Julio
Eran
las tres de la mañana y yo seguía
mirando la pantalla del ordenador como si allí pudiera encontrar la inspiración
que necesitaba. Nada. Me encogí de hombros, y me dije que ya en algún momento
saldría. Minimice el documento de Word y me puse a ver las redes sociales.
Hacia
dos días que había firmado contrato con la editorial para la publicación de mi
novela, y aunque estaba emocionada, no podía evitar pensar que me había
equivocado de camino.
¿Y
si ese era el único libro que podía escribir? ¿Y si nunca mas tenia una buena
idea para uno?
¿Que
iba a ser de mi vida si a los treinta años me daba cuenta de que no quería ser
escritora?
¿Empezar
de cero una carrera? Seria muy tarde..... ese solía ser el motivo de discusión
mas recurrente con mi ex novio. Las empresas contrataban a gente cada vez mas
joven, y mi momento de estudiar era ahora. Mierda. Tenia un lió en la cabeza.
¿Como
iba a escribir así?
No
había forma.
Me
levante ofuscada y cerré mi laptop casi de un golpe.
Era
una suerte que mi horario de trabajo empezara después de las diez de la mañana,
porque adivinaba que nadie podría levantarme antes de esa hora ni aunque se
prendiera fuego el edificio.
A
ciegas, entre a la habitación y me acosté en la cama. Las luces estaban
apagadas y mi novio dormía desde temprano, porque el muy responsable,
madrugaba.
-Ya
te va a salir- murmuro con voz ronca mientras me abrazaba.
-Estoy
en blanco- confesé- Ni siquiera se sobre que quiero escribir.
-Mmm...
-se movió un poco a mi lado, apoyándome en su pecho ancho y musculoso. Cada día
se ponía mas lindo. -Recién estas por publicar tu primer libro, Pau. Y no tenes
ni veinte años ¿Cual es el apuro?
-Si
quiero vivir de esto y tener un futuro …. -lo oí suspirar resignado-
-A
mi me parece que tu primera novela va a
ser un éxito, y no vas a tener que preocuparte por nada -me beso en la
frente con cariño- Todo va a salir bien, y con el tiempo vas a volver a escribir.
Lo
mire en la oscuridad y aunque tenia los ojos cerrados, y sabia que estaba
agotado, todavía le quedaban energías para lidiar con mis locuras. Era el
mejor.
Una
sensación de calidez que me provocaba siempre su amor, se anido en mi pecho y
me emociono.
-Te
amo -dije sin poder contenerme, acariciando su cabello siempre despeinado-
-Yo
mas -sonrió y me apretó entre sus brazos.
Me
gire hasta quedar de espaldas a él y cobijaba en su calorcito, cerré los ojos
para dormir. Ya mañana seria un nuevo día.
Ni
dos minutos después, sentí que sus manos subían por mi cintura de manera mas
que deliberada y me apretaban a su cuerpo.
-Pepe
-dije entre risas-
-¿Que?
-se rió también, pegándose mas -Me desvelaste.
-Te
tenes que levantar en cuatro horas -le advertí, aunque en vano, porque me daba
cuenta de lo poco que le estaba importando.
Beso
mi cuello, dando pequeños mordisquitos que me hacían cerrar los ojos y me bajo
el elástico de mi short pijama con todo y ropa interior.
Gemí
suavecito y me deje llevar.
No
era una buena influencia para mi estudioso novio. Para nada.
Al
otro día, se había tenido que tomar una taza de café enorme para terminar de
despegarse las sabanas del rostro, aunque lo mismo seguía teniendo sueño. Y lo
se porque me contó, no porque yo haya estado despierta para verlo.
Mi
alarma sonó como siempre a las nueve y media, y como siempre la ignore con la
excusa de dormir cinco minutitos mas.
Tuve
que correr para estar lista a tiempo, pero por suerte la dueña de la librería
ya me conocía, y se puede decir que me tenia cariño.
Silvia
era una señora grande de cabellos canos y anteojos vistosos, que vivía con una
sonrisa en el rostro. Era la persona mas positiva que conocía, y también la mas
amorosa.
-Pau
querida -me dijo apenas llegue corriendo por el local, con el cabello aun
mojado de la ducha. -Miralo que llego hoy.
Señalo
una caja enorme que acababan de dejarle.
Emocionada,
me acerque. El ultimo libro de mi autora favorita acababa de llegar y me puse a
dar saltos. Esas eran las ventajas de trabajar en un lugar así. Mi jefa me
dejaba leer todo lo que quería sin poner ni un pero. Se había fijado lo mucho
que me apasionaba la lectura, y al ver que muchas veces se me iba el sueldo
entero comprando los libros que tendría que estar vendiendo, se apiado y me
hizo un trato.
Me
quedaba un rato mas algunos días a la tarde ayudándola con los papeles y los
inventarios, podría sacar las novelas que quisiera como parte de pago por mis
horas extras.
Era
el trabajo ideal, lo viera por donde lo viera.
De
paso, ella tenia con quien comentar lo que leía y esos momentos eran mis
favoritos de mi horario laboral. Me la pasaba genial.
Subí
el volumen de la música del local y me puse a barrer antes de que entraran los
primeros clientes.
No
era una librería grande. De hecho, era muy pequeñita, pero acogedora. Estaba
adornada de manera cálida, y hasta había un pequeño bar con mesitas de manera
oscura para tomar un café mientras se disfrutaba de un buen libro.
El
piso de esa sala tenia alfombras color crema tan suaves, que a veces cuando
cerrábamos, me quedaba ordenando todo descalza. No podía evitarlo.
En
los parlantes sonaba Love Muself de Hailee Steinfeld, y el palo de escoba, era
perfecto de micrófono mientras bailaba dejando todo impecable.
Al
mediodía, estaba ocupadísima.... pintándome las uñas, cuando sonó mi celular.
-¡May!
-salude
presionando el alta voz porque no quería arruinarme tan pronto el esmalte
violeta que tan lindo me había quedado.
-Hola
Pau -contesto- ¿Trabajando?
-Pff... -me reí- Hoy no
hay nadie.
-Iría
a visitarte, pero estoy haciendo un curso de francés para poder aprobar los
finales y empieza en media hora. -se quejo- pero te llamo por
otra cosa.
-Decime -dije mientras
soplaba mi mano derecha.
-Es
por el cumple de Pepe
-sonreí y me puse a contarle lo que había planeado. Seria genial.
Hacia
mucho que no veía a mis amigos, y mi novio necesitaba un descanso después de
tanto estudiar.
Esa
tarde cuando llegue a casa, me lo encontré entre libros como de costumbre, y lo
peor de todo. Había olor a humo. Lo mire con los ojos entornados, a mi no me
engañaba. Por mas que abriera las ventanas y tirara desodorante de ambiente,
podía sentirlo.
Desde
que había empezado la universidad, había empezado a fumar y lo odiaba con todas
mis fuerzas. Decía que ayudaba con el estrés que tenia, y que no lo volvería un
habito, pero me enfermaba.
No
solo por el asco que era la ropa y el pequeño departamento después de que
fumaba, si no, y sobre todo, por su salud. ¿Donde había quedado el chico que
entrenaba todos los días, comía sano y jugaba fútbol?
Estaba
a punto de decirle algo, pero levanto la vista de sus libros y su rostro se
ilumino.
-Hola,
hermosa -dijo con una sonrisa que me hizo olvidar todo. -Te estaba extrañando.
Me
acerque y lo abrace por el cuello, mientras él me sentaba en su regazo.
-Silvia
quiso que me quedara para ordenar unos ejemplares que llegaron hoy. -y me
conocía por eso se empezó a reír.
-Y
que te trajiste para leer, ¿no? -me reí, inocente -Bueno, mejor. Así me haces
compañía mientras estudio un rato.
Mire
sus apuntes con cara de agobio. Pobrecillo... no estaba acostumbrado a
estudiar. En el colegio nunca le había hecho falta, y sabia lo mucho que le
estaba costando.
-Tengo
hambre. -dijo frotándose los ojos, cansados de tanto leer.
-Tenemos
… -hice memoria pensando en los alimentos con los que contábamos.
-Fideos
. -dijimos a coro con cara de asco. No es que nos gustaran, pero ya nos tenían
hartos.
-Podemos
pedir algo. -sugerí, pero negó con la cabeza.
-Tenemos
que pagar Internet mañana y necesito lo que tenemos en la caja para fotocopias
-suspiro-
-Bueno,
le pongamos onda -dije levantándome. Abrí la heladera y vi que otra cosa podía
encontrar.
-Uhh.
-dijo tapándose la cara con gesto trágico.
A
Pepe no solían gustarle mis experimentos, pero es que había que ponerse
creativos cuando había días que veníamos comiendo prácticamente lo mismo.
La
vida del estudiante era así, ya vendrían tiempos mejores... o nos pondríamos
obesos a base de hidratos de carbono.
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