Divina

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martes, 11 de agosto de 2015

En La Cama De Su Marido Capítulo 11



Paula se despertó despacio, se estiró, buscó el reloj y dejó escapar un gemido de preocupación. Olivia.
Saltó de la cama, se puso una bata y corrió a la habitación adyacente. Sintió que se le paraba el corazón al ver la cama de Olivia perfectamente hecha y ni rastro de su hija. ¿Dónde…?

En ese momento, vio la nota que había encima de la almohada y corrió a leerla:

Olivia está abajo con María.

Sintió que el pánico disminuía.
En diez minutos se duchó, se puso unos pantalones de vestir y una blusa informal, metió los pies en unas sandalias de tacón y bajó al comedor. Olivia alborotaba alrededor de la benevolente María.

—Pedro dijo que no la despertáramos —dijo el ama de llaves mientras echaba café en una taza, le ofrecía un enorme abanico de posibilidades para desayunar y torcía levemente el gesto al ver que Paula sólo quería fruta y yogur.

—Es media mañana —dijo Paula con una sonrisa—. Mi reloj biológico necesita tiempo para ajustarse.

—Pedro ha dicho que podemos ir a un parque después de comer —dijo Olivia mientras Paula se sentaba a la mesa.

—¡Qué bien! —¿qué otra cosa podía decir?

Cualquier posibilidad de que Pedro desapareciera todos los días en su despacho de la ciudad parecía descartada. Así que no iban a tener ninguna libertad. Podían olvidarse de ir a un parque temático como turistas normales. Nada de salir de compras sin pensarlo antes.
Estaban en Madrid. Allí ella tenía relación con la familia Alfonso, y eso suponía guardaespaldas en cuanto salieran de la seguridad de la casa.
Ya no le había gustado antes, y mucho menos en ese momento. Además, estaba Olivia, que no tenía ni idea de su auténtica identidad… aún. Una niña vulnerable que no había sido preparada para que siempre estuviera al tanto de posibles peligros, ni para que obedeciera ciegamente a las personas que se ocupaban de su seguridad, ni le habían enseñado las más básicas técnicas de supervivencia. Era una carga demasiado pesada para una niña tan pequeña, además de cosas que no se aprendían deprisa.

Odiaba admitir que Pedro había acertado al llevarlas a su casa. Podría aprovechar esas tres semanas como un curso de adiestramiento.
No tenía sentido seguir lamentando que el destino hubiera hecho que Federico y Luisa hubieran sabido de la existencia de Olivia. La vida estaba llena de coincidencias, algunas casi improbables… y tenía que asumirlo.

Paula se terminó el desayuno y tendió una mano a su hija.

—¿Vamos a explorar?

Primero la casa, después la finca… con Carlos siempre a una distancia razonable cuando salieron fuera de la casa. El recinto estaba rodeado de muros, puertas electrónicas y sofisticados sistemas de seguridad.
Las dos recorrieron los senderos que atravesaban el inmaculado césped, los jardines de hermosas flores de brillantes colores.

—Es precioso —dijo Olivia, señalando emocionada—. Una piscina. ¿Puedo bañarme?

—Cuando yo esté contigo —dijo con firmeza Paula.

—¿O Pedro? Paula asintió con la cabeza y sufrió un ataque de preocupación maternal al pensar en la niña sin vigilancia cuando ella no estuviera.
Después, se relajó un poco. Durante los siguientes dos años, los viajes de Olivia estarían bastante restringidos… ¿pero cómo conseguiría aprender a dejarla marchar? Estaría atacada de los nervios desde que su hija subiera al avión hasta que volviera a Australia.

—Es una casa muy grande —afirmó Olivia visiblemente sorprendida por el lujo de las salas que atravesaban.
Paula le enseñó todo el primer piso y después subieron corriendo por las escaleras al segundo.
—Me gusta más nuestra zona —dijo la niña agarrando la mano de su madre—. Sobre todo mi cuarto.

Pedro se unió a ellas a la hora de comer y, por el atuendo informal que llevaba, era evidente que había estado trabajando en el despacho de la casa. Unos vaqueros negros, camisa blanca desabrochada en el cuello y remangada hasta los codos… Parecía un ángel negro con el pelo más descolocado de lo habitual, como si se lo hubiera peinado con los dedos, o se lo hubiera revuelto por la exasperación. Y si era así, ¿por qué?

En los primeros días de su matrimonio, se habría acercado a él, habría tomado su rostro entre las manos y lo habría besado. Habría sentido los brazos de él alrededor de su cintura y habría profundizado el beso y se habría regocijado con la excitación de él.
Un tiempo en que pensaba que nada podía amenazar su amor. ¡Qué ingenua había sido!

—¿Voy a tener que dormir la siesta?

—Ajá —dijo Paula con una sonrisa notando la decepción que había en la expresión de su hija—. Todo el mundo duerme la siesta después de la comida.

—¿Incluso los mayores? —abrió los ojos muy sorprendida y miró a Pedro—. ¿Tú también?

—Algunas veces, si estoy en casa y no tengo mucho trabajo —su sonrisa le transformó las facciones y Paula experimentó una sensación familiar en su interior al recordar las siestas que habían compartido y en las que dormir no había sido el objetivo.

El comentario de Pedro convenció a la niña. Olivia, obediente, agarró la mano de su madre y juntas subieron las escaleras.
Olivia se quedó dormida en unos minutos y Paula se fue a su habitación para descansar hojeando una revista.

Era media tarde cuando Carlos acercó el todoterreno a la puerta principal. Con Olivia en el asiento de atrás, entre Pedro y Paula, se dirigieron a un parque.
El entusiasmo de la niña por cada cosa nueva parecía no tener límites. Paula la veía explorar y llamar con frecuencia a Pedro para enseñarle una mariposa, una abeja, una hermosa flor.

Al final del día, cenada y bañada, Olivia se metió en la cama. Pedro le leyó un cuento y después le dio un beso en la frente, le deseó buenas noches y se marchó de la habitación.

Paula puso la luz tenue, probó el intercomunicador y, cuando se dio la vuelta, la niña ya estaba dormida. Si hubiera podido, se habría subido la cena en una bandeja a su cuarto, pero eso podría haberse interpretado como una huida y no quería que Pedro se diera cuenta de la grieta que había en su armadura femenina.

En lugar de eso, se dio una ducha, se puso un elegante traje de chaqueta, se soltó el pelo, se puso un mínimo de maquillaje y bajó a cenar con Pedro.

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