Agosto
Los
últimos días de Julio, fueron sus supuestas vacaciones. Hacia frió, así que las
disfrutamos encerrados. Habían venido nuestros amigos a comer, y habíamos ido
al cine dos o tres veces. Si, estábamos hechos dos abuelos, pero la verdad es
que tampoco teníamos mucha plata como para irnos a esquiar a Las Leñas. Si a
duras penas nos estábamos dando lujos como comer fuera de ver en cuando.
Para
cuando quisimos darnos cuenta, ya teníamos Agosto encima, y con eso, el
comienzo de clases de Pedro. Nos sentíamos estafados. Se nos había pasado muy
rápido nuestro tiempo libre.
Bueno,
yo no estaba tan libre. Yo había seguido trabajando en la librería, pero me
sentía como en vacaciones porque Pepe estaba en casa todo el día, y no con la
cabeza metida entre libros.
Silvia
me había subido el sueldo, porque con esto de las vacaciones de invierno, se había
llenado de gente el local, y veía como me estaba esforzando.
Pedro,
de hecho, había ido en algunas oportunidades a darme una mano, o simplemente a
hacerme compañía mientras yo estaba ocupada y él, se ponía a dibujar en su
tablet.
Con
el comienzo de su segundo semestre en la universidad, nuestra rutina fue un
caos. Para que no le coincidieran clases, había tenido que anotarse a materias
a los horarios mas disparatados, y a veces era tan poco el tiempo que tenia si
iba u venia, que se quedaba cerca del campus y lo veía a ultimas horas de la
tarde, incluso recién a la noche.
Ademas, tenia que reunirse con compañeros para hacer trabajos, y como podían se
quedaban en el mismo edificio de la facultad para hacerlos.
Yo,
que seguía teniendo el mismo horario en el trabajo, y no pensaba escribir,
porque simplemente no me salia, tenia que ocupar mi tiempo en algo.
Y
un día, mirándome al espejo se me ocurrió. Iba a anotarme en el gimnasio. Era
hora de eliminar esa barriga que se me estaba formando de tanto comer pastas.
Pedro
me miraba entrecerrando los ojos cada vez que yo se lo mencionaba, como
analizándome en detalle, y me decía que estaba loca. Que él no me veía panza. Y
que si en todo caso empezaba a tener, seria por el efecto de las pastillas
anticonceptivas que estaba tomando desde principios de año.
Así
que ese lunes, me puse mis calzas negras, mi remera mas fea y me fui al que
quedaba en la esquina. Era un lugar amplio, lleno de maquinas, iluminado de
manera cruel y repleto de espejos. Tal vez queriendo ser un incentivo, al verte
hecho un asco, hacia que quisieras entrenar para verte mejor, pero a mi me
intimidaba.
Una
profesora de spinning me recibió feliz. Era morena, bajita y atlética. De no
ser porque había tenido que gritarme para que la escuchara, hasta hubiera
pensado que era una persona tranquila. Pero es que de fondo sonaba un reggaeton
tan subido, que apenas si podía escucharme los pensamientos.
En
teoría, tenia que inscribirme y pagar, pero eran tan atentos,que me habían
insistido para que me quedara una clase de prueba para ver si me gustaba, y no
pude decir que no.
Sonaba
El Taxi de Pitbull, y Yani, la profesora, nos indico en que bicicletas fijas
teníamos que ubicarnos. Los ejercicios me habían parecido al principio simples.
Tenia que incorporarme a veces de la bici, y alterar movimientos aerobicos o
hasta bailar mientras pedaleaba a distintas velocidades.
¿Que
podía ser tan complicado? La paciencia con la que nos explicaban ademas, era
genial. Super agradable.
Yani
se paro, fue hasta el equipo de música y aplaudiendo, puso nuevamente el tema
infame que estaba ya ni de moda a todo volumen, y nos aturdió.
La
dulce entrenadora ahora parecía poseída por alguna especie de demonio que no
paraba de gritar y darnos ordenes. Mas y mas rápido a cada cosa que habíamos aprendido.
Yo
no pegaba una.
Cuando
había logrado hacer lo que nos pedía, cambiaba y yo luchaba por seguirla.
Sentía que todo el cuerpo me quemaba y estaba bañada de sudor. Mierda, no
podíamos mas.
Algunas
jadeaban y se quejaban tomando aire desesperadamente.
-¡Dale!
Muevan las cachaas -repetía. Tenia ganas de pegarle un tortazo en toda la cara.
Con
su peor cara de malvada, se acerco a las bicis y las subió la dificultad. Ahora parecía que
pesaban toneladas... tenia ganas de llorar. Ella se meneaba de un lado al otro,
sin agitarse si quiera.
¿De
que estaba hecha la chica? ¿era humana? ¿como era posible?
La
odiaba. A ella y a Pitbull que aparentemente estaba en modo repetición. Me
cagaba en su taxi.
Frenamos
luego de una hora y nos estiramos en colchonetas. Mi cuerpito temblaba y tenia
mis serias dudas de si iba a poder ponerme de pie. Que vergüenza. Me tendría
que quedar ahí sentada en el gimnasio hasta que cerrara.
Al
terminar, la profe se acerco y me dijo que podía ir todos los días a esa hora,
pero a punto de reírme en su cara, me negué diciendo que se me complicaba por
los horarios. Ni de broma me iba a someter a eso todos los días. Dos veces a la
semana, ya parecía un montón.
Volví
arrastrándome al departamento toda despeinada, hecha un asco y Pepe que estaba
en la mesa de la sala dibujando unos planos, me vio pasar directo a la ducha
entre gemidos llenos de dolor.
Creo
que ni lo salude.
Salí
y me tire con la toalla húmeda, boca abajo sobre la cama incapaz de vestirme.
-Nunca
mas -decía entre quejidos.
Una
risa que venia desde la puerta me llamo la atención, pero no podía ni darme
vuelta para mirarlo mal.
-¿Duele
el primer día en el gimnasio? -se burlo.
-Anda
a la mierda a la mierda. -gruñí con la cara pegada al colchón.
Se
acostó a mi lado y me acaricio el cuello sin poder dejar de reírse de mi
desgracia.
-ohh...
-se lamento haciéndome burla -me hubiera gustado verlo.
-sos
muy malo -cerré los ojos con fuerza y su mano se extendió por mi espalda
masajeandola. Por lo general, amaba sus masajes, pero hoy, me dolían horrible.
-auuu.
-chille.
Con
las piernas temblorosas, me puse de pie y me empece a cambiar. Pepe no paro de
hacer bromas por mi estado, pero yo fui la ultima en reír.
Entornando
los ojos lo mire antes de ir a la cocina a buscar un vaso enorme de agua.
-ahora
me voy a reír yo. -le dije con una sonrisa perversa. -porque con lo que me
duele el cuerpo, no me vas a tocar un pelo. ¡Por días!
Eso
fue efectivo y ya no volvió a burlarse. Mas arrepentido, esa noche me mimo,
aliviandome el dolor con sus caricias. En el
fondo no le hacia gracia que la estuviera pasando mal, pero podía
entenderlo. En su lugar, yo también me
hubiera reído y el ya no lo hacia.
Ni
siquiera cuando a a mañana siguiente, no podía caminar cuando me levante y tuve
que renguear hasta el baño ¿que me había pasado?
Inevitablemente me acorde de mi profe de spinnig, y de toda su familia.
Sobre todo de su madre.....
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