Divina

Divina

miércoles, 25 de noviembre de 2015

After 2 Capítulo 111


Pedro

Este apartamento está vacío de la hostia.

Detesto estar aquí sentado sin ella. Echo de menos que apoye las piernas en mi regazo cuando estudia y lanzarle miradas furtivas mientras finjo trabajar. Echo de menos que me pinche en el brazo con el boli insistentemente hasta que se lo quito y lo sostengo por encima de su cabeza. Entonces se hacía la enfadada, pero sé que sólo me estaba provocando para que le prestara atención. Cuando se subía a mi regazo para quitarme el objeto de las manos, la cosa siempre acababa de la misma manera, siempre, lo cual, obviamente, me encantaba.

—Joder —digo en voz alta, y dejo la carpeta de anillas a un lado. No he conseguido hacer nada hoy, ni ayer, ni en las últimas dos semanas.

Aún me cabrea que no me contestara anoche, pero necesito verla más que todas las cosas. Estoy seguro de que estará en casa de mi padre, así que debería pasarme por allí y hablar con ella. Si la llamo, puede que no conteste, y eso sólo alimentará mi ansiedad, así que mejor me acercaré allí.

Sé que se supone que tengo que darle espacio, pero, en serio..., a la mierda el espacio. A mí no me está funcionando, y espero que a ella tampoco.

Cuando llego a casa de mi padre son casi las siete y veo que el coche de Pau no está.

«Pero ¿qué coño...?»

Habrá ido a comprar o a la biblioteca con Landon o alguna otra cosa por el estilo. Sin embargo, cuando entro me encuentro a mi hermanastro sentado en el sofá con un libro de texto sobre las piernas.
Genial.

—¿Dónde está? —le pregunto en cuanto irrumpo en el salón.

Estoy a punto de sentarme a su lado, pero al final decido quedarme de pie. Se me haría raro de cojones sentarme con él.

—No lo sé, hoy no la he visto —responde levantando apenas la mirada de sus libros.

—¿Has hablado con ella? —le pregunto.

—No.

—¿Por qué no?

—¿Por qué iba a hacerlo? No todo el mundo la acosa —me dice con una sonrisa en la cara.

—Vete a la mierda —resoplo.

—No sé dónde está, de verdad —asegura.

—Bien, entonces supongo que la esperaré aquí.

Entro en la cocina y me siento sobre la encimera. Que ahora me lleve algo mejor con Landon no significa que vaya a quedarme ahí a mirar cómo hace los deberes.
Delante de mí hay una masa de chocolate con unas velas encima con el número «13». ¿Es la tarta de cumpleaños de alguien?

—¡¿Para quién es esta mierda de tarta?! —grito. No se distingue el nombre, si es que es un nombre lo que pone con glaseado blanco.

—Esa mierda de tarta era para ti —me responde Karen.

Cuando me vuelvo, veo que me mira con una sonrisa sarcástica.
Ni siquiera la había visto entrar.

—¿Para mí? Pone «13».

—Eran las únicas velas que tenía, y a Pau le hizo gracia —me dice. Su tono me indica que algo no va bien. ¿Está enfadada o algo?

—¿Pau? No entiendo nada.

—La hizo anoche para ti mientras te esperaba.

Miro la espantosa tarta y me siento como un auténtico capullo. ¿Por qué iba a prepararme una tarta si ni siquiera me había pedido que viniera? Nunca entenderé a esa chica. Cuanto más miro la tarta, más encantadora me parece. Admito que no te entra por los ojos precisamente, pero puede que anoche, recién hecha, sí que fuera bonita.

Me la imagino riéndose mientras colocaba las velas con la edad equivocada en la cobertura de chocolate. Me la imagino lamiendo la masa de la cuchara y arrugando la nariz mientras escribía mi nombre.

Ella me preparó una jodida tarta y yo me fui a esa mierda de fiesta. ¿Se puede ser más gilipollas?

—¿Adónde ha ido? —le pregunto a Karen.

—No tengo ni idea, y no sé si va a venir a cenar.

—¿Puedo quedarme? —le pregunto.

—Por supuesto que puedes. Eso ni se pregunta. —Se vuelve con una sonrisa.

Su sonrisa es un reflejo perfecto de su carácter. Debe de pensar que soy un capullo, y a pesar de ello me sonríe y me invita a quedarme en su casa.

Para cuando llega la hora de cenar, estoy desesperado. No paro de revolverme en mi asiento y de mirar por la ventana cada pocos segundos. Considero llamarla mil veces hasta que me conteste. Me estoy volviendo loco.

Mi padre habla con Landon sobre la próxima temporada de béisbol; ojalá cerraran la puta boca.

«¿Dónde cojones está?»

Al final, saco mi teléfono para mandarle un mensaje, y justo en ese momento oigo que se abre la puerta. Me pongo de pie al instante y todo el mundo me mira.

—¿Qué? —les espeto, y me dirijo al salón.

Siento un alivio tremendo cuando la veo entrar cargando un montón de libros y lo que parece la cartulina de una presentación en las manos.

En cuanto me ve, los objetos empiezan a caérsele al suelo. Corro para ayudarla a recogerlos. 

—Gracias. —Me quita los libros de las manos y empieza a subir la escalera.

—¿Adónde vas? —le pregunto.

—A dejar mis cosas... —Se vuelve para responder, pero me da la espalda otra vez.

Cualquier otro día habría empezado a decirle de todo por no cogerme el teléfono pero, por una vez, quiero saber qué le pasa sin gritar.

—¿Vas a cenar aquí? —le pregunto.

—Sí —contesta sin volverse siquiera.

Me muerdo la lengua y regreso al comedor.

—Bajará enseguida —digo, y juraría que he visto a Karen sonreír, pero el gesto desaparece de su rostro en cuanto la miro.

Los minutos se me hacen horas hasta que Pau por fin toma asiento a mi lado en la mesa. Espero que el hecho de que se haya sentado junto a mí sea una buena señal.

Minutos después, sin embargo, me doy cuenta de que no es así, ya que no me ha dirigido la palabra y apenas ha comido nada.

—Ya tengo todo el papeleo del traslado a la NYU solucionado, todavía no me lo creo —dice Landon, y su madre sonríe con orgullo.

—Allí no tendrás descuento por ser familia —bromea mi padre, pero sólo se ríe su mujer.

Pau y Landon sonríen y fingen reír por educación, pero sé que no les hace gracia.
Cuando mi padre lleva la conversación de nuevo hasta los deportes, encuentro el momento para hablar con Pau.

—He visto la tarta... No sabía que... —empiezo a susurrar.

—Déjalo. Ahora, no, por favor. —Frunce el ceño y señala con la mano a los demás.

—¿Después de cenar? —pregunto, y ella asiente.

Me pone de los nervios ver cómo picotea la comida. Me dan ganas de meterle el tenedor lleno de patatas en la boca. Por eso tenemos problemas, porque sueño despierto con obligarla a comer a la fuerza. Mi padre no para de intentar que conversemos todos hablando de cosas triviales y haciendo bromas sin gracia. Hago todo lo posible por hacer como si no estuviera y termino de cenar.

—Estaba delicioso, cariño —elogia mi padre a Karen cuando ella comienza a recoger la mesa. Después mira a Pau, y luego a su mujer otra vez—. Cuando termines con eso, ¿qué tal si os llevo a Landon y a ti a comer un helado a Dairy Queen? Hace tiempo que no vamos...

Karen asiente con fingido entusiasmo, y Landon se pone en pie para ayudarla.

—¿Podemos hablar, por favor? —me pregunta Pau para mi sorpresa cuando se levanta.

—Sí, claro —asiento.

La sigo hasta el piso de arriba, hasta el que es ahora su cuarto. No estoy seguro de si me va a gritar o a llorar cuando la veo que cierra la puerta en el momento en que entro.

—He visto la tarta... —Decido intervenir primero.

—¿Ah, sí? —dice como sin interés, y se sienta en el borde de la cama.

—Sí... Ha sido... muy amable por tu parte.

—Ya...

—Siento haber ido a la fiesta en vez de pedirte que pasaras mi cumpleaños conmigo.

Pau cierra los ojos durante unos segundos y respira hondo antes de volver a abrirlos.

—Vale —dice con voz monótona.

Su manera de mirar por la ventana sin emoción alguna en el rostro me pone los pelos de punta. Es como si alguien le hubiera absorbido la vida...
Y alguien lo ha hecho.
Yo.

—Lo siento mucho. No sabía que quisieras verme, dijiste que tenías cosas que hacer.

—¿Cómo pudiste pensar eso? Estuve esperándote durante dos horas. Me dijiste que tardarías media hora. —Su voz sigue sin denotar emoción, y se me empieza a erizar el vello de la nuca al escucharla.

—¿De qué estás hablando?

—Me dijiste que vendrías, y no lo hiciste. Así de simple. —Ojalá me estuviera gritando.

—Yo no te dije que fuese a venir. Te pregunté si querías venir a la fiesta, te mandé un mensaje y te intenté llamar, pero no me contestaste ni a una cosa ni a la otra.

—Vaya. Debías de estar muy borracho —dice lentamente.

Me acerco y me coloco delante de ella.
Pau ni siquiera me mira. Su mirada perdida me resulta perturbadora. Estoy acostumbrado a su ira, a su cabezonería, a sus lágrimas... pero a esto no.

—¿Qué quieres decir? Te llamé...

—Sí, a medianoche.

—Sé que no soy tan listo como tú, pero la verdad es que ahora mismo estoy totalmente confundido —le digo.

—¿Por qué cambiaste de idea? ¿Por qué no viniste al final? —me pregunta.

—No sabía que tenía que venir. Te escribí y te puse «Hola», pero no me contestaste.

—Sí te contesté, y tú a mí. Me dijiste que no te estabas divirtiendo y me preguntaste si podías venir.

—No es verdad. —«¿Bebió ella anoche?»

—Claro que sí —replica.

Sostiene el teléfono en el aire y se lo quito de las manos.

Una mierda. ¿Puedo ir a verte?

Sí. ¿Cuánto tardas?

Media hora

«Pero ¿qué coño...?»

—Yo no envié esos mensajes —me apresuro a decir. Intento reproducir la noche entera en mi mente. Ella no dice nada y se limita a mirarse las uñas—. Pau, si hubiera pensado por un segundo que me estabas esperando, habría venido para estar contigo.

—¿Me estás diciendo en serio que no me escribiste cuando acabo de demostrarte que sí lo hiciste? —dice con incredulidad, casi riéndose.

Necesito que me grite. Al menos cuando me grita sé que le importo.

—Te digo que no fui yo —le ladro.

Ella se queda en silencio unos instantes.

—Entonces ¿quién lo hizo? —dice al cabo.

—No lo sé... Joder, no lo sé... ¡Zed! ¡Claro! ¡Fue el puto Zed!

Ese cabrón me devolvió el teléfono cuando me lo dejé en el sofá. Le escribiría a Pau haciéndose pasar por mí para que se pasara la noche esperándome.

—¿Zed? ¿En serio vas a culpar a Zed de esto?

—¡Sí! ¡Eso es justo lo que voy a hacer! Se sentó en el sofá cuando yo me levanté, y después me devolvió mi teléfono. Sé que fue él, Pau —le digo.

Sus ojos destellan con confusión, y por un segundo sé que me cree, pero sacude la cabeza.

—No sé si... —Parece estar hablándose a sí misma.

—Yo jamás te diría que voy a venir para luego no aparecer, Pau. Me he estado esforzando mucho, muchísimo, para demostrarte que puedo cambiar. No te dejaría plantada así, ya no. Esa fiesta era un asco, y me sentía como una mierda allí sin ti...

—¿Ah, sí? —Sube el tono y se levanta de la cama.

«Allá va.»

—¡¿Te sentías como una mierda rodeado de strippers?! —chilla.

«Mierda.»

—¡Sí! ¡Me largué en cuanto aparecieron! Un momento..., ¿cómo sabes lo de las strippers?

—Y ¿eso qué importa? —me desafía.

—¡Claro que importa! Te lo ha dicho él, ¿verdad? ¡Te lo ha dicho Zed! ¡Te está llenando la cabeza de mierda para ponerte en mi contra! —le grito.

Sabía que tramaba algo, pero no pensé que fuese a caer tan bajo. Le mandó mensajes desde mi teléfono y después los eliminó. ¿Es tan capullo como para volver a entrometerse en mi relación? Voy a buscar a ese niñato y...

—¡No es verdad! —chilla interrumpiendo mi ira.

«¡Hostia puta!»

—Vale, llamemos a tu querido Zed y preguntémosle.

Cojo su teléfono de nuevo y busco su nombre. Lo tiene en su lista de favoritos. Maldita sea, quiero estampar el teléfono contra la puta pared.

—¡No lo llames! —me ruge, pero no le hago caso.

No contesta. ¡Cómo no!

—¿Qué más te ha contado? —Estoy que echo humo.

—Nada —miente.

—Mientes fatal, Pau. ¿Qué más te ha contado?

Se cruza de brazos y me fulmina con la mirada. Yo espero su respuesta.

—¿Y bien? —insisto.

—Que estuviste con Jace la noche que me quedé en su casa.

Mi furia amenaza con sacar lo peor de mí.

—¿Quieres saber quién se relaciona con Jace, Pau? ¡El puto Zed! Salen todo el tiempo. Fui allí para preguntarle por vosotros dos, ya que parece que de repente ahora quieres cohabitar con él.

—¿«Cohabitar con él»? ¡No estaba cohabitando con nadie! ¡Me quedé allí esas noches porque disfruto de su compañía y siempre me trata bien! ¡No como tú! —Da un paso hacia mí.

Quería que me gritase, y ahora no para, pero prefiero esto a verla ahí parada, como si todo le importara una mierda.

—No es tan bueno como crees, Pau. ¿Es que no lo ves? Te está llenando la cabeza de mierda para conseguirte. Quiere follarte, eso es todo. No te lo creas tanto y pienses que... —Me detengo. Quería decir la parte sobre Zed, no el resto—. No pretendía decir eso último —digo intentando avivar su ira, no su tristeza.

—Por supuesto que no. —Pone los ojos en blanco.

No me puedo creer que estemos teniendo esta discusión sobre Zed. Esto es una puta mierda. Le dije que se alejara de él, pero es una cabezota y nunca escucha lo que le digo.
Al menos me ha dicho que no se acostó con él cuando se quedó en su casa esa... ¿«esas noches»?

—¿Cuántas noches te has quedado en su casa? —le pregunto, esperando haber oído mal.

—Ya lo sabes. —Su cabreo aumenta a cada segundo que pasa, y el mío también.

—¿Podemos, por favor, intentar hablar de esto con calma? Porque estoy a punto de perder los papeles y eso no nos va a traer nada bueno a nadie —pido juntando los dedos para mostrar a qué me refiero.

—Lo he intentado, pero tú...

—¡¿Te quieres callar un momento y escucharme?! —grito, y me paso los dedos por el pelo.

Y, para mi sorpresa, hace justo lo contrario de lo que pensaba que iba a hacer. Se dirige a la cama, se sienta y cierra el pico.

No sé qué decir ni cómo empezar, porque no esperaba que de verdad quisiera escucharme.
Me acerco y me quedo delante de ella, que levanta la vista y me mira con una expresión difícil de interpretar. Me paseo de un lado a otro unos segundos y entonces me detengo para hablar.

—Gracias. —Suspiro con alivio y frustración—. A ver..., todo esto es muy retorcido. Pensaste que te había pedido venir a verte y que después te dejé plantada. No obstante, ya deberías saber que yo no haría eso.

—¿Ah, sí? —me interrumpe.

No sé cómo espero que lo sepa después de todo lo que le he hecho.

—Tienes razón..., pero cállate —digo, y pone los ojos en blanco—. La fiesta fue una puta mierda —continúo—, y si tú no hubieses querido que fuera, no habría ido. No bebí nada. Bueno, en realidad me tomé una copa, pero eso fue todo. No hablé con ninguna otra chica, apenas hablé con Molly, y desde luego no estuve de fiesta con las strippers. ¿Por qué cojones iba a querer estar con una strippers cuando te tengo a ti?

Su mirada se suaviza y ya no me observa como si quisiera cortarme la maldita cabeza. Algo es algo.

—Bueno, no te tengo..., pero estoy intentando recuperarte —digo—. No quiero estar con nadie más. Y, lo que es más importante, tampoco quiero que tú lo estés. No sé por qué narices te fuiste con Zed, sé que te trata bien y bla, bla, bla..., pero es mala persona.

—No ha hecho nada para hacerme pensar eso, Pedro —insiste.

—Te mandó mensajes desde mi teléfono fingiendo que era yo. Y te dijo adrede lo de las strippers...

—No sabes si fue él quien me mandó los mensajes. Y la verdad es que me alegro de saber lo de las strippers.

—Te lo habría contado yo si me hubieras contestado cuando te llamé. No tenía ni idea de qué pasaba, ni sabía que me habías preparado una tarta ni que me estabas esperando. Ya es bastante difícil conseguir que veas que estoy haciendo un esfuerzo como para que venga él a interponerse entre nosotros y a meterte estas ideas en la cabeza.

Ella se queda callada.

—¿Adónde nos lleva esto, Pau? Necesito saberlo porque toda esta situación me está matando, y no puedo seguir dándote espacio.


Me arrodillo delante de ella y mis ojos encuentran los suyos mientras aguardo una respuesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario