Divina

Divina

lunes, 28 de diciembre de 2015

After 4 Capitulo 46


Pedro

Cuando llaman a la puerta y abro, no me molesto en ocultar la decepción al ver la sonrisa incómoda de Ken en lugar de a la chica a la que quiero.

Se queda ahí de pie, esperando claramente a que le dé permiso para entrar.

—Quería hablar contigo del bebé —señala tentativamente.

Sabía que esto llegaría, y por desgracia para mí no hay forma de evitar esta mierda.

—Pues pasa —respondo.

Me aparto de su camino y me siento en la silla junto al escritorio. No tengo ni puta idea de lo que va a decir o de lo que voy a contestar yo, ni de cómo va a acabar esto, pero no veo que vaya a ir bien.

Ken no se sienta. Se queda de pie junto a la cómoda con las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir grises. El hecho de que el gris vaya a juego con las rayas de la corbata y que lleve un jersey negro dice a gritos: «¡Soy el rector de una universidad de renombre!». Pero mirando más allá, veo la preocupación en sus ojos marrones y cómo frunce las cejas hasta que quedan unidas. Su forma de mover las manos es tan patética que siento la necesidad de sacarlo de su miseria.

—Estoy bien —le aseguro—. Supongo que seguramente habías pensado que rompería cosas y me volvería loco pero, sinceramente, me da igual que vayáis a tener un hijo —digo al final.

Suspira, aunque no parece tan aliviado como creía que se quedaría.

—No pasa nada si estás un poco enfadado por esto —me dice—. Sé que es inesperado y sé lo que piensas de mí. Sólo espero que esto no haga que me odies aún más.

Mira al suelo y yo empiezo a desear que Pau estuviera aquí a mi lado y no vete tú a saber dónde con Karen. Necesito verla antes de que se marche. He prometido darle espacio, pero no esperaba toparme con este momento padre-hijo.

—No tienes ni idea de lo que pienso de ti —replico.

«Mierda, es que creo que ni siquiera yo mismo lo sé.»

—Espero que esto no cambie ni borre los progresos que hemos ido haciendo. Sé que tengo mucho por lo que compensarte, pero de verdad confío en que me dejes seguir intentándolo —me dice mostrando una vez más su infinita paciencia conmigo.

Cuando oigo eso, siento una familiaridad entre nosotros que no había sentido antes. 

Ambos somos un completo desastre, ambos nos hemos dejado llevar por decisiones estúpidas y también por nuestras adicciones, y me cabrea tener ese rasgo suyo por haberme criado con él. Si me hubiera criado Vance, no habría sido así. No estaría tan jodido por dentro. No habría temido que mi padre volviera a casa borracho y no me habría sentado en el suelo junto con mi madre durante horas mientras lloriqueaba, sangraba y luchaba por seguir  consciente después de haber soportado los golpes por culpa de sus errores.

La rabia hierve en mi interior, zumbando en mis venas, y estoy a un paso de llamar a Pau. 
La necesito en momentos así... Bueno, la necesito siempre, pero sobre todo ahora. 
Necesito su dulce voz dándome ánimos. Necesito su luz para luchar contra la oscuridad que hay dentro de mi mente.

—Quiero que formes parte de la vida del bebé, Pedro —dice Ken a continuación—. Creo que esto puede ser algo muy bueno para todos nosotros.

—¿Nosotros? —espeto.

—Sí, todos nosotros. Formas parte de esta familia. Cuando me casé con Karen y me hice cargo de Landon como padre, sé que te sentiste como si te olvidara, y no quiero que te pase lo mismo en relación con el bebé.

—¿Olvidarme? Te olvidaste de mí mucho antes de casarte con Karen —escupo.

Sin embargo, ya no siento la misma satisfacción al echarle cosas en cara ahora que sé la verdad sobre su pasado con mi madre y Christian. Lo siento por Ken, y lamento la que liaron esos dos, pero al mismo tiempo estoy muy cabreado con él por ser un padre de mierda hasta el año pasado. Aunque no fuera mi padre biológico, era el encargado de cuidar de nosotros, aceptó el papel y luego lo abandonó por la bebida.

Así que no puedo evitarlo. Debería reprimirme, pero la ira hierve en mí y necesito saberlo. Tengo que saber por qué intentaría hacer las paces conmigo si no estuviera completamente seguro de que es mi padre.

—¿Cuándo te enteraste de que mi madre se estaba follando a Vance a tus espaldas? —le pregunto, lanzando las palabras como si fueran una granada.

La habitación se queda sin aire y Ken parece que vaya a desmayarse de un momento a otro.

—¿Cómo...? —Se detiene y se frota la barbilla con la mano—. ¿Quién te ha dicho eso?

—Déjate de rollos. Lo sé todo sobre ellos. Esto es lo que pasó en Londres: los pillé juntos. Ella sentada en la encimera de la cocina.

—Dios mío —dice, con voz ahogada y la respiración agitada—. ¿Antes o después de la boda?

—Antes, pero se casó de todas formas. ¿Por qué estabas con ella si sabías que lo quería a él?

Respira unas cuantas veces y pasea la mirada por la habitación. Al final se encoge de hombros.

—Porque la quería —dice simplemente.

Me mira a los ojos, la sinceridad más pura parece borrar cualquier distancia que pudiera existir entre nosotros.

—No tengo ninguna razón además de ésa —prosigue—. La quería, te quiero y esperaba sin descanso que algún día dejara de quererlo a él. Ese día nunca llegó.... y aquello me estaba devorando. Sabía lo que hacía ella y lo que hacía él, mi mejor amigo, pero tenía tantas esperanzas puestas en nosotros que pensé que al final me elegiría a mí.

—Pues no lo hizo —apunto.

Puede que lo eligiera para casarse y pasar la vida con él, pero no lo eligió en nada de lo que importaba.

—Está claro. Y debería haberme rendido mucho antes de caer en el alcohol. —La vergüenza en sus ojos es auténtica.

—Sí, tendrías que haberlo hecho. —Todo sería tan distinto si lo hubiera hecho...

—Sé que no lo entiendes, y sé que para ti mis pésimas elecciones y falsas esperanzas te destrozaron la infancia, así que no espero tu perdón ni tu comprensión.

Une las manos como si estuviera rezando y se cubre la boca con ellas.

Me quedo en silencio porque no se me ocurre nada que decir. Mi mente se llena de recuerdos horribles y la realidad de lo jodidas que están mis tres... figuras paternas. No sé siquiera cómo llamarlos.

—Supongo que sentía que ella acabaría por ver que él no podía ofrecerle la estabilidad que yo le ofrecía. Había obtenido un buen trabajo y no tenía el riesgo de fuga que tenía Christian. —Hace una pausa y, con una respiración profunda que consigue que el jersey se tense sobre su pecho, me mira y añade—: Creo que si Pau se casara con otro hombre, él se sentiría de ese modo. Siempre estaría compitiendo contigo, e incluso cuando la dejaras por enésima vez, competiría con tu recuerdo.

Está seguro de lo que está diciendo, lo sé por su tono y por la forma en que me mira fijamente a los ojos.

—No voy a volver a dejarla —le digo entre dientes. Mis dedos se contraen sobre el escritorio. 

—Eso dijo él también.

Suspira y vuelve a apoyarse en la cómoda.

—Yo no soy él —replico.

—Sé que no lo eres. De ningún modo estoy diciendo que tú seas Christian ni que Pau se parezca a tu madre. Tienes suerte: Pau sólo tiene ojos para ti. Si tu madre no hubiera reprimido lo que sentía por él, podrían haber sido felices juntos pero, en su lugar, permitieron que su relación tóxica arruinara las vidas de todo el mundo a su alrededor.

Ken vuelve a frotarse la barba con la mano. Un hábito muy molesto.

Me vienen a la mente Catherine y Heathcliff, y quiero vomitar por la comparación fácil. Pau y yo podemos ser un completo desastre, como los dos personajes, pero no permitiré que tengamos el mismo destino.

Sin embargo, nada de lo que dice Ken tiene sentido para mí. ¿Por qué iba a soportar toda mi mierda si tuviera la más mínima duda de que ni siquiera soy problema suyo, para empezar?

—Entonces ¿es verdad? Él es tu padre, ¿no? —pregunta como si estuviera perdiendo la fuerza vital que había estado alimentándolo hasta ahora. El hombre fuerte que daba miedo de mi infancia ha desaparecido, y en su lugar hay un hombre con el corazón destrozado al borde de las lágrimas.

Quiero decirle que es un maldito idiota por soportarlo todo, que mi madre y yo no podemos olvidar el infierno en el que convirtió mi vida cuando era un niño. Por su culpa, me puse del lado de los demonios y luché contra los ángeles, es por su culpa que tengo un lugar especial reservado en el infierno y no me recibirán en el cielo. Es culpa suya que Pau no esté conmigo. Es culpa suya que le haya hecho daño demasiadas veces como para poder contarlas, y es culpa suya que ahora esté intentando ponerles remedio a veintiún años de errores.

Cuando en lugar de todo eso me quedo en silencio, Ken exhala:

—Desde el momento en que te vi por primera vez, supe que eras suyo.

Sus palabras casi me dejan sin aire y sin pensamientos llenos de ira en la cabeza.

—Lo sabía. —Está intentando no llorar sin conseguirlo.

Me encojo y aparto la mirada de las lágrimas en sus mejillas.

—Lo sabía, ¿cómo no saberlo? Eras igualito a él, y cada año que pasaba, tu madre lloraba un poco más, se escapaba para verlo más a menudo. Lo sabía. No quería admitirlo porque tú eras todo lo que tenía. No tenía a tu madre, en realidad nunca la tuve. Desde que la conocí ella le pertenecía a él. Tú eras todo lo que tenía y, al dejar que mi rabia se apoderara de mí, también eché a perder eso.

Se detiene para coger aire mientras yo permanezco sentado confuso y en silencio.

—Habrías estado mejor con él, sé que habría sido así, pero te quería y aún te quiero como si fueras sangre de mi sangre, y lo único que puedo hacer es esperar a que me dejes permanecer en tu vida.

Sigue llorando, hay demasiadas lágrimas cubriendo sus mejillas, y de repente siento compasión por él. Parte del peso que me oprimía el pecho ha desaparecido, y noto cómo los años de rabia van disolviéndose en mi interior. No sé qué clase de sentimiento es éste; es fuerte y liberador. Para cuando me mira, ni siquiera me siento yo mismo. No soy yo mismo, ésa es la única explicación por la que mis brazos tocan sus hombros y rodean su espalda para consolarlo.


Al hacerlo, lo veo temblar, y entonces empieza a sollozar de verdad con todo su cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario