Divina

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lunes, 23 de noviembre de 2015

After 2 Capítulo 95



Pedro

Tacones altos y el puto bóxer de Zed. Es una combinación absurda, pero imagino que no tiene otros zapatos, señal de que no pensaba pasar la noche con él. Aun así, se ha quedado a dormir, y estoy asqueado de haberla pillado en su cama. Me repugna verla vestida con esa ropa. Es la primera vez que no quiero mirarla. Lleva el vestido rojo en la mano y sé que se está congelando.

Intento prestarle mi chaqueta pero me espeta que cierre el pico y que la lleve a casa de mi padre. No me importa que esté mosqueada conmigo. De hecho, lo agradezco. Estoy contento porque es un gran alivio que haya accedido a acompañarme. Podría haberse pasado el viaje llamándome de todo y habría disfrutado con cada improperio que saliera de sus labios carnosos.

Yo también estoy cabreado. Me cabrea que haya ido corriendo a arrojarse a los brazos de Zed. Me cabrea haber intentado que se alejara de mí.

—Tengo tantas cosas que contarte... —le digo mientras nos metemos en la calle en la que vive mi padre.

—No quiero oírlas —replica con una mirada glacial—. Has tenido oportunidades de sobra para hablar conmigo estos últimos once días.

—Tú sólo escúchame, ¿vale?

—¿Por qué tiene que ser ahora? —pregunta mirando por la ventanilla.

—Porque... porque te he echado de menos —confieso.

—¿Me has echado de menos? Querrás decir que estás celoso porque estaba con Zed. No me has echado de menos hasta que él ha venido a recogerme esta noche. Estás así por los celos, no por amor.

—No es verdad, eso no tiene nada que ver. —Bueno, tiene mucho que ver, pero eso no quita que la eche de menos.

—No me has hablado en toda la noche y luego sales afuera y me dices que has estado demasiado ocupado para hablar conmigo. Eso no es lo que una persona normal hace cuando echa a alguien de menos —recalca.

—Estaba mintiendo. —Alzo las manos al cielo.

—¿Tú? ¿Mintiendo? ¡Venga ya! —Cierra los ojos y menea la cabeza despacio.

Mierda, esta noche está belicosa. Respiro hondo para asegurarme de no decir nada que empeore aún más la situación.

—Para empezar, no tengo móvil, y estaba en Inglaterra.

Gira la cabeza como si tuviera un resorte.

—¿Cómo dices?

—Me fui a casa de mi madre a despejarme. No sabía qué otra cosa hacer —le explico.
Pau baja el volumen de la radio y cruza los brazos.

—No respondías a mis llamadas.

—Lo sé. Las ignoré y te pido perdón. Quería devolvértelas pero no podía, y luego me emborraché y me cargué el móvil.

—Y ¿se supone que eso ha de hacer que me sienta mejor?

—No... Sólo quiero que seas feliz, Pau.

No dice nada. Mira otra vez por la ventanilla y busco su mano pero la aparta.

—No me toques —dice.

—Pau...

—¡No, Pedro! No puedes aparecer once días después y cogerme de la mano. Estoy harta de caminar en círculos contigo. Por fin he llegado al punto en el que puedo pasarme una hora entera sin llorar, y entonces apareces de golpe y porrazo e intentas volver a embaucarme. Me has hecho lo mismo una y otra vez desde el día en que nos conocimos y estoy harta de picar siempre. Si de verdad te importara, aunque sólo fuera un poco, me habrías dado una explicación —espeta, haciendo lo imposible para no llorar.

—Estoy intentando dártela ahora —le recuerdo.

Mientras me meto en la entrada de vehículos de la casa de mi padre, estoy cada vez más cabreado.
Pau trata de abrir la puerta del coche pero echo los seguros.

—¿De verdad vas a intentar encerrarme aquí contigo? ¡Ya me has obligado a irme de casa de Zed! ¿Te has vuelto loco? —empieza a gritar.

—No estoy intentando encerrarte en el coche. —Mentira. No obstante, he de decir en mi defensa que es muy cabezota y que no le gusta oír nada de lo que tengo que decirle.
Quita el seguro y sale del coche.

—¡Pau! Maldita sea, Pau. ¡¿Quieres escucharme?! —le grito al viento.

—¡No paras de repetirme que te escuche, pero no dices nada!

—¡Porque no me dejas hablar!

Siempre acabamos a grito pelado. Tengo que dejar que me grite y contenerme, de lo contrario, soltaré una burrada de la que me arrepentiré después. Quiero mencionar a Zed y el hecho de que lleva puesta su maldita ropa, pero tengo que controlar mi pronto.

—Lo siento, ¿vale? Dame dos minutos, dos minutos sin interrupciones. Por favor...

Para mi sorpresa, asiente y cruza los brazos a la espera de que yo hable.
Está nevando abundantemente y sé que se está helando, pero tengo que hablar con ella antes de que cambie de opinión.

—Me fui a Inglaterra porque no volviste aquella noche. Estaba tan cabreado que no veía ni por dónde iba. Estabas imposible, y yo...

Da media vuelta y echa a andar por el sendero nevado en dirección a la casa. Joder. Se me da fatal pedir perdón.

—Sé que no es culpa tuya. ¡Te mentí y no sabes cuánto lo siento! —grito esperando que vuelva.
Lo hace.

—No se trata sólo de tus mentiras, Pedro. Es mucho más grave que eso. 

—Explícate, por favor.

—No me tratas como merezco que me traten. Para ti nunca soy lo primero. Sólo piensas en ti, en tus amigos, en tus fiestas, en tu futuro. Yo no pinto nada ni decido nada, y me hiciste sentir como una tonta cuando dijiste que estaba loca por querer casarme. No me estabas escuchando. No se trata del matrimonio, se trata de que ni siquiera has pensado en lo que yo quiero para mí y para mi futuro. Y, sí, me gustaría casarme algún día, no en este momento, pero necesito seguridad. Así que deja de comportarte como si esta relación fuera más importante para mí que para ti. No olvidemos que te emborrachaste y te pasaste toda la noche por ahí con otra mujer.

Para cuando termina, se ha quedado sin aliento, y doy un paso hacia ella. Tiene razón, sólo que no sé qué hacer.

—Lo sé. Mi idea era que nos mudásemos juntos a Inglaterra. Pensaba que allí estaríamos los dos solos y que tú... —tartamudeo.

—¿Yo, qué, Pedro? —Está tiritando y tiene la nariz roja de frío.

Me rasco las costras de los nudillos. No sé cómo decirle lo que siento sin parecer el capullo más egoísta del planeta.

—Tendrías menos oportunidades de dejarme —confieso, y espero su réplica horrorizada. Nada.
Se echa a llorar.

—No sé qué más podría haber hecho para demostrarte lo mucho que te quería, Pedro. He vuelto contigo cada vez que me has hecho daño, me fui a vivir contigo y te perdoné todas las cosas imperdonables que me hiciste, ya no me hablo con mi madre por ti y, aun así, sigues dudando de mí. —Se apresura a secarse las lágrimas.

—No dudo de ti.

—¿Lo ves? —llora—. Por eso no va a funcionar nunca. Siempre dejas que tu ego se entrometa.

—¡Mi ego no tiene nada que ver! —exploto—. De hecho, mi ego está bastante tocado en este mismo instante porque acabo de pillarte en la cama con Zed.

—¿De verdad quieres hablar de eso ahora?

—¡Joder, claro que sí! Te estás portando como una... —Me contengo al ver que hace una mueca porque sabe lo que voy a decir.

Sé que no es culpa suya que la tenga comiendo de su mano, eso se le da muy bien, pero aun así me duele que se haya quedado con él.
Extiende los brazos, desafiante.

—Adelante, Pedro, insúltame.

Es la mujer más desesperante del universo, pero, hay que joderse, no sabe lo mucho que la quiero hasta cuando se pone imposible. No digo nada e intento apaciguar mi furia. Chasquea la lengua.

—Bueno, eso es todo un logro, pero me voy adentro —añade—. Tengo frío y he de levantarme dentro de una hora para ir a clase.

Camina hacia la casa y la sigo, esperando que se acuerde de que se ha dejado la cartera de mano en el coche de mi padre, que está cerrado con llave.
Se queda mirando la puerta un momento y dice, imagino que hablando sola:

—Tendré que llamar a Landon, no tengo llave.

—Puedes venir a casa conmigo —sugiero.

—Sabes que no es buena idea.

—¿Por qué no? Sólo tenemos que solucionar esto. —Me tiro del pelo con una mano—. Juntos —le aclaro.

—¿Juntos? —repite Pau, medio riéndose.

—Sí, juntos. Te he echado mucho de menos. No sabes el infierno que ha sido vivir sin ti... 
Espero que tú también me hayas echado de menos.

—Deberías haberme llamado. Estoy agotada, siempre hacemos lo mismo.


—Pero podemos estar juntos. Eres demasiado buena para mí y no te creas que no lo sé, pero, por favor, Pau, haré cualquier cosa. No puedo soportar otro día sin ti.

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