respira hondo—. Caray..., menudo rollo acabo de soltarte. — Se echa a reír y deja paso a una madre que solloza de la mano de su hija, que va con toga y birrete—. ¿Ya has decidido lo que vas a hacer a partir de ahora?

—Me esperan varias entrevistas en las próximas semanas.

—Qué bien. Me alegro por ti.

—Pero no son para trabajar aquí —digo, y la observo atentamente mientras asimila mis palabras.

—¿Te refieres a la ciudad?

—No, al estado.

—Entonces ¿dónde?, si es que se puede preguntar... —Es educada y comedida, y su voz es tan dulce y suave que doy un paso hacia ella.

—Tengo una en Chicago y tres en Londres.

—¿Londres? —Intenta ocultar la sorpresa en su voz, y yo asiento.

No quería tener que decírselo, pero deseaba aprovechar todas las oportunidades que surgieran. No creo que vuelva a Inglaterra, sólo estoy explorando mis opciones.

—No sabía lo que iba a pasar con nosotros... —intento explicarle.

—No, si lo entiendo. Sólo es que me ha pillado por sorpresa, nada más.

Sé lo que está pensando sólo con mirarla. Casi puedo oír sus pensamientos.

—He estado hablando un poco con mi madre. —Suena muy raro cuando lo digo, aunque más raro fue cuando por fin le cogí el teléfono a Trish. He estado evitándola hasta hace dos semanas. No la he perdonado exactamente, pero estoy intentando que todo el desastre no me cabree tanto. No me lleva a ninguna parte.

—¿De verdad? Pedro, me alegra mucho oír eso. —Ya no frunce el ceño, sino que me sonríe de oreja a oreja y está tan bonita que me duele el corazón.

—Sí —digo encogiéndome de hombros.

Continúa sonriéndome como si acabara de decirle que le ha tocado la lotería.

—Me alegro de que todo te vaya tan bien. Te mereces lo mejor en la vida.

No sé muy bien qué contestar a eso, pero echaba de menos su amabilidad; tanto, que no puedo evitar tirar de ella y abrazarla. Lleva las manos a mis hombros y apoya la cabeza en mi pecho. Juraría que se le ha escapado un suspiro. Y, si me equivoco, fingiré que no lo he imaginado.

—¡ Pedro! —oigo que me llama alguien, y Pau se aparta y se coloca a mi lado. Se ha ruborizado y vuelve a estar nerviosa.

Luke se nos acerca con Kaci y un ramo de flores en la mano.

—Dime que no me has traído flores —protesto a sabiendas de que debe de haber sido idea de su chica.

Pau sigue de pie a mi lado, mirando a Luke y a la morena bajita con los ojos muy abiertos.

—Sabes que no. Además, sé que te encantan las azucenas —dice Luke mientras Kaci saluda a Pau con la mano.

Ella se vuelve hacia mí, confusa, pero con la sonrisa más bonita que he visto en dos meses.

—Es un placer conocerte al fin. —Kaci rodea a Pau con los brazos y Luke intenta empotrarme el horrendo ramo en el pecho.

Dejo las flores en el suelo y Luke me maldice cuando una horda de padres demasiado orgullosos las pisotean al pasar.

—Soy Kaci, una amiga de Pedro. He oído hablar mucho de ti, Pau. —Se aparta un poco para coger a Pau del brazo, y me sorprende ver que ella le devuelve la sonrisa en vez de mirarme con cara de pedir ayuda y empieza a hablar de las flores pisoteadas—. Pedro parece la clase de chico a la que le gustan las flores, ¿no crees? —dice Kaci entre risas, y Pau también se ríe—. Por eso se tatuó esas hojas tan feas.

Pau enarca una ceja.

—¿Hojas?

—No son hojas exactamente —digo—, es que le gusta meterse conmigo. Aunque me he hecho unos cuantos tatuajes nuevos desde la última vez que te vi. —No sé por qué me siento un poco culpable.

—Ah. —Pau intenta sonreír, pero sé que no es una sonrisa sincera—. Qué bien.

Estamos entrando en territorio incómodo y, mientras Luke le habla a Pau de los tatuajes que llevo en el vientre, comete un gran error:

—Le dije que no se los hiciera. Habíamos salido los cuatro, y a Kaci le entró curiosidad por los tatuajes de Pedro y decidió que quería hacerse uno.

—¿Los cuatro? —balbucea Pau, y sé que se arrepiente de haberlo preguntado, se le nota en los ojos.

Le lanzo a Luke una mirada asesina al tiempo que Kaci le clava el codo en las costillas.

—Vino también la hermana de Kaci —aclara él para intentar arreglar la metedura de pata. Sin embargo, sólo consigue empeorarlo.

La primera vez que salí con Luke, quedamos con Kaci para cenar. Aquel fin de semana fuimos a ver una película y Kaci trajo a su hermana. Varios fines de semana después me di cuenta de que la chica se había pillado un poco de mí, y les dije que le quitaran la idea de la cabeza. Ni quería ni quiero distracciones mientras espero que Pau vuelva a mí.

—Ah. —Pau le dirige a Luke una sonrisa muy falsa y se queda mirando el gentío.

«Joder, odio la cara que está poniendo.»

Antes de que pueda decirles a Luke y a Kaci que se piren para poder explicárselo todo bien a Pau, Ken se me acerca y me dice:

— Pedro, hay alguien a quien quiero que conozcas.

Luke y Kaci se marchan y Pau se hace a un lado. Intento cogerla, pero me evita.

—Tengo que ir al baño. —Sonríe y se marcha después de saludar brevemente a mi padre.

—Te presento a Chris —dice Ken—, te he hablado antes de él. Es el presidente de la editorial Gabber, en Chicago, y ha venido hasta aquí para hablar contigo. —Sonríe satisfecho y coge al tipo del hombro, pero yo no puedo evitar buscar a Pau entre la multitud.

—Muchas gracias —digo estrechando la mano del hombre bajito, que empieza a hablar.

Apenas entiendo lo que dice, estoy demasiado ocupado pensando qué habrá hecho Ken para conseguir que este tío venga hasta aquí y preocupándome por Pau porque no sé si encontrará el baño.


Después, busco en los alrededores de todos los baños y la llamo dos veces al móvil. Se ha marchado sin despedirse.


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solo 15 capitulos mas....... aaaayyyyy hoy se nos va un año mas ... Feliz Comienzo a tod@s gracias por acompañarme y bancarme siempre ... son de fierro siempre....  

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