Pedro
sintió la necesidad de agarrarla, pero se contuvo.
—¿Y
cuando la prueba de paternidad diga otra cosa? El rostro de Paula palideció
dramáticamente. No quería llegar a eso… al menos no hasta que no quedara otro
remedio. Miró el reloj y sintió un nudo en el estómago por la preocupación.
—Tengo
que irme, Pedro —incluso aunque los semáforos estuvieran todos abiertos, iba a
llegar tarde a recoger a Olivia.
Pedro se
enderezó y sacó un manojo de llaves.
—Te
seguiré a una distancia discreta.
—¿Porque
no confías en mí? —los ojos le ardían.
—Es un
proceso más sencillo que consultar un mapa. Sin decir nada más,
Pedro se acercó
a un elegante sedán y se sentó tras el volante.
El sonido
del motor del coche puso en marcha a Paula, lo imitó rápidamente y sacó el
coche hasta el nivel de la calle.
«Maldición»,
pensó en silencio. ¿Quién se creía que era? Un hombre que dictaba sus propias
normas y esperaba que los demás las cumplieran, se dijo severa.
Olivia
estaba esperando con una cuidadora cuando llegó a la escuela. Se excusó, abrazó
a la niña y después Olivia le hizo un resumen de lo que habían hecho esa mañana
antes de dirigirse al coche de la mano de su madre.
Deliberadamente
no miró la calle para comprobar si el coche de Pedro estaba aparcado en las
inmediaciones.
—Vamos a
salir —dijo en tono ligero, dominando la espiral de tensión que sentía en el
interior.
—¿Al
parque? —preguntó la niña esperanzada—. ¿Podemos dar de comer a los patos?
Paula
deseó, mientras metía a la niña en la sillita del coche, disfrutar de un placer
tan sencillo como echar pan a los patos y comerse unos bocadillos en un parque
con su hija. Se inclinó y le dio un beso en la nariz.
—Después
de comer, cuando volvamos a casa —prometió, consciente de que no había mejor
momento para decirle a quién iba a conocer y por qué.
—Ha
venido un amigo de España y nos ha invitado a comer con él —le acarició el pelo
y sonrió—. ¿No te parece divertido?
¡Oh,
claro, y a un cerdito rosa le saldrán alas y volará! ¿Cómo iba decirle «este
hombre es tu padre»?
El
tráfico iba bien y tuvo que reprimir la tentación de volver a su apartamento.
Sólo saber que Pedro las seguiría y provocaría una situación mucho más
complicada le hizo seguir el camino del restaurante.
Eligió un
camino bastante enrevesado como un pequeño acto de desafío.
¿Lo
habría notado él? Seguramente. Aunque no se le notó en el momento de las presentaciones,
pensó ella con la boca seca viendo cómo se agachaba hasta ponerse a la altura
de Olivia.
Paula se
quedó de pie tensa y protectora… ansiosa hasta el punto de la paranoia por la
reacción de su hija ante el hombre que constituía semejante amenaza.
¿Qué
esperaba? Ella era intensamente consciente de la presencia de Pedro, pero era
la niña quien atraía toda su atención.
Sociable,
educada y amigable, Olivia, saludó a Pedro con los ojos abiertos de par en par
y mucha solemnidad. Lo miró con la inocencia de los pocos años, juzgándolo
hasta que el instinto acabó con la inicial desconfianza y una sonrisa llenó su
boca.
—Hola,
soy Olivia —extendió una manita de modo formal. Pedro la estrechó con mucho
cuidado. El corazón no se le derritió, el estómago en realidad no daba saltos…
pero Paula se sentía como si así fuese: padre e hija.
Había una
parte de ella que quería guardar ese momento en un lugar seguro… para Olivia,
se dijo a sí misma en silencio.
El lugar
demostró ser adecuado, la comida estaba bien presentada y era buena. No era,
pensó Paula, a lo que estaba acostumbrado su ex marido, pero perfecto para una
niña pequeña.
Era
complicado fingir la risa y parecer tranquila y cómoda cuando en el interior
deseaba cualquier cosa menos que Pedro estuviera allí.
Le costó
un gran esfuerzo mantener la apariencia de amistad y disimular el torbellino
interior que sentía al ver cómo la compenetración surgía entre padre e hija.
¿Por qué
no iba a estar Olivia encantada con un señor que su madre había presentado como
un amigo? Había apelativos que ya llevaban en sí mismos la aprobación; además Pedro
tenía un encanto innato al que podía recurrir cuando quería.
Y quiso,
con una facilidad que Paula, reacia, tuvo que admirar mientras lo odiaba en
silencio por ganarse el inocente corazón de su hija.
—Vamos a
parar a dar de comer a los patos de vuelta a casa —anunció Olivia mientras Pedro
se hacía cargo de la cuenta.
—Eso
parece divertido —dijo Pedro dulcemente y Olivia rió encantada.
—Puedes
venir también, si quieres. «Por favor, no», rogó Paula en silencio. Comer ya
había sido bastante. Si tenía que pasar más tiempo en su compañía, sería
demasiado. Pedro se metió la cartera en el bolsillo y dedicó su completa
atención a la niña.
—Tengo otro compromiso esta tarde, pero me
encantará verte dar de comer a los patos otro día.
—¿Mañana?
Pedro miró de reojo a Paula.
—¿Está de
acuerdo tu madre? «¡Gracias por ponerme en una situación tan envidiable!»,
pensó. Un «no» sería mezquino y decepcionaría a su hija. Además no pensaba
darle a Pedro esa satisfacción.
Fingió un
sonriente consentimiento.
—Mañana
está bien —un corto paseo y después se llevaría a Olivia a casa.
—Quizá
podríamos comer unos bocadillos en el parque.
—Me
encanta comer en el parque —dijo Olivia con las manos juntas. Si las miradas
matasen, pensó Pedro, él estaría muerto. Aunque tenía que reconocer que Paula
disimulaba bien. Y sobre su hija, su propia hija sin lugar a dudas, tenía una
gran opresión en el corazón por las ganas de abrazarla.
Había
esperado sentir algún tipo de conexión, incluso afecto, pero ese potente
vínculo lo había sorprendido completamente.
Pedro
imitó a Paula y se puso de pie. Sus ojos recorrieron sus desconfiadas facciones
y después se detuvieron en unos brillantes e inocentes ojos marrones.
—Tenemos
una cita.
—Una cita
—repitió Olivia mientras agarraba a su madre de la mano inconsciente de la
tensión que había entre los dos adultos.
«Muy
bien», asumió Paula, «estás en minoría», pensó en silencio deseando gritar. No
era jugar limpio por parte de Pedro manipular a una niña, pero era despiadado
en conseguir lo que quería… y quería a Olivia.
Salieron
del restaurante al aparcamiento anexo.
—Gracias
por la comida —dijo Paula en el tono más amable que pudo. Notó el brillo que
había en la mirada de él, pero lo ignoró. Pedro sacó un sobre de un bolsillo y
se lo tendió.
—El
formulario de la autorización. Fírmalo y devuélvemelo mañana. La prueba de
paternidad. Podría retrasarla, pero ¿cuánto tiempo? ¿Unos días… una semana? Si
se negaba y él se veía forzado a emprender la vía legal…
—No —advirtió Pedro con calma. ¿Cómo era
posible que una palabra tan corta tuviera tanto significado? Consciente del
interés de Olivia, Paula metió el sobre en el bolso, dibujó una sonrisa
superficial y llevó a la niña al coche, al tanto de la presencia de él mientras
acomodaba a su hija en la sillita.
—Hasta
mañana —dijo Olivia sacudiendo la mano mientras Pedro le abría la puerta del
coche a su madre.
Pedro le
dedicó una cálida sonrisa a la niña.
Durante
unos segundos interminables, Paula se sintió atrapada por el recuerdo de la
química sexual. Arrastrada por la sensualidad que corría por sus venas,
espontánea, eléctrica… y definitivamente indeseada.
Había
estado ahí, agazapada bajo la superficie desde el momento en que había oído su
voz. Haber estado en su compañía sólo había empeorado las cosas.
Se había
visto obligada a revivir evocaciones, recuerdos cautivadores por su intensidad.
Incluso en
ese momento, su cuerpo parecía reconocerlo y le costaba contener el torrente de
sensualidad que corría dentro de ella.
No quería
recordar la pasión que los había consumido, la sensación de sus manos, su boca…
cómo se sentía completamente perdida en él.
«Vete»,
le decía una voz interior. «Enciende el motor y vete. Ya». Consiguió
sobreponerse a los recuerdos y se centró en la charla de Olivia sobre «el amigo
de mamá» y la comida en el parque del día siguiente mientras se preparaba para
irse a trabajar.
—Tengo
muchas cosas que contarle a Anna. Paula se inclinó para dar un beso a su hija
justo cuando sonó el timbre.
—Sé
buena, ¿eh?
—Como
siempre —respondió solemne la niña.
—Diablillo.
—Un
diablillo bueno. Paula la abrazó con fuerza y después le pasó la mano por los
rizos.
—Muy muy
buena —dijo y fue a abrir la puerta a Anna.
Ayyyyy, va a ser fuerte la lucha entre ellos pero Olivia los va a ablandar a los 2. Muy buenos los 2 caps.
ResponderEliminaresta barbara ojala lleguen a un acuerdo y se lleven mejor
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