Divina

Divina

lunes, 27 de junio de 2016

El Hilo Rojo Capitulo 12



La tierra prometida


PAULA

Lloré desde La Tangerina hasta el aeropuerto. Una vez arriba del avión
me concentré en mis tareas prácticas. Precisas. Chequear cinturones.

Levantar bandejas. Empujar el carro. Sonreír. Indicar salidas de
emergencia. El mundo de lo concreto era mi único sostén.

Sofía entendió que no era momento de hablar. Ya tendríamos tiempo.
Sus ojos brillaban de curiosidad y me pedían detalles a los gritos. Ningún
detalle que yo pudiera describir. Ningún relato, por más minucioso que
fuera, iba a estar a la altura de esa última noche en el desierto.

Llegamos a Buenos Aires. Un charter nos llevó del aeropuerto a casa,
no pronuncié ni una sola palabra en el viaje. No me alcanzaba todo el aire
de alrededor para oxigenarme. Respiré queriendo llenarme y vaciarme a
la vez. Necesitaba limpiar todo vestigio. Algo se me quedaba atrapado en
el pecho. Sentí taquicardia. Respiré como pude y recordé el viento
patagónico de la infancia. Ese aire que te ahogaba. Te asfixiaba por su
exceso.

Llegamos a la garita de seguridad de mi barrio y el corazón me
estallaba. El trayecto hasta la puerta de casa fue agonizante. Sofía me tomó
fuerte de la mano. El temblor la contagió. La puerta de la trafic se abrió y
vi el triciclo rojo de Bauti en el deck de la entrada. Las rodillas se me
aflojaron. Bajé lo más rápido que pude.

—¿Me llamás cualquier cosa?

El chofer cerró la puerta corrediza antes de que yo pudiera responderle
a mi amiga. Cuando giré vi a Bruno con Bauti en brazos. Mi hijo estiraba
sus manitos, feliz, sonriente.
Corrí a ellos. Tomé a mi hijo fuerte entre mis brazos y lo apreté,
suplicando que me salvara.
—¡Cómo te extrañé! ¡Ya está! ¡Ya volvió mamá!

Lo apreté bien fuerte y me quebré. Alcé la vista y vi cómo Bruno me
sonreía mientras nos abrazaba a los dos. Le di un beso sincero, pero
breve.

—Bienvenida.

—¿Me extrañaron?

—Más de lo soportable. Creo que no hubiéramos resistido un día más,
¿no, Bauti?

Los abracé a los dos agradeciendo que existieran. Y entramos a casa. De
a poco mi cuerpo volvía a ponerse en su lugar. La respiración comenzaba
a fluir. Volver a casa tenía algo de enloquecedor. Tan enloquecedor como
lo cotidiano en la vida de una azafata.

Una podía sentir que nunca se había ido, que todo lo que había ocurrido
en ese otro lugar no era más que un sueño, ¿cómo se podía pasar tan
rápido de un escenario a otro? ¿O era eso lo que tanto extrañaba de mi
vida de viajera? Eso era lo más adictivo, atrapante. Vivir varias vidas en
una misma semana.

Bruno miró a Bauti con complicidad. Tenían una sorpresa para mí.
Pensé que quizás me habían cocinado una chocotorta. Mi postre favorito.
Me entregué al juego. Bruno me pidió que cerrara los ojos. Bauti me tomó
de la mano. Y así, entre los dos, me guiaron hasta llegar a nuestra
habitación.

—¡Ahora sí! Podés abrir.

Abrí los ojos y pude ver un estuche sobre mi almohada. Era un corazón
de terciopelo rojo. Los miré a ambos. Bauti me sonreía por detrás de su
chupete y me tiraba de la mano, ansioso por que lo abriera.

—Dios mío, ¿qué es?

Sonreí intentando parecer intrigada. Lo cierto era que me moría de
miedo. Me senté en la cama. Mi corazón estaba más rojo que el estuche. Ya
no sabía ni cómo latir el pobre. Abrí el estuche y ahí estaban ellos, los
anillos, dos.

Sí, un par de alianzas modernas, de diseño. Eran de oro blanco, o de
acero, chatas, pero eran alianzas.

—¡Leé la tarjeta!

Me sudaban las manos. Un frío me recorría los brazos. Como si se me
aflojaran los codos.

¿Te querés casar con nosotros? B y B.

Bruno y Bauti me miraron con más amor del que una persona pudiera
tolerar. Bruno sonreía emocionado. Con sus ojos vidriosos, húmedos y su
sonrisa franca, ¿y yo? ¿Podía ser más ingrata? ¿Podía atentar tanto contra
nuestra propia felicidad? Me quebré en un llanto desconsolado.

Los abracé a los dos y comencé a besarlos con desesperación. Quería
borrar todo lo que me había sucedido. Mi vida estaba en manos de ellos
dos. Mi mundo. Mi corazón. Mi todo. Ellos eran mi todo. No existía amor

más verdadero. Los tres. Nosotros tres.

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