Divina

Divina

lunes, 8 de agosto de 2016

Divina Capitulo 63



Agosto

Los últimos días de Julio, fueron sus supuestas vacaciones. Hacia frió, así que las disfrutamos encerrados. Habían venido nuestros amigos a comer, y habíamos ido al cine dos o tres veces. Si, estábamos hechos dos abuelos, pero la verdad es que tampoco teníamos mucha plata como para irnos a esquiar a Las Leñas. Si a duras penas nos estábamos dando lujos como comer fuera de ver en cuando.

Para cuando quisimos darnos cuenta, ya teníamos Agosto encima, y con eso, el comienzo de clases de Pedro. Nos sentíamos estafados. Se nos había pasado muy rápido nuestro tiempo libre.
Bueno, yo no estaba tan libre. Yo había seguido trabajando en la librería, pero me sentía como en vacaciones porque Pepe estaba en casa todo el día, y no con la cabeza metida entre libros.

Silvia me había subido el sueldo, porque con esto de las vacaciones de invierno, se había llenado de gente el local, y veía como me estaba esforzando.

Pedro, de hecho, había ido en algunas oportunidades a darme una mano, o simplemente a hacerme compañía mientras yo estaba ocupada y él, se ponía a dibujar en su tablet.

Con el comienzo de su segundo semestre en la universidad, nuestra rutina fue un caos. Para que no le coincidieran clases, había tenido que anotarse a materias a los horarios mas disparatados, y a veces era tan poco el tiempo que tenia si iba u venia, que se quedaba cerca del campus y lo veía a ultimas horas de la tarde,  incluso recién a la noche. Ademas, tenia que reunirse con compañeros para hacer trabajos, y como podían se quedaban en el mismo edificio de la facultad para hacerlos.

Yo, que seguía teniendo el mismo horario en el trabajo, y no pensaba escribir, porque simplemente no me salia, tenia que ocupar mi tiempo en algo.
Y un día, mirándome al espejo se me ocurrió. Iba a anotarme en el gimnasio. Era hora de eliminar esa barriga que se me estaba formando de tanto comer pastas.

Pedro me miraba entrecerrando los ojos cada vez que yo se lo mencionaba, como analizándome en detalle, y me decía que estaba loca. Que él no me veía panza. Y que si en todo caso empezaba a tener, seria por el efecto de las pastillas anticonceptivas que estaba tomando desde principios de año.

Así que ese lunes, me puse mis calzas negras, mi remera mas fea y me fui al que quedaba en la esquina. Era un lugar amplio, lleno de maquinas, iluminado de manera cruel y repleto de espejos. Tal vez queriendo ser un incentivo, al verte hecho un asco, hacia que quisieras entrenar para verte mejor, pero a mi me intimidaba.




Una profesora de spinning me recibió feliz. Era morena, bajita y atlética. De no ser porque había tenido que gritarme para que la escuchara, hasta hubiera pensado que era una persona tranquila. Pero es que de fondo sonaba un reggaeton tan subido, que apenas si podía escucharme los pensamientos.

En teoría, tenia que inscribirme y pagar, pero eran tan atentos,que me habían insistido para que me quedara una clase de prueba para ver si me gustaba, y no pude decir que no.

Sonaba El Taxi de Pitbull, y Yani, la profesora, nos indico en que bicicletas fijas teníamos que ubicarnos. Los ejercicios me habían parecido al principio simples. Tenia que incorporarme a veces de la bici, y alterar movimientos aerobicos o hasta bailar mientras pedaleaba a distintas velocidades.
¿Que podía ser tan complicado? La paciencia con la que nos explicaban ademas, era genial. Super agradable.

Yani se paro, fue hasta el equipo de música y aplaudiendo, puso nuevamente el tema infame que estaba ya ni de moda a todo volumen, y nos aturdió.
La dulce entrenadora ahora parecía poseída por alguna especie de demonio que no paraba de gritar y darnos ordenes. Mas y mas rápido a cada  cosa que habíamos aprendido.
Yo no pegaba una.

Cuando había logrado hacer lo que nos pedía, cambiaba y yo luchaba por seguirla. Sentía que todo el cuerpo me quemaba y estaba bañada de sudor. Mierda, no podíamos mas.

Algunas jadeaban y se quejaban tomando aire desesperadamente.

-¡Dale! Muevan las cachaas -repetía. Tenia ganas de pegarle un tortazo en toda la cara.

Con su peor cara de malvada, se acerco a las bicis y las  subió la dificultad. Ahora parecía que pesaban toneladas... tenia ganas de llorar. Ella se meneaba de un lado al otro, sin agitarse si quiera.
¿De que estaba hecha la chica? ¿era humana? ¿como era posible?
La odiaba. A ella y a Pitbull que aparentemente estaba en modo repetición. Me cagaba en su taxi.


Frenamos luego de una hora y nos estiramos en colchonetas. Mi cuerpito temblaba y tenia mis serias dudas de si iba a poder ponerme de pie. Que vergüenza. Me tendría que quedar ahí sentada en el gimnasio hasta que cerrara.

Al terminar, la profe se acerco y me dijo que podía ir todos los días a esa hora, pero a punto de reírme en su cara, me negué diciendo que se me complicaba por los horarios. Ni de broma me iba a someter a eso todos los días. Dos veces a la semana, ya parecía un montón.

Volví arrastrándome al departamento toda despeinada, hecha un asco y Pepe que estaba en la mesa de la sala dibujando unos planos, me vio pasar directo a la ducha entre gemidos llenos de dolor.
Creo que ni lo salude.

Salí y me tire con la toalla húmeda, boca abajo sobre la cama incapaz de vestirme.

-Nunca mas -decía entre quejidos.

Una risa que venia desde la puerta me llamo la atención, pero no podía ni darme vuelta para mirarlo mal.

-¿Duele el primer día en el gimnasio? -se burlo.

-Anda a la mierda a la mierda. -gruñí con la cara pegada al colchón.

Se acostó a mi lado y me acaricio el cuello sin poder dejar de reírse de mi desgracia.

-ohh... -se lamento haciéndome burla -me hubiera gustado verlo.

-sos muy malo -cerré los ojos con fuerza y su mano se extendió por mi espalda masajeandola. Por lo general, amaba sus masajes, pero hoy, me dolían horrible.

-auuu. -chille.




Con las piernas temblorosas, me puse de pie y me empece a cambiar. Pepe no paro de hacer bromas por mi estado, pero yo fui la ultima en reír.
Entornando los ojos lo mire antes de ir a la cocina a buscar un vaso enorme de agua.

-ahora me voy a reír yo. -le dije con una sonrisa perversa. -porque con lo que me duele el cuerpo, no me vas a tocar un pelo. ¡Por días!

Eso fue efectivo y ya no volvió a burlarse. Mas arrepentido, esa noche me mimo, aliviandome el dolor con sus caricias. En el  fondo no le hacia gracia que la estuviera pasando mal, pero podía entenderlo. En  su lugar, yo también me hubiera reído y el ya no lo hacia.

Ni siquiera cuando a a mañana siguiente, no podía caminar cuando me levante y tuve que renguear hasta el baño ¿que me había pasado?
Inevitablemente me acorde de mi profe de spinnig, y de toda su familia. Sobre todo de su madre.....

No hay comentarios:

Publicar un comentario