Pedro
¿Que no quería saber nada de ella? Quiero a esta chica con cada una de mis células desde hace mucho tiempo. No soporto que se sienta así, que haya olvidado lo profundo que es el amor que siento por ella y lo haya reducido a la gran cagada que cometí. Sin embargo, no puedo culparla. Es culpa mía que se sienta así.
—Siempre te he querido, lo sabes. No podía evitar destruir una y otra vez lo único bueno que tenía en la vida, y lo siento mucho. Siento que es una mierda que haya tenido que morir tu padre para espabilarme, pero ahora estoy aquí y te quiero más que nunca, y no me importa si no podemos tener hijos.
Desesperado y sin que me guste lo que veo en sus ojos, añado impulsivamente: —Cásate conmigo.
Pau me mira fijamente.
— Pedro, no puedes soltar eso así como así, ¡para de decirlo!
Se cubre el pecho con los brazos como si se protegiera de mis palabras.
—Vale, antes te compraré un ani...
— Pedro —me advierte con los labios en tensión.
—Vale. —Pongo los ojos en blanco y creo que va a darme un bofetón—. Estoy tan enamorado de ti... —le aseguro, y me acerco para cogerla.
—Sí, ahora lo estás. —Se aparta, retándome.
—Llevo muchísimo tiempo enamorado de ti.
—Sí, claro que sí —murmura. ¿Cómo puede ser tan preciosa y tan insoportable a la vez?
—Te quería incluso cuando me estaba comportando como un gilipollas en Londres.
—No lo demostrabas, y no importa cuánto lo digas si no lo demuestras ni un poco o me haces sentir la verdad en tus palabras.
—Lo sé, me volví completamente loco.
Pellizco la venda que me cubre la escayola del brazo. «¿Cuántas semanas faltan para que me quiten esto?»
—Dejaste que se pusiera tu camiseta después de acostarte con ella. —Pau aparta la mirada de mí y se concentra en la pared a mis espaldas.
«¿Qué?»
—¿De qué estás hablando?
Apoyo con delicadeza el pulgar en su barbilla para hacer que me mire.
—Esa chica, la hermana de Mark. Janine creo que dijeron que se llamaba.
La miro boquiabierto.
—¿Crees que me la tiré? Te dije que no lo hice. No toqué a nadie en Londres.
—Dijiste eso y luego estuviste a punto de sacudir el condón usado en mi cara.
—No me la follé, Pau. Mírame. —Intento convencerla, pero se vuelve otra vez—. Sé que pudo parecerlo...
—Lo que parecía es que llevaba puesta tu camiseta.
No me gustaba nada cómo le sentaba mi camiseta a Janine, pero no hubo forma de que se callara hasta que se la di.
—Sé que la llevaba, pero no me la tiré. ¿Eres tan ilusa como para pensar que haría algo así?
Mi corazón se acelera sólo de pensar que he dejado que ande por ahí desde entonces con la cabeza llena de mentiras. Debería haberme dado cuenta de que no quedó claro cuando hablamos.
—Estaba encima de ti todo el tiempo, Pedro, ¡en mis propias narices!
—Me besó e intentó chupármela, eso es todo.
Pau hace un chasquido con la lengua y cierra los ojos.
—Ni siquiera se me puso dura con ella. Sólo contigo —digo en un intento de explicarme mejor, pero ella sacude la cabeza y levanta las manos para pedirme que pare.
—Deja de hablar de ella, me pone mala —replica, y ahora sé que va en serio.
—Yo también me puse malo. Vomité allí mismo después de que me tocara.
—¿Cómo? —Pau me mira fijamente.
—Tuve que ir corriendo al baño a vomitar porque me puse malísimo cuando me tocó. No pude soportarlo.
—¿Eso hiciste?
Me pregunto si debería preocuparme por la sonrisilla que veo aparecer en sus labios al contarle mi experiencia con el vómito.
—Eso hice. —Le sonrío intentando quitarle hierro a la situación—. No hace falta que te alegres tanto —digo, pero si esto consigue animarla, por mí, adelante.
—Bien, espero que te pusieras malo de verdad —replica, y ahora sonríe ampliamente.
«Menuda relación desastrosa la nuestra.»Desastrosa pero perfecta; esto es así.»
—¡De verdad! —exclamo aprovechando el momento—. Me puse fatal. Siento que hayas pensado eso todo este tiempo. Ahora entiendo que estuvieras cabreada conmigo.
Parece tener sentido que lo estuviera, aunque últimamente siempre lo está.
—Ahora que ya sabes que no te puse los cuernos —prosigo levantando una ceja sarcástica—, ¿volverás a aceptarme y me dejarás que haga de ti una mujer de provecho?
Me golpea con la cabeza y dice:
—Me has prometido que ibas a dejar de decirme eso.
—No lo he prometido. No he usado la palabra promesa —repongo.
«Me va a pegar un tortazo en cualquier momento.»
—¿Vas a contarle a alguien más lo de los bebés? —le digo para cambiar de tema, más o menos.
—No. —Se muerde el labio—. No creo, al menos no en un futuro cercano.
—Nadie tiene que saberlo hasta que adoptemos dentro de unos años. Estoy seguro de que hay toneladas de malditos bebés esperando a que unos padres los compren. Todo irá bien.
Sé que no ha aceptado mi proposición de matrimonio, ni siquiera la de tener una relación conmigo, y espero que no aproveche la oportunidad para recordármelo justo ahora.
Se ríe con suavidad.
—¿«Malditos bebés»? Por favor, dime que no crees que haya una tienda en el centro a la que puedes ir y comprar un bebé. —Se lleva la mano a la boca para evitar reírse de mí.
—¿Ah, no? —bromeo—. Entonces ¿qué es eso de Babies’R’us?
—¡Madre mía! —exclama, e inclina la cabeza hacia atrás muerta de risa.
Acorto la poca distancia que nos separa y le cojo la mano.
—Si esa maldita tienda no está llena de bebés en fila, listos para ser comprados, la denunciaré por publicidad engañosa.
Le ofrezco mi mejor sonrisa y ella suspira, aliviada de poder reírse. Lo sé de alguna forma. Sé exactamente qué es lo que está pensando.
—Necesitas ayuda —dice retirando su mano de la mía y poniéndose en pie.
—Sí —respondo mientras veo borrarse su sonrisa—, la necesito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario