Divina

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viernes, 7 de agosto de 2015

En La Cama De Su Marido Capítulo 6


Pedro sintió la necesidad de agarrarla, pero se contuvo.

—¿Y cuando la prueba de paternidad diga otra cosa? El rostro de Paula palideció dramáticamente. No quería llegar a eso… al menos no hasta que no quedara otro remedio. Miró el reloj y sintió un nudo en el estómago por la preocupación.

—Tengo que irme, Pedro —incluso aunque los semáforos estuvieran todos abiertos, iba a llegar tarde a recoger a Olivia.

Pedro se enderezó y sacó un manojo de llaves.

—Te seguiré a una distancia discreta.

—¿Porque no confías en mí? —los ojos le ardían.

—Es un proceso más sencillo que consultar un mapa. Sin decir nada más, 

Pedro se acercó a un elegante sedán y se sentó tras el volante.
El sonido del motor del coche puso en marcha a Paula, lo imitó rápidamente y sacó el coche hasta el nivel de la calle.

«Maldición», pensó en silencio. ¿Quién se creía que era? Un hombre que dictaba sus propias normas y esperaba que los demás las cumplieran, se dijo severa.

Olivia estaba esperando con una cuidadora cuando llegó a la escuela. Se excusó, abrazó a la niña y después Olivia le hizo un resumen de lo que habían hecho esa mañana antes de dirigirse al coche de la mano de su madre.

Deliberadamente no miró la calle para comprobar si el coche de Pedro estaba aparcado en las inmediaciones.

—Vamos a salir —dijo en tono ligero, dominando la espiral de tensión que sentía en el interior.

—¿Al parque? —preguntó la niña esperanzada—. ¿Podemos dar de comer a los patos?

Paula deseó, mientras metía a la niña en la sillita del coche, disfrutar de un placer tan sencillo como echar pan a los patos y comerse unos bocadillos en un parque con su hija. Se inclinó y le dio un beso en la nariz.

—Después de comer, cuando volvamos a casa —prometió, consciente de que no había mejor momento para decirle a quién iba a conocer y por qué.
—Ha venido un amigo de España y nos ha invitado a comer con él —le acarició el pelo y sonrió—. ¿No te parece divertido?

¡Oh, claro, y a un cerdito rosa le saldrán alas y volará! ¿Cómo iba decirle «este hombre es tu padre»?

El tráfico iba bien y tuvo que reprimir la tentación de volver a su apartamento. Sólo saber que Pedro las seguiría y provocaría una situación mucho más complicada le hizo seguir el camino del restaurante.

Eligió un camino bastante enrevesado como un pequeño acto de desafío.
¿Lo habría notado él? Seguramente. Aunque no se le notó en el momento de las presentaciones, pensó ella con la boca seca viendo cómo se agachaba hasta ponerse a la altura de Olivia.

Paula se quedó de pie tensa y protectora… ansiosa hasta el punto de la paranoia por la reacción de su hija ante el hombre que constituía semejante amenaza.

¿Qué esperaba? Ella era intensamente consciente de la presencia de Pedro, pero era la niña quien atraía toda su atención.

Sociable, educada y amigable, Olivia, saludó a Pedro con los ojos abiertos de par en par y mucha solemnidad. Lo miró con la inocencia de los pocos años, juzgándolo hasta que el instinto acabó con la inicial desconfianza y una sonrisa llenó su boca.

—Hola, soy Olivia —extendió una manita de modo formal. Pedro la estrechó con mucho cuidado. El corazón no se le derritió, el estómago en realidad no daba saltos… pero Paula se sentía como si así fuese: padre e hija.

Había una parte de ella que quería guardar ese momento en un lugar seguro… para Olivia, se dijo a sí misma en silencio.

El lugar demostró ser adecuado, la comida estaba bien presentada y era buena. No era, pensó Paula, a lo que estaba acostumbrado su ex marido, pero perfecto para una niña pequeña.

Era complicado fingir la risa y parecer tranquila y cómoda cuando en el interior deseaba cualquier cosa menos que Pedro estuviera allí.

Le costó un gran esfuerzo mantener la apariencia de amistad y disimular el torbellino interior que sentía al ver cómo la compenetración surgía entre padre e hija.

¿Por qué no iba a estar Olivia encantada con un señor que su madre había presentado como un amigo? Había apelativos que ya llevaban en sí mismos la aprobación; además Pedro tenía un encanto innato al que podía recurrir cuando quería.

Y quiso, con una facilidad que Paula, reacia, tuvo que admirar mientras lo odiaba en silencio por ganarse el inocente corazón de su hija.

—Vamos a parar a dar de comer a los patos de vuelta a casa —anunció Olivia mientras Pedro se hacía cargo de la cuenta.

—Eso parece divertido —dijo Pedro dulcemente y Olivia rió encantada.

—Puedes venir también, si quieres. «Por favor, no», rogó Paula en silencio. Comer ya había sido bastante. Si tenía que pasar más tiempo en su compañía, sería demasiado. Pedro se metió la cartera en el bolsillo y dedicó su completa atención a la niña.

—Tengo otro compromiso esta tarde, pero me encantará verte dar de comer a los patos otro día.

—¿Mañana? Pedro miró de reojo a Paula.

—¿Está de acuerdo tu madre? «¡Gracias por ponerme en una situación tan envidiable!», pensó. Un «no» sería mezquino y decepcionaría a su hija. Además no pensaba darle a Pedro esa satisfacción.

Fingió un sonriente consentimiento.

—Mañana está bien —un corto paseo y después se llevaría a Olivia a casa.

—Quizá podríamos comer unos bocadillos en el parque.

—Me encanta comer en el parque —dijo Olivia con las manos juntas. Si las miradas matasen, pensó Pedro, él estaría muerto. Aunque tenía que reconocer que Paula disimulaba bien. Y sobre su hija, su propia hija sin lugar a dudas, tenía una gran opresión en el corazón por las ganas de abrazarla.

Había esperado sentir algún tipo de conexión, incluso afecto, pero ese potente vínculo lo había sorprendido completamente.

Pedro imitó a Paula y se puso de pie. Sus ojos recorrieron sus desconfiadas facciones y después se detuvieron en unos brillantes e inocentes ojos marrones.

—Tenemos una cita.

—Una cita —repitió Olivia mientras agarraba a su madre de la mano inconsciente de la tensión que había entre los dos adultos.

«Muy bien», asumió Paula, «estás en minoría», pensó en silencio deseando gritar. No era jugar limpio por parte de Pedro manipular a una niña, pero era despiadado en conseguir lo que quería… y quería a Olivia.
Salieron del restaurante al aparcamiento anexo.

—Gracias por la comida —dijo Paula en el tono más amable que pudo. Notó el brillo que había en la mirada de él, pero lo ignoró. Pedro sacó un sobre de un bolsillo y se lo tendió.

—El formulario de la autorización. Fírmalo y devuélvemelo mañana. La prueba de paternidad. Podría retrasarla, pero ¿cuánto tiempo? ¿Unos días… una semana? Si se negaba y él se veía forzado a emprender la vía legal…
—No —advirtió Pedro con calma. ¿Cómo era posible que una palabra tan corta tuviera tanto significado? Consciente del interés de Olivia, Paula metió el sobre en el bolso, dibujó una sonrisa superficial y llevó a la niña al coche, al tanto de la presencia de él mientras acomodaba a su hija en la sillita.

—Hasta mañana —dijo Olivia sacudiendo la mano mientras Pedro le abría la puerta del coche a su madre.

Pedro le dedicó una cálida sonrisa a la niña.

Durante unos segundos interminables, Paula se sintió atrapada por el recuerdo de la química sexual. Arrastrada por la sensualidad que corría por sus venas, espontánea, eléctrica… y definitivamente indeseada.

Había estado ahí, agazapada bajo la superficie desde el momento en que había oído su voz. Haber estado en su compañía sólo había empeorado las cosas.

Se había visto obligada a revivir evocaciones, recuerdos cautivadores por su intensidad.

Incluso en ese momento, su cuerpo parecía reconocerlo y le costaba contener el torrente de sensualidad que corría dentro de ella.

No quería recordar la pasión que los había consumido, la sensación de sus manos, su boca… cómo se sentía completamente perdida en él.

«Vete», le decía una voz interior. «Enciende el motor y vete. Ya». Consiguió sobreponerse a los recuerdos y se centró en la charla de Olivia sobre «el amigo de mamá» y la comida en el parque del día siguiente mientras se preparaba para irse a trabajar.

—Tengo muchas cosas que contarle a Anna. Paula se inclinó para dar un beso a su hija justo cuando sonó el timbre.

—Sé buena, ¿eh?

—Como siempre —respondió solemne la niña.

—Diablillo.

—Un diablillo bueno. Paula la abrazó con fuerza y después le pasó la mano por los rizos.

—Muy muy buena —dijo y fue a abrir la puerta a Anna.

2 comentarios:

  1. Ayyyyy, va a ser fuerte la lucha entre ellos pero Olivia los va a ablandar a los 2. Muy buenos los 2 caps.

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  2. esta barbara ojala lleguen a un acuerdo y se lleven mejor

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