Divina

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miércoles, 19 de agosto de 2015

En La Cama De Su Marido Capítulo 18


Como plan, estaba bien, excepto que no había considerado que él seguiría adelante con su amenaza: se despertó de pronto cuando se encendió la luz y Pedro la tomó en brazos para llevarla a su cama.

—Eres un demonio —dijo con voz ahogada mientras le golpeaba con un puño en el hombro.

Una acción que no tuvo ningún efecto, así que inclinó la cabeza y le clavó los dientes en el brazo. Pedro ahogó un gemido, cerró la puerta tras ellos y la puso de pie en el suelo.

—¡Métete en la cama! —hizo una pausa—. Y cierra esa boca antes de que me sienta tentado de cerrártela yo.

—Vete al infierno —dijo mirándolo con furia.

Sin decir ni una palabra, se la echó al hombro, la acercó a la cama, la metió entre las sábanas y la sujetó con el peso de su cuerpo. Apagó la luz.

—Duérmete.

Claro, como si fuese tan fácil. ¿Al lado de él, notando el calor de su cuerpo, intentando ignorar lo sensual de la situación? No se iba a dormir pronto. Pero los acontecimientos de la jornada junto a la noche anterior finalmente pudieron con ella. Lo último que recordaba antes de dormirse era que se sentía… segura.

Una vez más, Paula se despertó sola en la enorme cama. De pronto fue consciente de todo. Era por la mañana. Aparentemente había dormido toda la noche, acurrucada al lado del hombre con el que se había jurado no… sintió que la ira la inundaba, aunque dormir seguía siendo la palabra adecuada, porque ellos no habían… No, por supuesto que no. El sexo con Pedro no era algo que se olvidara.

Que Pedro hubiera mantenido su palabra hizo que aumentara su resentimiento. Lo mismo que, a pesar de que ella había estado en todo momento pegada a él, no hubiera intentado seducirla durante la noche. Si lo hubiera hecho, se dijo mientras recorría el pasillo, se habría resistido con uñas y dientes. Entonces… ¿por qué esa ligera sensación de decepción? No tenía sentido.

Echó un vistazo a Olivia, vio que seguía dormida y rápidamente se lanzó a su rutina matutina habitual, después se vistió.

Cuando Olivia se despertó, Pedro no estaba por ningún sitio, así que bajaron a desayunar. Él se reunió con ellas con una disculpa cuando Paula estaba ayudando a la niña a pelar un huevo. Pedro besó a Olivia en la mejilla y después, algo inusual en presencia de la niña, hizo lo mismo con ella. ¿A qué estaba jugando?

El desayuno lo dedicaron a comentar el programa de la jornada y por la mañana hubo tiempo para que Olivia desarrollara su técnica natatoria antes de que subiera al piso de arriba a cambiarse. Comieron en el porche y después la niña se echó la siesta.

Una parte de ella quería hacer de turista: pasear sin rumbo, entrar en cualquier café o comprar baratijas, pero con Pedro y Carlos detrás eso era algo imposible.

Habían acordado reunirse en el vestíbulo a las cuatro para ir a ver a Ramón y después ir al centro. Se puso una falda negra y una blusa blanca, una pizca de maquillaje y se recogió el pelo. Unos zapatos de tacón y un bolso completaron su atuendo. Bajó con Olivia al vestíbulo, donde las esperaba Pedro.

—¿Listas?


Ramón parecía tener un día no muy malo y Olivia lo alegró con sus narraciones sobre el Aquopolis y su emoción por ir a conocer el centro de Madrid.

El placer del anciano por la visita de su bisnieta era evidente y, a pesar de la diferencia de edad, la compenetración era sorprendente.
Incluso la más breve de las visitas cansaba a Ramón, así que se marcharon cuando se lo indicó su cuidadora.


Una vez en el coche, Pedro le tendió a Paula una carpeta de cuero.

—Para ti. Dentro había una lista de números personales, de negocios y de emergencias.

Una cuenta bancaria con una tarjeta de crédito asociada a nombre de Paula.

Evidentemente algo excesivo para una estancia de unas pocas semanas. Lo miró con precaución, pero fue incapaz de interpretar su expresión.

—Gracias —dijo con tranquilidad—, pero tengo mi propio dinero.

La miró de un modo completamente enigmático, Paula pensó que iba a insistir, pero sólo dijo:

—Es prerrogativa tuya.

Paula volvió su atención a la niña a la que su padre le señalaba algunos lugares de interés.

Carlos los dejó en un sitio y se fue a aparcar. Pedro tomó a Olivia en brazos.
Recorrieron las exclusivas tiendas de la calle Serrano y aledaños. Carlos se reunió con ellos mientras paseaban.

Aquello le recordó las prendas que Pedro le había regalado cuando se casaron… todas las había dejado al marcharse. ¿Las habría donado?

Pedro le compró algunas cosas a Olivia. «Su prerrogativa», había dicho al regalarle a su hija un bonito vestido, unos pantalones pirata, algunas camisetas y zapatos, ignorando las protestas de Paula.

A las ocho cerraron las tiendas y fueron a una cafetería, donde pidieron algo ligero para que cenara Olivia mientras Carlos y Pedro tomaban un café y Paula, un té.

Eran pasadas las nueve cuando llegaron a La Moraleja. Pedro llevó a Olivia al piso de arriba, donde Paula la bañó y la metió en la cama.

La perspectiva de una cena formal no seducía mucho a Paula, que hubiera preferido una ensalada, quitarse la ropa y meterse en su propia cama. Pero Pedro habría ido a sacarla de allí y no se sentía dispuesta a tener otra discusión con él esa noche.

Los horarios de las comidas resultaban excesivamente tardíos para las costumbres de una australiana, así que picó un poco de ensalada, no probó el solomillo y se comió un excelente melocotón de postre.

—Gracias por regalarle a Olivia la ropa.

—Ha sido un placer. La felicidad de su hija y el modo como le había agradecido los regalos no tenían precio, lo mismo que el amor de una hija, una hija a la que no renunciaría a ver durante meses sólo porque su madre viviera en el otro extremo del mundo.

Terminaron de cenar y Pedro se disculpó porque tenía que trabajar en su despacho. Tras terminar de quitar la mesa, Paula subió a echar un vistazo a Olivia, después se metió en su habitación, se quitó la ropa menos las bragas, se desmaquilló y después se metió en la cama.


Allí fue donde la encontró Pedro dos horas más tarde, quien la contempló en silencio exasperado pos su tozudez. Con cuidado, se agachó, la tomó entre sus brazos y la llevó hasta su cama completamente consciente de que estaba prácticamente desnuda y del deseo que sentía por ella.


Continuaraaaa............................


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