El vendedor da repelús y huele a cigarrillos rancios, pero no puedo
permitirme seguir siendo tan quisquillosa. Tras una hora negociando, le entrego
un cheque para la entrada del coche y él me da las llaves de un Corolla de 2010
en un estado decente. La pintura blanca ha saltado en unos cuantos sitios, pero
he conseguido que me rebaje lo suficiente como para que no me importe.
Llamo a mi madre antes de salir del concesionario y, cómo no, me dice que
debería haber comprado un coche más grande y enumera todas las razones a favor.
He tenido que fingir que me quedaba sin cobertura y apagar el móvil.
Es genial volver a conducir. Ya no tendré que depender del transporte
público y puedo ir sola a las prácticas. Espero que romper todos los lazos con Pedro
no cambie nada. No creo que tenga que ver, pero ¿y si se aburre de hacerme
llorar y decide fastidiármelas? Tal vez debería hablar con Ken y explicarle que
Pedro y yo ya no estamos... ¿saliendo? Él cree que tenemos una relación, así que
tendría que inventarme algo distinto de «Su hijo es la persona más cruel del
mundo y conmigo es tóxico, por eso ya no puedo seguir con él».
Enciendo la radio y la pongo mucho más alta que de costumbre, pero eso
logra lo que necesito.
Ahoga mis pensamientos y me concentro en la letra de cada canción. Ignoro
el hecho de que todas me recuerdan a Pedro.
Antes de regresar al campus decido ir a comprarme ropa nueva. Empieza a
hacer frío, necesitaré más vaqueros. Además, me estoy cansando de llevar
siempre falda larga. Compro un par de conjuntos para ponerme cuando vaya a
Vance, blusas lisas, chaquetas de punto y dos vaqueros. Son más ajustados
que los que suelo llevar, pero me sientan bien.
Steph no está en la habitación. Mejor. Creo que debería considerar seriamente
la idea de cambiarme de cuarto. Steph me cae bien, pero no podremos seguir
viviendo juntas si Pedro continúa rondando por aquí. Según lo que gane con las
prácticas, podría alquilar un apartamento fuera del campus. A mi madre le daría
un ataque, pero eso es problema suyo.
Doblo mi ropa nueva y la guardo. Cojo mi bolsa de aseo y me dirijo a las
duchas. Cuando vuelvo, Steph y Zed están sentados en la cama, mirando su
ordenador.
«Genial.»
Steph parece soñolienta.
—Hola, Pau. ¿Al final Pedro te encontró anoche?
Asiento, y añade:
—¿Lo habéis arreglado?
—No. Bueno, creo que sí. Se ha acabado —le digo.
Abre unos ojos como platos. Al parecer, pensaba que iba a volver a tenerme
entre sus garras.
—Pues yo me alegro mucho —sonríe Zed.
Steph le da un manotazo. En ese momento su móvil empieza a sonar y mira la
pantalla.
—Tristan ya está aquí, tenemos que irnos. ¿Te vienes? —me pregunta.
—No, gracias. Hoy me quedo en casa. ¡Pero me he comprado un coche! —añado,
y ella grita de emoción.
—¿De verdad? ¡Eso es genial! — Asiento—. Me lo tienes que enseñar cuando
vuelva —dice, y se dirigen hacia la puerta.
Steph sale, pero Zed se queda un momento en el umbral.
—Pau —dice con una voz suave como el terciopelo. Alzo la vista y me sonríe
—. ¿Has pensado en nuestra cita? —pregunta mirándome a los ojos.
—Pues... —Estoy a punto de rechazarlo, pero ¿por qué? Es muy atractivo y
parece muy dulce. No se aprovechó de mí cuando le habría sido muy fácil
hacerlo. Sé que será mejor compañía que Pedro, aunque eso lo sería cualquiera,
la verdad—. Sí. —Sonrío.
—¿Sí que vas a salir conmigo? —Su sonrisa se hace más amplia.
—Sí, ¿por qué no? —respondo.
—¿Esta noche?
—Sí, esta noche me viene bien.
No creo que esta noche sea buena idea porque tengo que recuperar muchas
horas de estudio, pero aún voy adelantada a pesar de haber perdido unas
cuantas
clases esta semana.
—Estupendo. Te recojo a las siete, ¿de acuerdo?
—Bien.
Se muerde el labio inferior con sus dientes perfectos.
—Te veo esta noche, preciosa —dice, y me ruborizo.
Le digo adiós con la mano y sale de la habitación.
Son las cuatro. Tengo tres horas. Me seco el pelo y me rizo las puntas.
Para mi sorpresa, queda muy bien. Me aplico un maquillaje ligero y me pongo uno
de mis conjuntos nuevos: vaqueros oscuros, camiseta blanca de tirantes y una chaqueta
marrón de punto. Cuando me miro al espejo estoy muy nerviosa. «¿Y si me pongo
otra cosa?» Me cambio y me pongo una camiseta de tirantes azul y una camisa
encima. No puedo creer que tenga una cita con Zed. Sólo he tenido un novio y
ahora voy a salir con Zed después de todo el desastre con Pedro. ¿Será que
ahora me van los chicos con piercings y tatuajes?
Saco mi viejo ejemplar de Orgullo y prejuicio y leo para matar el tiempo.
Pero mi mente se distrae y me pongo a pensar en Noah. ¿Debería llamarlo? Cojo
el móvil y busco su número. Me quedo mirando la pantalla. El sentimiento de
culpa y el sentido común luchan hasta que dejo caer el teléfono sobre la cama.
Parece que tan sólo han transcurrido unos minutos cuando alguien llama a la
puerta. Sé que es Zed porque Pedro nunca se molesta en llamar. Entraría a la
carga como el séptimo de caballería y tiraría todas mis cosas al suelo.
Cuando abro la puerta, me quedo boquiabierta. Zed lleva unos vaqueros
negros ajustados, zapatillas blancas, camiseta y una cazadora vaquera gastada.
Está como un queso.
—Estás preciosa, Pau —dice, y me da una flor.
«¿Una flor?»
Me sorprende y me halaga el regalo tan considerado de Zed.
—Gracias. —Sonrío y huelo la cala blanca.
—¿Estás lista? —pregunta con mucha educación.
—Sí, ¿adónde vas a llevarme? —digo mientras caminamos hacia la salida.
—He pensado en algo tranquilo: cena y película —sonríe la mar de contento.
Me dispongo a abrir la puerta del acompañante, pero me detiene.
—Si me permites... —dice con una chispa de travesura en la voz.
—Gracias.
Estoy nerviosa, pero Zed es tan majo que todo parece muy fácil y me relajo.
Cuando los dos estamos sentados en el coche, no enciende la radio, sino que me
da conversación, me pregunta por mi familia y por mis planes para cuando acabe
la universidad. Me cuenta que va a estudiar Ciencias Ambientales en la WCU, lo
cual me sorprende y me intriga.
Llegamos a una cafetería-restaurante muy tranquila y agradable y nos
sentamos en el patio.
Pedimos y seguimos charlando hasta que llega la comida. Zed limpia su plato
y luego empieza a quitarme mis patatas fritas.
Blando el tenedor con gesto de amenaza.
—Si me robas otra patata, te mato — protesto.
Me mira con cara de inocente y se echa a reír con la lengua entre los
dientes. Yo también me río durante lo que se me antoja una eternidad. Es
fantástico.
—Tienes una risa adorable —me dice, y pongo los ojos en blanco.
Acabamos yendo a ver una comedia barata que no nos gusta a ninguno de los
dos, pero da igual porque nos pasamos el rato gastándonos bromas y, cuando la
película está a punto de terminar, él pone la mano sobre la mía. No es para
nada incómodo, como si ya me hubiera hecho a la idea de que lo iba a hacer,
pero no es lo mismo que con Pedro. Entonces me doy cuenta de que hace horas que
no pienso en él. Es un gran cambio, llevo mucho tiempo pensando en él
diariamente y a todas horas.
Cuando Zed me lleva de vuelta al campus son casi las once. Me alegro de que
sea miércoles; sólo faltan dos días para el fin de semana y entonces podré
recuperar el sueño perdido.
Sale del coche y se me acerca mientras me cuelgo el bolso del hombro.
—Lo he pasado muy bien —dice—.Gracias por acceder a salir conmigo.
—Yo también lo he pasado muy bien. — Sonrío.
—Estaba pensando... ¿Te acuerdas de que me preguntaste si iba a ir a la
hoguera?
Asiento.
—¿Te importa si te acompaño? — pregunta.
—Claro, sería genial. Aunque voy a ir con Landon y su novia.
No recuerdo que Zed se sumara al grupo que estuvo metiéndose con Landon,
pero igualmente quiero que sepa que no estuvo bien.
—Por mí, bien, parece buen tío —dice, y le sonrío.
—De acuerdo entonces. ¿Nos vemos allí? —sugiero.
Ni de coña voy a llevarlo a cenar a casa de Landon.
—Perfecto. Gracias otra vez por esta velada.
Da un paso hacia mí.
«¿Irá a besarme?»
Me entra el pánico. Pero no, me coge la mano con delicadeza, se la lleva a
los labios y me da un beso en el dorso. Sus labios son suaves y me arde la
piel. Es un gesto muy dulce.
—Que pases buena noche, Pau —dice, y vuelve a subir al coche.
Dejo escapar un largo suspiro. Qué alivio que no haya intentado besarme. Es
muy mono y besaba muy bien la noche de Verdad o desafío, pero éste no es el
mejor momento.
A la mañana siguiente, Landon me está esperando en la cafetería y le cuento
la cita con Zed.
Me resulta muy molesto que lo primero que me diga sea:
—¿Lo sabe Pedro?
—No, y no tiene por qué saberlo. No es asunto suyo. —Me doy cuenta de que
eso ha sonado un poco borde, y añado—: Perdona, es que es un tema delicado.
—Evidentemente. Pero ten cuidado — me advierte con cariño, y le prometo que
lo tendré.
El resto del día transcurre en un abrir y cerrar de ojos. Landon no vuelve
a mencionar ni a Pedro ni a Zed. Llega la clase de literatura y contengo la
respiración en cuanto entramos en el aula. Pedro está sentado donde siempre. Me
duele el pecho al verlo. Echa un vistazo en nuestra dirección pero enseguida
vuelve a mirar hacia la pizarra.
—Conque anoche saliste con Zed, ¿eh? —pregunta en cuanto me siento.
Estaba rezando para que no me dirigiera la palabra.
—No es asunto tuyo —le respondo en voz baja.
Se vuelve en su asiento y acerca la cara para añadir:
—Las noticias viajan a toda velocidad en nuestro grupo, Pau. No lo olvides.
«¿Me está amenazando con contarles a sus amigos todas las cosas que hemos hecho?»
Sólo de pensarlo se me llena la boca de bilis.
Aparto la cara y me centro en el profesor, que se aclara la garganta y
dice:
—Muy bien, vamos a continuar donde lo dejamos ayer. Vamos a hablar de
Cumbres borrascosas.
Se me cae el alma a los pies. Esta semana no tocaba hablar de Cumbres
borrascosas. Eso me pasa por faltar a clase. Noto que Pedro me está mirando.
Tal vez se esté acordando de lo mismo que yo, de la primera vez que estuve en
su dormitorio y me pilló leyendo su ejemplar de la novela.
El profesor se pasea por el aula con las manos a la espalda.
—Como todos sabemos —dice—,Catherine y Heathcliff tuvieron una relación muy apasionada.
Tal era la magnitud de su pasión que arruinaba las vidas de todos los
personajes a su paso. Hay quienes creen que eran lo peor el uno para el otro;
otros defienden que deberían haberse casado desde el principio en vez de luchar
contra su amor. —Hace una pausa, mirándonos a todos—. ¿Qué opinan ustedes?
Normalmente levantaría la mano de inmediato, orgullosa de poder demostrar lo
bien que me conozco los clásicos, pero ésta me toca de cerca.
Desde las últimas filas alguien dice:
—Creo que eran lo peor el uno para el otro. Se peleaban todo el tiempo, y
Catherine se negaba a admitir que amaba a Heathcliff. Se casó con Edgar a pesar
de que sabía que quería a Heathcliff. Si se hubieran dejado de tonterías y
hubiesen estado juntos desde el principio, todo el mundo habría sido mucho
menos desgraciado.
Pedro me mira y siento que me
ruborizo.
—Yo creo que Catherine era una petarda altanera y egoísta —dice en voz
alta.
En clase sólo se oyen gritos quedos y exclamaciones de sorpresa. El
profesor le lanza una mirada de advertencia a Pedro, pero él continúa:
—Lo siento, pero es que se creía demasiado buena para Heathcliff, y puede
que lo fuera, pero sabía que Edgar nunca podría compararse con Heathcliff y aun
así se casó con él. Catherine y Heathcliff eran muy parecidos y por eso les
resultaba difícil llevarse bien, pero si Catherine no hubiese sido tan cabezota
podrían haber sido muy felices y habrían comido perdices juntos.
Me siento un poco estúpida porque yo también empiezo a compararnos a Pedro
y a mí con los personajes de la novela. La diferencia es que Heathcliff amaba a
Catherine con locura, tanto que aguantó que se casara con otro hombre antes de
decidirse a casarse él con otra mujer. Pedro a mí no me quiere de esa manera.
No me quiere y punto. Así que no tiene derecho a compararse con Heathcliff.
La clase entera me mira, esperando que le responda. Seguro que aguardan una
discusión como la de la última vez, pero permanezco en silencio. Sé que Pedro
está intentando provocarme y no pienso morder el anzuelo.
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