Como
plan, estaba bien, excepto que no había considerado que él seguiría adelante
con su amenaza: se despertó de pronto cuando se encendió la luz y Pedro la tomó
en brazos para llevarla a su cama.
—Eres un
demonio —dijo con voz ahogada mientras le golpeaba con un puño en el hombro.
Una
acción que no tuvo ningún efecto, así que inclinó la cabeza y le clavó los
dientes en el brazo. Pedro ahogó un gemido, cerró la puerta tras ellos y la
puso de pie en el suelo.
—¡Métete
en la cama! —hizo una pausa—. Y cierra esa boca antes de que me sienta tentado
de cerrártela yo.
—Vete al
infierno —dijo mirándolo con furia.
Sin decir
ni una palabra, se la echó al hombro, la acercó a la cama, la metió entre las
sábanas y la sujetó con el peso de su cuerpo. Apagó la luz.
—Duérmete.
Claro,
como si fuese tan fácil. ¿Al lado de él, notando el calor de su cuerpo,
intentando ignorar lo sensual de la situación? No se iba a dormir pronto. Pero
los acontecimientos de la jornada junto a la noche anterior finalmente pudieron
con ella. Lo último que recordaba antes de dormirse era que se sentía… segura.
Una vez
más, Paula se despertó sola en la enorme cama. De pronto fue consciente de
todo. Era por la mañana. Aparentemente había dormido toda la noche, acurrucada
al lado del hombre con el que se había jurado no… sintió que la ira la
inundaba, aunque dormir seguía siendo la palabra adecuada, porque ellos no
habían… No, por supuesto que no. El sexo con Pedro no era algo que se olvidara.
Que Pedro
hubiera mantenido su palabra hizo que aumentara su resentimiento. Lo mismo que,
a pesar de que ella había estado en todo momento pegada a él, no hubiera
intentado seducirla durante la noche. Si lo hubiera hecho, se dijo mientras
recorría el pasillo, se habría resistido con uñas y dientes. Entonces… ¿por qué
esa ligera sensación de decepción? No tenía sentido.
Echó un
vistazo a Olivia, vio que seguía dormida y rápidamente se lanzó a su rutina
matutina habitual, después se vistió.
Cuando Olivia
se despertó, Pedro no estaba por ningún sitio, así que bajaron a desayunar. Él
se reunió con ellas con una disculpa cuando Paula estaba ayudando a la niña a
pelar un huevo. Pedro besó a Olivia en la mejilla y después, algo inusual en
presencia de la niña, hizo lo mismo con ella. ¿A qué estaba jugando?
El
desayuno lo dedicaron a comentar el programa de la jornada y por la mañana hubo
tiempo para que Olivia desarrollara su técnica natatoria antes de que subiera
al piso de arriba a cambiarse. Comieron en el porche y después la niña se echó
la siesta.
Una parte
de ella quería hacer de turista: pasear sin rumbo, entrar en cualquier café o
comprar baratijas, pero con Pedro y Carlos detrás eso era algo imposible.
Habían
acordado reunirse en el vestíbulo a las cuatro para ir a ver a Ramón y después
ir al centro. Se puso una falda negra y una blusa blanca, una pizca de
maquillaje y se recogió el pelo. Unos zapatos de tacón y un bolso completaron
su atuendo. Bajó con Olivia al vestíbulo, donde las esperaba Pedro.
—¿Listas?
Ramón
parecía tener un día no muy malo y Olivia lo alegró con sus narraciones sobre
el Aquopolis y su emoción por ir a conocer el centro de Madrid.
El placer
del anciano por la visita de su bisnieta era evidente y, a pesar de la
diferencia de edad, la compenetración era sorprendente.
Incluso
la más breve de las visitas cansaba a Ramón, así que se marcharon cuando se lo
indicó su cuidadora.
Una vez
en el coche, Pedro le tendió a Paula una carpeta de cuero.
—Para ti.
Dentro había una lista de números personales, de negocios y de emergencias.
Una
cuenta bancaria con una tarjeta de crédito asociada a nombre de Paula.
Evidentemente
algo excesivo para una estancia de unas pocas semanas. Lo miró con precaución,
pero fue incapaz de interpretar su expresión.
—Gracias
—dijo con tranquilidad—, pero tengo mi propio dinero.
La miró
de un modo completamente enigmático, Paula pensó que iba a insistir, pero sólo
dijo:
—Es
prerrogativa tuya.
Paula
volvió su atención a la niña a la que su padre le señalaba algunos lugares de
interés.
Carlos
los dejó en un sitio y se fue a aparcar. Pedro tomó a Olivia en brazos.
Recorrieron
las exclusivas tiendas de la calle Serrano y aledaños. Carlos se reunió con
ellos mientras paseaban.
Aquello
le recordó las prendas que Pedro le había regalado cuando se casaron… todas las
había dejado al marcharse. ¿Las habría donado?
Pedro le
compró algunas cosas a Olivia. «Su prerrogativa», había dicho al regalarle a su
hija un bonito vestido, unos pantalones pirata, algunas camisetas y zapatos,
ignorando las protestas de Paula.
A las
ocho cerraron las tiendas y fueron a una cafetería, donde pidieron algo ligero
para que cenara Olivia mientras Carlos y Pedro tomaban un café y Paula, un té.
Eran
pasadas las nueve cuando llegaron a La Moraleja. Pedro llevó a Olivia al piso
de arriba, donde Paula la bañó y la metió en la cama.
La
perspectiva de una cena formal no seducía mucho a Paula, que hubiera preferido
una ensalada, quitarse la ropa y meterse en su propia cama. Pero Pedro habría
ido a sacarla de allí y no se sentía dispuesta a tener otra discusión con él
esa noche.
Los
horarios de las comidas resultaban excesivamente tardíos para las costumbres de
una australiana, así que picó un poco de ensalada, no probó el solomillo y se
comió un excelente melocotón de postre.
—Gracias
por regalarle a Olivia la ropa.
—Ha sido
un placer. La felicidad de su hija y el modo como le había agradecido los
regalos no tenían precio, lo mismo que el amor de una hija, una hija a la que
no renunciaría a ver durante meses sólo porque su madre viviera en el otro
extremo del mundo.
Terminaron
de cenar y Pedro se disculpó porque tenía que trabajar en su despacho. Tras
terminar de quitar la mesa, Paula subió a echar un vistazo a Olivia, después se
metió en su habitación, se quitó la ropa menos las bragas, se desmaquilló y
después se metió en la cama.
Allí fue
donde la encontró Pedro dos horas más tarde, quien la contempló en silencio
exasperado pos su tozudez. Con cuidado, se agachó, la tomó entre sus brazos y
la llevó hasta su cama completamente consciente de que estaba prácticamente
desnuda y del deseo que sentía por ella.
Continuaraaaa............................
GRACIAS POR LEER Y COMENTAR SIEMPRE !!!!
Son como perro y gato jajaja. Está buenísima esta historia.
ResponderEliminarse puso buenísima, super intensos
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