Divina

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lunes, 1 de agosto de 2016

Divina Capitulo 60



Día 10:

Era el último día.
Desayunamos temprano, en un lugar muy bonito en las afueras de Río Cuarto, ya muy cerca de nuestra ciudad, todos con caras de zombies. Ese viaje nos había dejado quebrados.

Facu, estaba mimando a M ay que tenía unas líneas de fiebre, porque había tomado frío, y le daba besitos mientras la tapaba con su campera.

Con Pepe, solo queríamos dormir.
Y eso hicimos.

Cerca del mediodía, llegamos a las puertas del colegio en donde las familias de todos nos estaban esperando.

M iré a mi novio nerviosa y él me abrazó con fuerza antes de bajarse.
Estaba a punto de enfrentarse a sus padres, de decirles que no quería viajar con ellos, que quería quedarse. Y los dos estábamos nerviosos aunque intentábamos disimularlo.

—No te hagas problemas, hermosa. – me dijo al oído. —Esta tarde te voy a visitar.

—Si es que no te encierran en tu cuarto hasta febrero. – dije hundiendo la cara en su pecho.

—Va a estar todo bien. – se separó para mirarme a los ojos. —Te amo.
Tomó mi mano, la que tenía su anillo, y la puso en su mejilla para después besarla.

—Espero que no se infarten cuando vean esto. – señaló mi dedo anular.

—Capaz que piensan que nos casamos o algo así. – nos reímos.

—Para mí vale más que eso. – besó la punta de mi nariz. —Voy a cumplir con todo lo que te prometí, hermosa. Confiá en mí.

Asentí sonriendo y tras un beso apasionado que no quería ser de despedida, cada uno se fue con los suyos.

M is padres habían hecho un asado para recibirme y hasta mi tía Irma se había hecho presente. M e bombardearon a preguntas, de cómo había sido mi viaje, como la había pasado, qué lugares había conocido, qué había hecho... y yo en lo único que podía pensar, era en mi novio.

En ese momento estaría hablando con Ana y Horacio. M ierda. Quería estar allí con él. M e moría por salir corriendo y estar a su lado.

En medio de tanta charla, me habían pedido ver fotos. Así que tuve que bajar a la computadora todas. O al menos todas las que podía mostrar frente a mi familia...

El tiempo fue pasando, y no tenía novedades. Estaba que caminaba por las paredes. Los nervios me estaban consumiendo. ¿Qué le habrían dicho? ¿Pensarían que era una locura? ¿Harían que él dudara de su decisión?

Sacudí la cabeza convencida. No, esa no era una posibilidad. El me había hecho una promesa. M iré mi mano, la del anillo y suspiré.
Confiaba en su palabra.

Sin poder evitarlo, agarré una de mis agendas y me puse a escribir. Tenía la cabeza tan llena de dudas, pensamientos y preocupaciones... que en menos de una hora, había escrito varias páginas de corrido.

Si llegaban a separarme de Pedro, me rompería en pedazos. No podía imaginar mi vida sin él. No quería hacerlo.
Nunca amaría a nadie de la misma manera.

España era demasiado lejos. No podían llevárselo...

Sollocé y me hice un ovillo en la cama, mientras se me caían las lágrimas.

El pasaje salía carísimo y no me sería fácil ahorrar para ir a visitarlo. Además sería algo que no podría hacer con frecuencia. Tal vez, con suerte, una o dos veces al año. Se sentía imposible.

Pensé seriamente la posibilidad de irme con él.
Pero entonces ¿Qué haría? ¿Vivir con su familia? Nunca lo permitirían. Estaría en otro país, tan lejos de mis padres... Ellos tampoco lo permitirían.

Imágenes de todos los momentos vividos con él, me invadieron llenándome de nostalgia y sin darme cuenta, saqué mi vieja agenda. Aquella que le había dado para que supiera como me sentía. La que desde ese día, no había abierto.
Noté en la primera página, que algo estaba distinto.

Pequeñas anotaciones al margen llamaron mi atención. Pepe las había escrito en esos días en los que estuvimos separados.

Sonreí leyendo la primera. Era del día que yo había vuelto de las vacaciones con mi familia en quinto año.

“Te extrañé tanto esos días, que cuando apenas te vi, casi te doy un beso.”

El corazón se me agitó, cuando leí la siguiente. Era una vez que habíamos salido a bailar a un boliche de Nueva Córdoba.

“Estabas hermosa esa noche. Nunca te diste cuenta, pero te estuve mirando por horas.”

Otra, era de cuando había bailado con Fede, y había visto como él discutía con su amiga por algo que nunca llegué a saber.

“Creí que me moría de celos. Me enojé con May, pero en realidad estaba sufriendo porque estabas con él.”

M e sequé una lágrima que rodaba por mi mejilla. M e parecía increíble lo que leía. Tal vez si hubiera sabido todo en su momento...

Llegó al día en el que nos habíamos quedado en el piso de su sala enredados con la manta mirándose y el pulso se me aceleró.

“Quería comerte la boca a besos. Casi lo hago... y te diste cuenta.”

El día de nuestro primer beso...

“El corazón se me salía. Todavía no puedo creer que haya pasado. Es mucho mejor de lo que me imaginé todos estos años. Esa noche te amé y te odié con todas
mis fuerzas.”

Claro, después me había visto con Fede.


Las anotaciones no llegaban más lejos, porque después había sido nuestra pelea. Pero doblada en tres partes, encontré una carta en la última página.

“Pau:

No tengo agenda, así que no vas a poder leer toda la historia de cuando empecé a sentirme como me siento. Pero voy a intentar contarte un poco en esta carta.
Sos la chica más linda que vi.
Siempre lo fuiste.

Aunque vos no te sentías así antes, yo lo veía. Y no podía creer que vos no.
Cada vez que te reías, el corazón se me salía del pecho. Quería besarte cada una de esas sonrisas.

Me levantaba todos los días con ganas de verte en la escuela, y creo que llegaste a ser la única razón por la que quería ir, así me sintiera mal.

Capaz no te acuerdes, pero un día, en segundo año, unos chicos estaban molestando a Celi, y vos aunque eras muy tímida, la abrazaste para que dejara de llorar.
No te importó nada, y te quedaste con ella hasta que se sintió mejor, haciéndola reír. Ese día supe que estaba enamorado.

No sabía ni qué era el amor, pero sabía que lo sentía por vos.

Años pasaron, y ese sentimiento seguía creciendo. Miles de veces me imaginé como sería decirte lo que me pasaba, pero hasta en mi imaginación, el riesgo se me
hacía insoportable. Eras una de mis mejores amigas y no podía vivir sin vos. Así de simple.

Enterarme que te pasaba lo mismo, y que yo también te gustaba, fue una de las mejores cosas que me pasaron. Desde esa noche no hago más que soñar con
nuestro beso.

Quiero estar con vos, Pau.

Te amo.”

Suspiré y con una sonrisa boba releí su carta un millón de veces hasta memorizarla. Era lo más lindo que había leído. Ojalá estuviera acá para poder responderle en persona, que yo estaba tan enamorada como él. Lo amaba, y ahora más que nunca, íbamos a estar juntos.

Cerca de las ocho, el timbre de mi casa sonó y mi corazón se detuvo.
Corrí a la puerta y me topé de frente con los ojos celestes de Pepe.
No venía solo.
Sus padres estaban con él.

—Hola, Pau. – dijo Ana. —Creo que tendríamos que sentarnos a hablar.

—Todos. – agregó Horacio. —¿Están tus papás?

M iré a mi novio, que me estaba mirando también, muy ansioso.


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